A principios de la década del 60, se había inaugurado una sucursal del Banco la Caja Obrera en la calle Agraciada y Rondeau, rodeado de diferentes tiendas de la época, como J.B Introzzi, Casa Cardelin y la confitería y panadería Torre Eiffel.
El lunes 20 de mayo de 1963, alrededor de la una de la tarde, se pudo observar a dos monjas caminando por la calle Agraciada en dirección al, sin llamar la atención dado su atuendo religioso; lo único que se pudo identificar, es que ambas eran bastante jóvenes, una más alta que la otra y muy simpáticas.
En el camino, un grupo de liceales se cruza con las monjas y notan un comportamiento extraño en ellas; María del Carmen Porta, integrante de este grupo, les comenta a sus compañeros que dudaba que fueran monjas, sino hombres disfrazados, no solo por su altura, sino su caminar apurado y pasos largos. Sus sospechas incrementaron cuando ve que entran al banco, a lo que sus compañeros trataron de desestimar diciéndole que es muy común que las entidades bancarias aportaran con la Iglesia. De todos modos, la señorita Porta, se dirigió a una farmacia para solicitar que llamaran a la policía, quienes demoraron más de lo habitual.
Intrigado en el tema, un cliente que se encontraba en la farmacia se dirigió al banco y pudo observar a través de la ventana que, así como la joven sospechaba, había dos monjas en el banco, pero su actitud era muy tranquila, no propia de una persona que está robando.
Las dos monjas salen del edificio y se pierden de la vista de los que sospechaban de ellas. Pero ¿qué paso dentro del banco? Cuando las monjas ingresan, no levantaron sospechas ya que era muy común que las hermanas de caridad se presentaran solicitando colaboración; en este caso, el mismo gerente le pidió a uno de los empleados que le informara que no se encontraba para evitar atenderlas. Sin respetar lo que les habían dicho, las hermanas se separan y una de ellas se dirige directamente a la oficina del gerente, mientras que la otra recorre el mostrador.
Cuando se acercaron a los empleados, estos declararon que se trataba de hombres con revólveres calibre 38, los cuales les indicaron hacia donde debían dirigirse, colocándolos a todos en la cocina. Después que el gerente del banco le diera acceso a la caja fuerte, amablemente le pidieron que se uniera a sus colaboradores; dejando claro, que si colaboraban las cosas iban a salir bien. Una vez todos encerrados, las monjas que resultaron ser asaltantes se llevaron consigo 406.485 mil pesos uruguayos, dejando olvidados 118 mil pesos que se encontraban en una caja auxiliar junto a donde se encontraban los rehenes.
El magnifico robo duro tan solo siete minutos, no existió maltrato hacia los empleados y mucho menos disparos, al minuto de haber terminado todo, arribo la policía gracias a la denuncia de la joven Porta.
Entre policías y periodistas realizaron un sinfín de preguntas a los colaboradores del banco, el subcomisario Walter Pereyra fue quien quedaría como encargado de la investigación, así como del subdirector de investigaciones internas Guillermo Copelo.
Al salir del banco, las monjas cruzaron la calle para ingresar a un edificio en la calle Agraciada al 1640, donde una persona amablemente les abrió la puerta para que accedieran al ascensor. Su rumora, que lograron salir por la Calle Galicia 1154.
Nunca se encontraron los responsables ni pistas de los hechos; las únicas sospechas de la policía es que haya sido un trabajo “entregado” ya que el lugar donde se tuvo a los rehenes era la única pieza del banco que no contaba con alarma. A su vez, la serenidad de los asaltantes era muy inusual, demostrando profesionalidad y experiencia. Otras fuentes especulaban que podían haber sido ladrones argentinos ya que en esa época era muy común cruzar de orilla a orilla para este tipo de actos delictivos y en Buenos Aires, era un auge el robo a bancos disfrazados.
Dentro de la investigación, se supo que ambas monjas se habían presentado en una compañía aérea buscando pasajes para Buenos Aires, siendo rechazadas porque sus pasaportes, uno español y el otro mexicano, no cumplían con las entradas migratorias; sugiriéndoles que lo más fácil seria viajar por ferrocarril hasta Rivera. Aunque la policía haya bloqueado la frontera, no tuvieron éxito.
Siendo una noticia que recorrió el mundo y quedo como anécdota uruguaya, el robo de las monjitas, no llevo a nadie a la cárcel, solo generó especulaciones y afirmaciones sin prueba.
Se llegó a conocer la identidad de una de las monjitas, aunque sin pruebas.
Espectacular!
La persona que hizo la nota tiene que aprender a redactar o de lo contrario, sus notas deben pasar por manos de un corrector. Errores de concordancia verbal, preposiciones y tiempos conjugados han estropeado el desarrollo del hecho evocado
Siempre se dijo que una de las monjitas fué Evelyn Rodríguez que años después se convirtió en dueño del hotel Oceanía salón Marcos y parador del cerro y el forte di makale del parque rodo