Es la última película realizada por Rodrigo Plá junto a su pareja, Laura Santullo, que fuera presentada hace poco con el lanzamiento del libro que dio origen al filme. Abarcando el complejo tema relacionado con el trastorno por déficit atencional con hiperactividad, el argumento se centra en una madre soltera que debe hacer frente a una situación delicada con respecto a su hijo y los problemas que atraviesa en un centro educativo.
No es la primera vez que la dupla Santullo-Plá aborda un tema con aristas que hacen a la colisión entre individuo y sistema ya que, de alguna manera, dicha temática se emparenta con otras realizaciones de los cineastas como “La demora” o “Un monstruo de mil cabezas”, marcando un enfrentamiento entre las instituciones que parecen dejar de lado urgencias que angustian a los ciudadanos de a pie. (Como el caso de una aseguradora que no atiende las necesidades de un enfermo necesitado de tratamiento especial o la negación de internar a un adulto mayor en un asilo).
Aquí la problemática tiene que ver con el uso indiscriminado de medicación con el propósito de “apaciguar” la inquietud desordenada del niño y la posibilidad de que la madre pierda la custodia legal si se niega a aceptar que su hijo siga consumiendo la droga de los laboratorios. De la misma manera, algún que otro dardo también está dirigido a ciertos ámbitos de la educación que no saben manejar imprevistos en el aula, por cierto.
Una película sin mayores estridencias pero que recoge esas injusticias subterráneas de la vida cuando el denominado sistema impone, casi por inercia, una forma de continuar en la supuesta normalidad. El registro que Plá decide aplicar para con la narrativa cinematográfica es pausado pero elocuente y logra un amplio impacto reflexivo en el espectador.
No por nada el largometraje ha obtenido varios reconocimientos en diversos festivales como una Mención Especial en la última competencia de Cinemateca, el Colón de Oro en Huelva, un Premio a la Mejor Dirección en Morelia y el Premio a Mejor Actriz en Tokio entre otras distinciones. (Cabe destacar, muy especialmente, la química que se advierte entre los protagonistas Julia Chávez y el niño Israel Rodríguez en una comunión actoral que potencia la empatía para con el espectador).
No estaría de más terminar esta breve nota recomendando que el filme debería ser visto por aquellos profesionales vinculados a la educación y/o la psiquiatría porque, a veces, una situación reflejada en la pantalla grande ilumina mucho más que ciertas teorías propuestas en los escritorios. Lo dicho, dicho está.