El gobierno del Frente Amplio y la derecha global

(Segunda entrega de cuatro partes)

El cuidado de nuestra casa

La nueva derecha global es arrogante y prepotente y está dispuesta a pisotear los intereses fundamentales de todos los habitantes de la tierra.

Esta afirmación no es retórica. Se ajusta estrictamente al enorme desprecio que siente por todo aquello que pueda ir en conrtra de sus intereses para seguir acumulando más riqueza, aún a costa de poner en riesgo nuestra viabilidad como especie.

Y ello es particularmente preocupante cuando desde un poder cada vez más concentrado a escala global, se promueve un activo sabotaje a todos los intentos de la comunidad internacional por defender al planeta de la violenta agresión que significa el modelo irresponsable de extracción y producción de bienes y servicios, especialmente por parte de las naciones y las grandes corporaciones transnacionales más poderosas.

El Papa Francisco ha exhortado al mundo a proteger nuestra casa común llamando a toda la familia humana a unirse en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral. Para Francisco  la humanidad todavía posee la capacidad para defender la preservación del planeta. Su  convocatoria no es abstracta pues advierte que muchos de los esfuerzos que se realizan para enfrentar la crisis ambiental son frustrados por el rechazo activo de los poderosos, que cada vez están acumulando mayor poder global.

Derechistas históricos como el recientemente fallecido Le Pen en Francia, tenían una larga tradición de negacionismo ambiental, y por cierto, también de otros hechos históricos contundentes como el genocidio nazi.

En una línea claramente negacionista, durante su primer campaña presidencial Trump no vaciló en afirmar que el calentamiento global es «un concepto creado por los chinos con el fin de hacer que la industria manufacturera estadounidense pierda competitividad». Luego denunció el Acuerdo de París y retiró a los Estados Unidos del Fondo Verde. En su primer mandato impulsó el extractivismo fósil mediante la eliminación de la gran mayoría de los sistemas de evaluación de impactos, suprimió medidas de regulación y control, abolió disposiciones para promover la eficiencia energética de los motores de los automóviles, entre una extensa gama de atropellos ambientales.

Otro criminal ambiental que fue desplazado por el voto popular del gobierno del mayor país de América Latina fue Jair Bolsonaro en Brasil quien, como fiel ejecutor del ejemplo de Trump, aplicó una política de deforestación y destrucción de los pueblos del Amazonas, promoviendo de manera descarada los agronegocios y el sector minero. Congruente con su ideología extrema, impulsó una línea racista contra los pueblos originarios, amenazando en forma discursiva y práctica con hacerlos desaparecer de la faz de la tierra.  Y para controlar el calentamiento del planeta no tuvo mejor idea que promover la regulación del crecimiento demográfico, especialmente de la población de menores recursos…

En la orilla de enfrente del Río de la Plata el presidente libertario Javier Milei, especialmente interesado en ser reconocido como uno de los grandes paladines de la extrema derecha internacional, afirma respecto a las cuestiones ambientales  que “todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas y buscan recaudar fondos para financiar vagos socialistas”. Esas afirmaciones sirvieron de sustento para retirar a la delegación argentina que estaba participando en la Cumbre Climática COP29  de las Naciones Unidas que se estaba llevando a cabo en Bakú, Azerbaiyán.

El mensaje que dejó el gobierno de Milei fue que “La República Argentina rechaza la imposición de regulaciones y prohibiciones impulsadas precisamente por los países que se desarrollaron gracias a hacer lo mismo que hoy cuestionan”, advirtiendo que quiere dejar en claro que objetará “cualquier intento de imposición de obligaciones que atenten” contra las necesidades nacionales de desarrollo económico.»

El problema de la defensa del medio ambiente es uno de los items de la agenda global con los cuales el gobierno del Frente Amplio deberá interactuar.

El cambio climático es una realidad grave. Hay evidencia científica que da cuenta acerca de los riesgos que el mismo representa para la salud de las personas y para la preservación del medio ambiente. Los cambios en el clima son cada vez más acelerados y tienen fuertes efectos sobre la economía y sobre la sociedad en su conjunto.

Las frecuentes olas de calor que golpean a vastas regiones del planeta se asocian a la expansión de enfermedades respiratorias y de origen alérgico. Se ha constatado la desaparición acelerada de múltiples especies de animales y vegetales, la disminución de la biodiversidad, el deshielo acelerado de los polos, la acidificación de los océanos, el aceleramiento de los procesos de erosión de tierras, la salinización de los suelos y la desertificación de inmensas áreas del planeta.

Como la actividad humana es la responsable de estos procesos, no estamos ante un fenómeno natural, sino ante un proceso cuya principal responsabilidad está asociada a la actividad de nuestras sociedades. No se trata de un fenómeno espontáneo sino que es el resultado del modo dominante de producción de riqueza.

La derecha niega al cambio climático. Y en alguna medida es lógico que lo haga. Porque el cambio climático es una cuestión política. La nueva derecha rechaza su inclusión en el campo de las políticas públicas, así como en la agenda global, aduciendo que dicho tema es producto de un ardid del socialismo populista internacional. A su entender ello es así porque el populismo colectivista es representado por hipócritas ilustrados que se creen moralmente superiores y aprovechan sus posiciones de poder real y burocrático para imponer sobre el conjunto de la sociedad sus ideas progresistas, entre las cuales, además de la lucha contra el cambio climático, está el derecho al aborto, el respeto a las minorías raciales, la aceptación de la diversidad sexual, el matrimonio igualitario. La nueva derecha ha acuñado un término para denostar al populismo progresista, al cual define como cultura “woke”. Y ello explica la importancia que le asignan a la nueva batalla cultural que está llevando adelante.

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