Retrato de Marilyn logra 195 millones de dólares

‘Shot Sage Blue Marilyn’, un retrato icónico de Marilyn Monroe ejecutado por Andy Warhol en 1964, se convirtió en la noche del lunes en el cuadro de arte moderno y contemporáneo más caro vendido en subasta. Fue en la venta de la colección de Thomas y Doris Ammann que Christie’s organizó en su sede de Nueva York, y la puja, la última de la velada, desbancó a Pablo Picasso como el artista más caro en subasta del siglo XX. Su ‘Les Femmes d’Alger (Version ‘O’)’, ejecutado por el pintor malagueño en 1955, se vendió en 2015 por 179,4 millones de dólares. El retrato de Marilyn llegó a 195 millones, lo que lo convierte además en la segunda obra más cara en subasta de la historia, después de la histórica venta del ‘Salvator Mundi’ de Leonardo Da Vinci en 2017, que alcanzó los 450 millones de dólares.

El cuadro de Warhol también es el más caro para un artista estadounidense, tras superar a su amigo y colaborador Jean-Michel Basquiat, del que se vendió un cuadro sin título con una de sus calaveras por 110 millones en 2017.

Pese a tanto récord, la sensación en la sala neoyorquina era de cierta decepción. Las expectativas por el retrato de Marilyn, con probabilidad la obra más codiciada de Warhol, eran enormes. «La posibilidad de comprar este cuadro ocurre una vez en la vida», aseguraba antes de la puja Alberto Mugrabi, un marchante de arte y miembro de la familia con la mayor colección privada de ‘warhols’, a ‘Artnet’. «No hay ninguna obra más importante que esta», añadía y sabía que sería difícil que alguna similar saliera al mercado a corto o medio plazo.

El cuadro forma parte de una serie de cinco retratos que Warhol hizo de la actriz. Si hubiera que quedarse con una imagen que explicara el universo del artista de Pittsburgh, su iconografía definida por la fama, la belleza, la muerte y el mercado, esta estaría entre las favoritas.

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«Marilyn Monroe era un clásico, una figura de santa. Una mártir», ha explicado a la revista ‘W’ Bob Colacello, el escritor que dirigió ‘Interview’, la publicación de Warhol. «Andy hacía pinturas religiosas para una cultura popular», aseguró sobre el artista de Pittsburgh, que tenía una gran conexión con la religión.

El cuadro tiene una muesca y una historia propia que añade valor para los coleccionistas. Warhol tenía los cinco cuadros apilados en The Factory, su estudio en el sur de Manhattan, desde donde agitaba la escena cultural neoyorquina. Un día pasó por allí Dorothy Podber, una fotógrafa y artista de ‘performance’ excéntrica, conocida por excentricidades como pasear un ocelote que tenía como mascota por Central Park. Podber preguntó a Warhol si podía «tirar» a los cuadros y Warhol entendió que se trataba de una fotografía. La artista sacó un revólver de su bolso y descargó una bala contra los cuadros. Solo uno de ellos resultó ileso. La cicatriz, sin embargo, es bella, y el incidente solo ha disparado el interés por las obras.

Los dueños de los cuadros de la serie da la medida de su importancia para el mercado del arte: es el trofeo definitivo para los coleccionistas. Peter Brant, Steve Cohen, Kevin Griffin y Philip Niarchos, ‘galácticos’ del coleccionismo, las tienen en sus salones. «He hablado con todos los otros que tienen los cuadros y nunca los venderán», aseguraba Mugrabi.

Pese a ello, el cuadro se quedó algo por debajo de la estimación de 200 millones de dólares.

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Y no se acercó a la escalada de pujas que anticipaban algunos, y que esperaban que empujara su precio incluso hasta los 400 millones de dólares.

No será porque Christie’s no se esforzó en ello. La casa de subastas acompañó a la venta de una campaña de marketing agresiva, en la que proyectó durante dos semanas la imagen de la obra sobre su fachada en Rockefeller Center, exhibió con fanfarria la obra en sus galerías -alfombra roja, sala oscura, Marilyn iluminada- y en la que habló del cuadro como «la esencia de todo Warhol, que define su posición en la historia del arte y en la cultura popular».

En la puja, el cuadro estaba colocado con teatralidad detrás del subastador, Jussi Pylkkanen, la gran estrella del mazo de Christie’s. Su corbata iba a juego con la tez lila del cuadro de Warhol, proyectado en el resto de muros de una sala aborratada, sin mascarillas, con decenas de especialistas de la casa de subastas conectados por teléfono con los grandes coleccionistas de todo el mundo. El desempeño del ‘warhol’ tenía pendiente a todo el mercado del arte, tras dos años de pandemia, con los estómagos de los coleccionistas hambrientos, pero en circunstancias -la guerra de Ucrania, inflación, incertidumbre- turbulentas.

