Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) el mundo presenta un alarmante número de niños que nacen con defectos congénitos graves, al año 8 millones de bebés vienen al mundo con esas anomalías y eso se traduce, al menos en América Latina y el Caribe, en la segunda causa de muerte neonatal e infantil después de la prematuridad, y, aquellos bebés que sobreviven, en muchos casos, vivirán con una discapacidad toda su vida
Las anomalías congénitas pueden tener un origen genético, infeccioso o ambiental, aunque en una importante proporción la causa resulta difícil identificar. Las más frecuentes son las malformaciones cardíacas, los defectos del tubo neural y el síndrome de Down.
En nuestra región, una de cada tres muertes ocurridas por defectos congénitos se debe a malformaciones del corazón.
En este escenario, los países de América Latina y el Caribe avanzan tanto en la incorporación del tamizaje de cardiopatías congénitas, como en la implementación de políticas y programas más integrales para brindar atención inmediata a los bebés con esas condiciones.
Un informe presentado por el Ministerio de Salud Pública hace 2 años, asegura que en nuestro país las malformaciones, deformaciones y anomalías cromosómicas son las principales causas de muerte en recién nacidos, lactantes y niños pequeños junto con la prematurez.
En Uruguay nacen entre tres y cinco niños con alguna anomalía congénita por día, esto es entre 1400 y 2800 por año, uno de cada 33 recién nacidos. Las tres anomalías más frecuentes en Uruguay son las cardiopatías congénitas, el síndrome de Down y los defectos del tubo neural como el mielomeningocele, prevenible con la ingesta de ácido fólico por parte de la madre previo y durante el embarazo.
Muchos defectos congénitos pueden ser prevenidos y tratados; aumentar el conocimiento respecto de los mismos y concientizar sobre su prevención puede hacer la diferencia para los afectados y sus familias a corto, mediano y largo plazo.