Editorial Fin de Siglo y uno de sus grandes autores: Carlos Liscano

Con una gran variedad de títulos para ti.

Carlos Liscano

Dramaturgo, poeta, periodista y narrador. Ha publicado más de cuarenta títulos, entre ellos: La mansión del tirano (1992), El camino a Ítaca (1994), El furgón de los locos (2001), El escritor y el otro (2007), Oficio de ventriloquia. Relatos 1981-2011 (vol. 1 y 2) (2011), Escritor indolente (2014), Vida del cuervo blanco (2015) y Los orígenes (2019). Fue director de la Biblioteca Nacional entre 2010 y 2015. Obtuvo el Primer Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura en las categorías teatro, narrativa y poesía. Fue dos veces galardonado con el Bartolomé Hidalgo, que otorga la Cámara Uruguaya del Libro. Recibió la orden de Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno de Francia. Sus obras han sido traducidas a inglés, francés, portugués, catalán, italiano, árabe y sueco.

Algunos de sus grandes títulos son:

Cuba, de eso mejor ni hablar.

Este libro es la crónica de un desencanto largamente procesado y, también, una severa acusación a parte de la intelectualidad occidental y gran parte de la izquierda, crítica (a veces) en la intimidad pero obsecuente en lo público.

Pasados más de sesenta años de aquella revolución que prometía independencia, libertad y justicia social en la isla que era burdel y casino de Estados Unidos, ¿qué queda? En el haber gente alfabetizada, una salud pública relativamente aceptable, comida racionada. En el debe: una inmensa mayoría de la población empobrecida, la casta comunista-militar-gubernamental gozando privilegios, millones de exiliados, libertades hechas cenizas y represión, más represión.

En palabras del autor: «La izquierda democrática latinoamericana no solucionará los problemas de Cuba. Eso deben hacerlo los cubanos. Sí se puede denunciar a la burocracia que gobierna la isla, exigirle que respete los derechos humanos, que abandone sus delirios de martirologio y acepte los cambios que su inviable economía necesita. Que entienda que la Guerra Fría acabó hace muchos años. Que permita que su población participe en las decisiones de gobierno, en la economía del país, en el desarrollo cultural y científico. Hay que denunciar los atropellos y la represión contra los ciudadanos cubanos cada vez que se tenga noticia de que eso ocurre, igual que se hace con las violaciones a los derechos humanos en cualquier lugar del mundo.

El pensamiento progresista latinoamericano debe abandonar el silencio vergonzoso, rehabilitar su tradición libertaria, igualitaria, en defensa de los cubanos sometidos por el partido único».

Los orígenes.

Liscano ensaya respuestas a preguntas que, avanzada la vida, nos planteamos: ¿quiénes fueron mis padres?, ¿cómo eran realmente?, ¿qué sé de ellos?
Su prosa descarnada, directa, tajante, reconstruye la historia de una familia con esa terquedad que lo caracteriza, que no da el brazo a torcer: imágenes bellísimas, postales de una época, no solo la suya, sino la de todo un país, en tiempos que lo signaron y lo convirtieron en lo que es: un poderoso escritor. Un escritor profundamente humano y honesto, que no reniega de sus orígenes ni los olvida: «Siempre sentí rechazo, cuando se habla del bienestar en el Uruguay “de las vacas gordas”. […] Las vacas serían gordas, pero no eran nuestras».

Los orígenes; es la argamasa, la arcilla, el suelo, sobre los que crece su obra, indisolublemente ligada a aquel niño que a los cinco años llegó a La Teja, a la que siempre regresa, y nos hace regresar. Aquel niño cuyos «padres eran gente sencilla, trabajadora. Ejercían el derecho a votar cuando correspondía. Ese era el único momento en que existían para el Estado. Para la Historia eran ingrávidos, nada pesaban. […] La Historia los determinaba, como a todos, y no tenían la más mínima capacidad de influir en la Historia, que podía muy bien haber prescindido de ellos sin que se notara». Ana Solari.

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