El diario El Mundo de España destaca la carrera del hijo de uno de los mayores músicos uruguayos. PabloPablo, nacido en Madrid en 1998 es casi una copia de su progenitor. «Los rasgos físicos y esa cadencia pausada al hablar ya le delatan como hijo de Jorge Drexler. Y si se le escapa la sonrisa, cosa bastante frecuente durante esta conversación, sólo nos faltaría el acento uruguayo para obtener el clon rejuvenecido del padre» se destaca en el artículo. Cuandos e le pregunta si ser hijo de Jorge Drexler beneficia o perjudica para una carrera musical, responde: «Las dos cosas. Ayuda por tener el privilegio de currar de repente con C. Tangana y hacerte su colega o poder estar rodeado de peña de la música. El perjuicio es intentar ser tan bueno como él, la comparación, y que se entienda que yo soy otra persona».
«Yo no pretendo huir de quien es mi padre, me encanta el apellido Drexler. Pero cuando el apellido lo relaciono con los carteles de mi padre cuando me iba de gira con él y con sus canciones, que no son las mías. No es tanto por ocultar mi nombre, que no se puede, sino que es por crear una nueva vida y que no distraiga un apellido» asegura el joven.
Y, a partir de aquí, se acaban las referencias al padre o a la madre, también cantante, Ana Laan. Aunque ellos dos son en gran medida los culpables de esta carrera musical que ahora arranca. Porque la infancia y adolescencia de PabloPablo son Los Beatles, Joao Gilberto, Bonn Iver, Caetano Veloso o James Blake. Son su etapa escolar en el colegio público integrado de música y danza General Padre Antonio Soler en San Lorenzo de El Escorial. Son sus estudios superiores de música en Londres.
Con esos mimbres, lo sorprendente sería que él no hubiera optado por la música. «Yo me siento viejo sacando música con 24 años, aquí todo el mundo es muy joven». Por el momento son tres singles los que ya ha publicado -el último, París, hace unos días- y un disco que viene en camino para el próximo 24 de junio.
Una mezcla de canciones románticas, de cantautor, con bases electrónicas que descubrió nada más aterrizar en Londres. «Me fascina el mundo club y los altavoces enormes y, cuando me fui a Inglaterra, me enamoré de su respeto por los clubs, que ahora hemos adoptado en España. Es una pena la pandemia porque ha frenado un crecimiento increíble de la escena electrónica y nocturna aunque parece que va a salir adelante». De la noche viene esa parte electrónica, pero antes hay un proceso de creación. «Primero es hacer canciones con la guitarra o el piano y luego contextualizar eso con el mundo cascos y altavoces para que suene guapo. Ahora mismo no me interesa una canción bonita, prefiero buscarle el lado raro a todo esto. Como han hecho Rosalía o Pucho, discos que la industria dice que no hay que hacer».
Para alguien que estudió música, eso revienta la idea academicista por completo de este arte. «Tener estudios no es necesario ni suficiente. Hay gente sin estudios haciendo cosas espectaculares. Para mí es una herramienta y cuando hago una canción intento ignorar todo lo que sé de armonía» asegura y cuandos e le pregunta si sigue habiendo cierto clasismo desde ese mundo a lo urbano responde: «Vamos a mejor, pero lo sigue habiendo y es muy evidente ese clasismo. Hasta en la música electrónica tienen un desdén hacia todo lo africano o latino. Es muy heavy porque rascas y queda el racismo. Toda la gente que tiene prejuicios con el reguetón acaba siendo por clasismo o racismo».
¿Puede venir de que la mayoría de gente que entra en esos mundos es de clase media alta?. para PabloPablo «es un ambiente que ya atrae a la gente privilegiada porque los instrumentos son caros. A mí mi familia me ayudó mucho en esto y eso que mis padres siempre han estado super abiertos a que hiciera lo que quisiera. Pero yo siempre he querido hacer música y nunca les tuve que explicar nada porque tengo colegas con mucho talento a los que les cuesta decirlo en casa porque les dicen que no se van a ganar la vida con ello. Yo no he luchado contra mis viejos para ser artista».