La actividad física son los movimientos corporales producidos por los músculos esqueléticos que requieren consumir energía. En la práctica, consiste en cualquier movimiento, realizado incluso durante el tiempo de ocio, que se efectúa para desplazarse a determinados lugares. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ejercicio es muy beneficioso para la salud física y mental.
En el adulto, ayuda a prevenir y controlar enfermedades no transmisibles como las cardiovasculopatías, el cáncer y la diabetes; reduce los síntomas de la depresión y la ansiedad; y favorece la salud cerebral y el bienestar general. En los niños y adolescentes, promueve la salud de los huesos, estimula el crecimiento y el desarrollo saludables de los músculos y mejora el desarrollo motor y cognitivo.
Cuando no se practica, aumenta el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles (ENT) y otros problemas de salud. Conjuntamente, la inactividad física y los hábitos sedentarios contribuyen a aumentar las ENT y suponen una carga para los sistemas de salud. De igual forma, la inactividad física es uno de los principales factores de riesgo de mortalidad por enfermedades. Las personas que no hacen suficiente ejercicio presentan un riesgo de mortalidad de un 20% a un 30% superior al de las que son suficientemente activas.
Según las estimaciones, si no se aumenta la actividad física, los sistemas públicos de salud tendrán un gasto de unos 300 mil millones de dólares para el 2030. Con todos estos beneficios y riesgos, las instituciones sanitarias del mundo se enfocan en el ejercicio como primera medida de prevención para las enfermedades.
Por último, la OMS recomienda que los adultos realicen al menos 150 minutos de actividad aeróbica moderada por semana. Para los niños y adolescentes, se recomienda un promedio de una hora al día.