La cifra de desplazados internos ronda los 3,2 millones, mientras que la de refugiados sudaneses se acerca ya a los 700.000, a los que habría que sumar 195.
000 sursudaneses que han decidido retornar a su país en estos últimos meses, ha explicado este martes el portavoz de ACNUR, William Spindler, durante una comparecencia ante los medios.
Dentro de Sudán, la situación es «insostenible», y en zonas como el estado de Nilo Azul faltan medicinas y personal en los diez campos de refugiados. «Los servicios de salud mental y apoyo psicosocial prácticamente no existen», ha dicho, al alertar de que ni siquiera en estos enclaves está garantizada una ayuda básica.
La falta de comidas y medicinas aumenta también el riesgo de muerte entre quienes se han visto obligados a moverse para escapar de la violencia y la ONU tiene constancia de más de 300 muertes entre el 15 de mayo y el 17 de julio, en su mayoría de niños menores de cinco años, como consecuencia del sarampión y la desnutrición –«esta cifra probablemente aumentará», apostilla el portavoz–.
Además, «se esperan más casos de cólera y malaria en los próximos meses debido a las inundaciones provocadas por las lluvias constantes y a la falta de instalaciones adecuadas de saneamiento», ha añadido Spindler.
Al otro lado de las fronteras, «la situación es igualmente grave», como lo demuestra la muerte de 57 niños menores de cinco años en Renk, Sudán del Sur. De ellos, 15 murieron la semana pasada, ha lamentado Spindler, al exponer una situación que se replica también en Chad y en otros puntos de destino para los miles de refugiados que han huido a la desesperada.