Mucho se sabe de una ciudad como Beijing, o al menos eso es lo que todos pensamos, pero los nervios de poder presenciar todo lo que por boca de otros nos enteramos, es uno de los sentimientos más lindos que puede invadir al ser humano, de hecho, hay una frase del escritor y filósofo Aldous Huxley que dice: “Viajar es descubrir que todos están equivocados acerca de otros países” y cursando mi tercer mes en China, solo puedo decir: cuánta razón.
Al principio es difícil caer en la cuenta de que te vas por 4 meses lejos de tu país y a otro, que no creías posible y que en sueños siempre estuvo presente, pero cuando pisas el aeropuerto y entendés que inicias un nuevo camino, solo quedan lindas emociones, incluyendo el miedo, al que tanto le huimos, pero que, en este caso, no es malo sentirlo.
Beijing es una ciudad que no duerme, pero todos los que solemos vivir en grandes ciudades estamos acostumbrados a eso, excepto a la belleza particular que radica en cada una de ellas. Mi primer asombro fue su composición, muchos edificios y muy pocas casas, pero la arquitectura, que mezcla lo tradicional con lo moderno, te hace ir mirando siempre por la ventana. Durante el día, uno aprecia mejor las cosas, pero nadie puede perderse de Beijing en la noche, porque no hay edificio, columna, naturaleza o cuadra, que no esté iluminada, con una gracia y detalle, que te hace sentir el corazón como época de Carnaval en Montevideo.
El invierno, es crudo, pero las personas no, incluso abrigan sus árboles para que la nieve no los queme, porque aunque haya hecho hincapié en que tiene mucha edificación, a sus cuadras y patios, los acompañan la naturaleza. Naturaleza que te invita a tomar mil fotos por sus colores, a detenerte cada tanto a sentir su aroma, por la variedad de flores y a salir a caminar bajo el sol primaveral que lo resalta todo, me atrevo a decir, que, sin dudas, debe ser la época más linda para venir.
Es normal, ver siempre gente en la calle, y no solo corriendo por sus rutinas, sino también disfrutando de la vida y la compañía, personas bebiendo una cerveza, otras cenando con amigos o familia, unas cuadras más y hay un grupo bailando y en el camino varios montando una bici o deteniéndose para apreciar algo. Es toda una experiencia observar a las personas acá y más aún interactuar con ellas, porque el idioma, no es barrera, por el contrario, llega a quitar varias risas. Es extraño pero agradable, ser uno el turista, pero el centro de atención, personas en la calle nos filman o nos piden fotos y en los restaurantes los trabajadores han llegado a llamar a sus familiares para que los saludemos, todo se vuelve una nube de emociones, donde son ellos nuestro motivo de asombro y nosotros el de ellos.
A unas cuadras de nuestro complejo, hay un restaurante, pequeño, pero cuya dueña adoptó por nosotros, el nombre de la abuela y, aunque hemos recorrido varios lugares, cuando nos sentimos muy hogareños, nos dirigimos ahí, por la hospitalidad y lo rica que es su comida. Estoy segura de que los amantes del turismo gastronómico disfrutarían muchísimo este viaje, cada plato es único y diferente en cada provincia, e incluso entre las localidades dentro de ellas, pero al menos a mi grupo, luego de decir Nǐ hǎo, pedimos señalando y diciendo: Bù là, que significa, sin picante, porque en China, es algo típico en mucho de sus platos y no logramos acostumbrarnos.
No suelo andar en bicicleta, mamá dice que no confía en mi habilidad y que la calle es peligrosa, pero me animé a hacerlo más seguido en Beijing, ya que acceder a una bici pública, es muy fácil y barato; tengo que admitir que no entiendo mucho las reglas de tránsito y más de una vez me enojé, sobre todo con las motos, por querer ir siempre primero y por lugares peatonales, pero sentir el aire chocar contra mi cara, la risas de mis compañeros y Beijing siendo Beijing, fue de las actividades más agradables que he hecho. De todas maneras, me sigo asombrando cuando tomo el metro, porque en Uruguay no hay, pero si vienen y pueden, prueben moverse en bicicleta.
Museos, ciudades antiguas, palacios, la Muralla China, empresas, sus barrios, calles, tiendas, bares y más, hemos conocido todas las variantes de esta ciudad, pero sigue habiendo cosas nuevas a nuestra vista, que nos mantienen siempre con ese brillo típico de todo turista en los ojos y que lindo es vivir así, gracias Beijing por ser una ciudad llena de cosas que a uno lo hacen pensar, que en realidad, no sabía nada de vos.
Ahí se ve la diferencia entre un país moderno , pujante y tecnológico que están construyendo unos chinitos de ojos rasgados que parecen todos iguales y la Argenta con 51% de pobreza, subdesarrollada, llena de narco-villas y un presidente con esquizofrenia. Según la modelo nazi ministra de Relaciones Exteriores argenta, pero ellos son lindos y europeos.