Rocha existe una región injustamente poco conocida por los turistas

Cerros agrestes de laderas pedregosas y profundas hacen de las Sierras de Rocha un lugar de increíble belleza.

Los ñandúes lo sorprenderán al costado de caminos más recorridos por las tropas de ganado que por automóviles. Allí el silencio es solo interrumpido por las voces de las aves. El verde, apenas cortado por lo que queda de viejas taperas de piedra. El paisaje es de una belleza sin fin.

Rumbo a la represa de India Muerta. La «Ruta de las 99 curvas», luego de dejar atrás el pequeño poblado de Parallé y unos kilómetros antes de llegar a Velázquez, pasa por el lugar donde se libraron las dos batallas de India Muerta, ambas nefastas para la suerte del general Fructuoso Rivera, derrotado aquí en dos oportunidades: el 19 de noviembre de 1816, cuando nada pudo ante la vanguardia del ejército invasor portugués, y el 27 de marzo de 1845, en plena Guerra Grande, cuando lo derrotó el general rosista Justo José de Urquiza. Hay una placa recordatoria, semioculta por los eucaliptos que bordean la carretera en ese tramo. La entrada a la represa se encuentra en una zona donde abundan los ñandúes.

Un creciente número de garzas señala la proximidad del embalse que finalmente aparece frente a nosotros. La vista se pierde más allá del enorme espejo de agua que refleja el color del cielo, en los campos y cerros circundantes. El lugar, de gran tranquilidad, es ideal para los amantes de la pesca (se permite hacerlo con caña y red) y de la observación de las aves. También se pueden practicar deportes náuticos, recomendándole preferentemente aquellos no motorizados y no agresivos para el ambiente. La caza está prohibida.

Laguna de Castillos

Como un espejo encantado, las aguas de la laguna de Castillos reflejan un entorno mágico. Dunas viajeras, bosques de ombúes, restos de trágicos naufragios, playas tan bellas como solitarias, palmeras, lobos marinos y aves de mil colores son solo algunos de los atractivos de una región que invita a descubrir sus secretos.

Camino a la cuchilla del Arbolito se disfruta un paisaje serrano; hay una vista panorámica (cerca de la Torre Microondas de ANTEL) de un extenso sector de la costa rochense, distinguiéndose las dunas del Cabo Polonio. El excepcional dominio que de la zona posee este lugar, hizo que los españoles instalaran allí en 1797, una guardia militar a la que llamaron Don Carlos. Sus restos están hoy abandonados.

Rumbo a Aguas Dulces

La carretera corre paralela al océano y a una cadena de playas desoladas, balnearios bautizados pero nunca construidos, tan solitarios hoy como hace un siglo. A ambos lados del camino puede verse un gran número de aves, entre ellas muchos cuervillos: dos especies muy abundantes en Rocha, de pico curvo y largo y plumaje negro que a veces toma tonos verdes y azules brillantes. El cuervillo de cara afeitada se diferencia del común por tener el plumaje más oscuro, las patas más cortas y el pico más claro. Los dos son llamados «masarico» por los rochenses.

Laguna Negra

Palmeras, aves de diversos colores, playas de arenas amarillas y aguas verdes se alternan en torno a la laguna Negra, también llamada de los difuntos. La fortaleza más heroica de la historia uruguaya, el espectacular parque que rodea, una reserva natural de flora y fauna a la que solo se puede llegar navegando y el pueblo que vive gracias a los tiburones son solo algunos de los atractivos de esta zona.

Imperdible debe ser, tomar el «camino de Indios». En él podrá apreciar el cerro Rocha, donde se encuentra la cueva del Tigre, y los restos de lo que se supone fue el primer potrero de la región, el «cerco de piedra». El cerro de la Lechiguana, donde se conservan varios corrales de piedra y de palma. Allí se ve aparecer, una vista espectacular de los palmares de Castillos, con la laguna Negra como fondo. Prueba de lo “poblado” de este bosque, miles de palmeras se agrupan unas junto a otras. Nadie sabe, hasta hoy, con exactitud su origen. Siguiendo por este camino, se puede observar los usos que los viejos habitantes de Rocha dieron a los palmares, corrales realizados conjuntamente con piedras y palmas, las primeras sirven para rellenar los espacios existentes entre cada uno de los árboles. Ubicado al borde mismo de la carretera, el conjunto reviste de una singular belleza, realzada por el silencioso paisaje de la sierra de La Blanqueada.

Podrá divisar el mayor de los corrales, que ha sido definido como el «mayor monumento de la ganadería rochense», esta manguera da nombre hoy a la estancia Corral de Palmas. La magnitud de la obra –se estima que pudo albergar a 40.000 reses– hace suponer que su construcción correspondió a las necesidades del destacamento militar de la fortaleza de Santa Teresa y no a las de un particular. Originariamente estaba formado por 900 palmeras, tan juntas unas de otras que los animales ni siquiera podían asomar la cabeza al otro lado, lo que aún se cumple en los lugares donde no falta ningún árbol. Hace pocos años se contaron 785 palmas aún en pie, pero las zanjas que se han formado a sus costados hacen temer por su estabilidad.

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