Esta es la conclusión de un nuevo estudio liderado por la Universidad de Utah, según el cual, en un laboratorio situado en la cima de una montaña de Colorado, se forman nuevas partículas de aerosol en el aire cada dos días por término medio y esas partículas, probablemente formadas a partir de gases emitidos por centrales eléctricas cercanas, pueden crecer hasta ser lo bastante grandes como para que el agua se condense a su alrededor, formando nubes.
El estudio establece un importante vínculo científico, utilizando métodos estadísticos de nuevo desarrollo, que relacionan el crecimiento de los aerosoles con los núcleos de condensación de nubes medidos, que son los ingredientes fundamentales para modelizar con precisión el papel de los aerosoles y las nubes en el cambio climático.
«El Laboratorio de Storm Peak es un lugar remoto en el Intermountain West», explica Gannet Hallar, catedrático de Ciencias Atmosféricas. «Que sólo midamos allí no significa que no ocurra en todos los demás sitios remotos del Intermountain West».
El estudio se publica en Atmospheric Chemistry and Physics.
Se sabe que el aumento de aerosoles en la atmósfera provoca una mayor formación de nubes, y de nubes más reflectantes. Pero se desconoce si las nuevas partículas de aerosol, mucho más pequeñas que los núcleos de condensación de nubes y formadas con emisiones de origen humano, pueden convertirse en núcleos de condensación de nubes. Y tampoco se sabe cómo incorporar la relación entre aerosoles y nubes en los modelos climáticos. Como cabe imaginar, las nubes desempeñan un papel importante en el clima, ya que reflejan la energía solar y trasladan el agua de un lugar a otro. Así que poder modelizar de forma realista esas nubes podría ayudar a aumentar la precisión de los modelos que pronostican cambios en nuestro clima.
Para comprender la relación entre la formación de nuevas partículas de aerosol y los núcleos de condensación de las nubes, el recién graduado Noah Hirshorn, Hallar y sus colegas se sumergieron en un registro de 15 años de mediciones de aerosoles en el Laboratorio Storm Peak, una instalación de la Universidad de Utah dirigida por Hallar y situada en la estación de esquí de Steamboat, en Colorado, a una altitud de más 3.200 metros.
«Dada la ubicación remota, en la cima de la montaña, del Laboratorio Storm Peak», escriben los autores, «las condiciones atmosféricas limpias son comunes en el laboratorio».
Sin embargo, en la zona favorable al viento del laboratorio hay varias centrales eléctricas que emiten dióxido de azufre, un gas que en la atmósfera se transforma en ácido sulfúrico, que puede formarse en partículas y provocar nuevos eventos de formación de partículas.
Durante casi 20 años, la formación de nuevas partículas se ha medido observando gráficos tridimensionales que mostraban mediciones de partículas de aerosol a lo largo del tiempo. Ciertos patrones en la aparición de ráfagas de nuevas partículas, así como el crecimiento persistente de esas partículas, constituían los criterios para designar los eventos de formación de nuevas partículas.
Pero Hirshorn, Hallar y otros investigadores desarrollaron un método automático, basado en la estadística, para clasificar los nuevos eventos de formación de partículas. El nuevo método mejora la precisión y eficacia de la detección de eventos y concuerda bien con los métodos de detección manual.
Con este método, los investigadores descubrieron que en Storm Peak se formaron nuevas partículas el 50% de los días entre 2006 y 2021. Pero si se comparan las tasas de formación de nuevas partículas con las cantidades de partículas lo suficientemente grandes como para servir de núcleos de condensación de nubes, los autores descubrieron que los eventos de formación de nuevas partículas aumentaban el número de núcleos de condensación de nubes en un factor de 1,36 en invierno y en un factor de 1,54 en primavera.
«Cada dos días vemos gases que se condensan en nanopartículas, que crecen lo suficiente como para absorber agua y convertirse en gotas de nubes», afirma Hallar.
«Esto proporciona una conexión clara entre la formación de nuevas partículas y los núcleos de condensación de las nubes», explica Hirshorn. «Probablemente, el mayor beneficio directo será para los modelizadores del clima, que podrán conectar unos con otros. Rellena muchas lagunas».