La puja apenas duró cuatro minutos. Su protagonista, además de Pylkkanen y del rostro de Marilyn fue el de la cabellera plateada más célebre del mundo del arte: Larry Gagosian. El coleccionista y marchante estaba en la sala y él fue quien puso el precio definitivo. No estaba claro si Gagosian compraba la obra para él o para un cliente. De alguna manera, su puja cerraba un círculo. Él fue quien intermedió la venta del mismo cuadro en 1986 a los Ammann. Estaba expuesto en su galería de Chelsea y recibió la visita de Thomas Amman. «Él ni siquiera sabía que estaba en la galería», contó Gagosian, también a ‘Artnet’, tras la subasta. «Vino a ver otra cosa, pero lo compró en el acto».

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Solo el tiempo dirá si Gagosian, un zorro de los negocios del arte, ha comprado una ganga. Durante las dos próximas semanas, un aluvión de subastas en Nueva York, donde se esperan ventas totales de unos 2.000 millones de dólares, serán el termómetro del estado del arte. El precio de este Warhol, de momento, siembra dudas.

De lo que sí hay certeza es el destino de los millones pagados por el retrato y el resto de la colección Amman, que Thomas labró hasta su muerte en 1993, y que su hermana Doris continuó hasta su fallecimiento el año pasado. Su voluntad era que todos los ingresos de la venta de su colección fueran a fines benéficos, y se utilizarán para financiar un hospital que atiende a niños enfermos de todo el mundo con problemas para acceder a tratamiento. El comprador del Warhol tenía además la posibilidad de que el 20% del precio de la obra se dedique a una organización benéfica de su elección. Todavía falta saber si será una decisión de Gagosian o de otro gran coleccionista.

La artista que nunca posó para el artista

Corría agosto de 1962 cuando Marilyn Monroe era encontrada muerta en su casa ubicada en Los Ángeles. La causa de su muerte fue clasificada como “posible suicidio”, aunque una serie de irregularidades alrededor de su deceso despertaron la duda sobre el real motivo de su fallecimiento, a los 36 años de edad.

Un mes antes, en julio, Andy Warhol realizaba su primera exposición individual en la galería Ferusel de California. Su debut marcó el inicio del movimiento pop art en la costa oeste de Estados Unidos, movimiento artístico donde su nombre es un indispensable.

La partida de Marilyn fue un hito que remeció a toda la sociedad estadounidense. Y el artista no estuvo ajeno al impacto. Por la misma época, Warhol realizaba sus primeros acercamientos con la serigrafía, que muy pronto se transformó en su técnica predilecta. Era un método rápido y sencillo que, además, le permitía realizar modificaciones a las imágenes una y otra vez. Así, a pocos días de la muerte de Marilyn, comenzó a trabajar en una serie dedicada a la actriz con la que, además, perfeccionó su uso de la técnica. Fue una de las primeras pinturas donde el estadounidense aplicó la serigrafía, al mismo tiempo en que se inició en una práctica que sería frecuente en su obra: los retratos de famosos, que eran construidos a partir de fotografías tomadas por el mismo Warhol (aunque Marilyn nunca posó para él).

La serie inspirada en la actriz fue construida a partir de una imagen promocional de la película Niágara, traducida al español como Torrente pasional. El filme fue dirigido por Henry Hathaway y protagonizado por Marilyn Monroe y Joseph Cotten. Estrenado en 1953, su proyección fue todo un éxito en Estados Unidos, y es considerada por varios críticos como la película que consagró la fama de la actriz. Warhol recuperó la fotografía y la transformó en una iconografía de los sesenta, posicionándola como uno de los registros más famosos de Monroe.

Su rostro representaba ese estatus de celebridad que siempre fascinó al artista. Sobre lo que subyace a los cuadros de Marilyn, hay muchas interpretaciones que apuntan a que sería una referencia sobre la sociedad mercantil, que ve a las personas como productos. En su artículo Andy Warhol and Orange Marilyn, el crítico de arte Roger Kamholz apunta a que “en sus retratos (Warhol captura) las múltiples máscaras y disfraces que parecían obscuras, pero protegían y definían a Monroe: la actriz, el sex symbol, la inocente ingenua y el producto de Hollywood”. Pero el estadounidense no profundizaba más allá sobre el significado de su arte. Simplemente decía: “si quieres saber todo sobre Andy Warhol, basta con ver mis pinturas y películas y allí estoy. No hay nada más”. La primera obra con la imagen de la actriz fue Díptico de Marilyn, formado por cincuenta reproducciones de su rostro, las primeras 25 compuestas por colores brillantes y la otra mitad copiada en blanco y negro, representando la antítesis entre la vida y la muerte.

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