La palabra caza furtiva (también llamada furtivismo) es el término empleado para definir a la caza o pesca ilegal en zonas vedadas a la caza. Esta actividad ilegal con fines lucrativos involucra a la persona que caza sin la correspondiente habilitación o autorización.
A pesar de los esfuerzos internacionales en materia de regulación, control y aplicación más estrictos, el comercio ilegal de especies silvestres es una industria en crecimiento y se expande cada día. El comercio ilegal de especies silvestres es una oportunidad de negocio muy lucrativa para los grupos delictivos organizados.
Las Naciones Unidas estiman que el comercio ilegal de fauna y flora silvestre a nivel mundial tiene un valor de entre 8.000 y 23.000 millones de dólares al año, lo que lo convierte en una de las empresas criminales más rentables.
En la actualidad, desde comienzos del año 2000 ha existido un “blanco fácil” para el furtivismo en el mundo y son los paquidermos. Esto debido al gigantesco mercado negro que hay en torno al marfil y queratina que se encuentran en los colmillos del elefante y cuerno de rinoceronte, respectivamente.
En el caso de los elefantes, la caza furtiva se produce con más frecuencia en África Central y cerca de la frontera entre Mozambique y Tanzania, y afecta a los elefantes de los bosques más gravemente que a sus primos de la sabana. Entre 2002 y 2020, el Parque Nacional de Garamba, en la República Democrática del Congo (RDC), vio morir a más de 860 elefantes a manos de cazadores furtivos, y la Reserva de Caza de Selous, en Tanzania, más de 750.
La caza ilegal de estas especies empezó a crecer previsiblemente, a causa del aumento de la demanda de marfil en varios países de Asia, donde este material se utiliza para la elaboración de remedios tradicionales. En algún punto entre el 2010 y la actualidad se llegaba a pagar más de 90 dólares por kilo de marfil en el mercado negro.
Además de la medicina natural, el marfil se emplea para adornar muebles, para la construcción de estatuas y multitud de objetos como cajas, peines, cepillos o puños de bastón.
Por otra parte, en el caso de los rinocerontes, la situación es igual o inclusive más grave. De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la población mundial de rinocerontes rondaba los 500.000 ejemplares a principios del siglo XX. Ahora hay apenas 27.000 debido a la continua demanda de sus cuernos en el comercio ilegal.
Sudáfrica tiene la mayor población de rinocerontes, con alrededor de 16.000 rinocerontes, lo que convierte al país en un punto caliente con más de 500 animales abatidos al año.
Los cuernos de estos mamíferos placentarios contienen queratina, la misma proteína que produce el cabello y las uñas, sin embargo, en muchos mercados de Vietnam existe la creencia de que los polvos del cuerno de rinoceronte producen efectos milagrosos para la curación de algunos tipos de cáncer.
En la actualidad, investigadores de Sudáfrica inyectaron material radiactivo en los cuernos de 20 rinocerontes como parte de un proyecto de investigación destinado a reducir la caza furtiva. La idea es que los detectores de radiación que ya están instalados en las fronteras nacionales detecten los cuernos y ayuden a las autoridades a arrestar a cazadores furtivos y traficantes. Pero los investigadores han tenido que superar muchos obstáculos éticos planteados por los críticos de su metodología, debido a los riesgos que la sustancia pudiera tener sobre el animal.