China y el tenis de mesa: el secreto detrás de una hegemonía histórica

El ping pong, deporte nacional de China, basa sus resultados en un modelo deportivo y cultural.

Los chinos juegan al ping pong en los parques.

Con la obtención de su tercer título consecutivo en la Copa Mundial por Equipos Mixtos de la Federación Internacional de Tenis de Mesa (ITTF), esta vez derrotando a Japón por 8-1 en Chengdu, China vuelve a demostrar una hegemonía que lleva décadas construyéndose. El país no solo gana: domina con una constancia que no tiene equivalentes en ningún otro deporte.

Según la propia ITTF, en el top 10 de los mejores jugadores del mundo China ocupa los primeros puestos tanto en la categoría femenina como en la masculina, con figuras como Sun Yingsha y Wang Chuqin. Pero esta supremacía no es casual. En China, el tenis de mesa es considerado el deporte nacional, y detrás de ese estatus hay un sistema cultural, deportivo y estratégico que ningún otro país ha logrado igualar.

Desde que el ping pong se convirtió en disciplina olímpica en Seúl 1988, los atletas chinos han marcado el ritmo. Hasta Tokio 2020 ganaron 37 de las 42 medallas de oro posibles. Desde 1996 solo cedieron el oro dos veces: en individuales masculinos en Atenas 2004 y en dobles mixtos en Tokio 2020. Nada de esto surge de la nada. Cada medalla es resultado de un modelo de formación extremadamente exigente, un entrenamiento científicamente diseñado y un ecosistema deportivo construido para sostener la excelencia.

Equipo Mixtos campeón en la Copa Mundial ITTF 2025.

Entender por qué China es tan fuerte en este deporte implica mirar más allá de las mesas y las paletas. Basta con recorrer las calles y parques de Beijing o de cualquier ciudad del del interior del país para verlo: el ping pong está en las escuelas, en las universidades, en los parques como El Templo del Sol, de la capital, con mesas públicas de uso gratuito, e incluso en los complejos barriales donde adultos mayores compiten mano a mano con jóvenes. En China las mesas al aire libre son tan comunes como las canchas de fútbol en Sudamérica. Esa presencia cotidiana genera un fenómeno único: millones de personas crecen jugando, lo que convierte al país en una cantera inagotable de talento.

Esa masividad permite identificar futuros campeones desde edades muy tempranas y alimenta un sistema sumamente competitivo. Los jóvenes que destacan ingresan a academias especializadas donde entrenan varias horas al día, combinando técnica, táctica y preparación física. El nivel interno es tan alto que ganar un campeonato provincial ya es un logro enorme. Y llegar a la selección nacional es casi una hazaña: se enfrentan a una densidad de jugadores de élite que hace que, para muchos, competir dentro de China sea más difícil que un Mundial.

En el alto rendimiento, la metodología de entrenamiento china es reconocida por su precisión científica. Los equipos trabajan con análisis de datos, estudios de video, robots lanza-pelotas y sesiones diseñadas para simular los estilos de juego de los rivales internacionales. Para cuando enfrentan a un oponente, ya han estudiado cada detalle de su técnica. China no solo perfecciona su propio estilo: se prepara exhaustivamente para anticipar el de los demás.

El resultado se ve en los podios. Desde el inicio del nuevo milenio, solo en contadas ocasiones, 2003, 2013 y 2017, China no consiguió todos los oros en el Campeonato Mundial. En ese mismo período, apenas una vez, en 2010, el equipo femenino de Singapur logró arrebatarle un título. En la Copa del Mundo masculina, China perdió el título sólo cinco veces en veinte años; en la femenina, nunca desde su inauguración en 1996. En la Copa del Mundo por Equipos, iniciada en 1990, solo tres ediciones se escaparon del dominio chino.

DENG Yaping ganadora del oro en las Olimpiadas de 1992 y 1996.

A nivel individual, varias leyendas chinas del tenis de mesa han completado el “grand slam” del deporte, ganando Juegos Olímpicos, Campeonato Mundial y Copa del Mundo. La primera fue Deng Yaping, con oros en Barcelona 1992 y Atlanta 1996, además de múltiples títulos mundiales y de Copa del Mundo. Zhang Yining, otra figura histórica, es la única jugadora en lograr dos veces el Grand Slam. En el equipo masculino, Liu Guoliang, hoy entrenador, fue el primer chino en conseguirlo: ganó el oro olímpico en 1996, la Copa del Mundo ese mismo año y el Mundial en 1999.

Finalmente, el tenis de mesa también tiene un valor simbólico y político en China. La famosa “diplomacia del ping pong” de los años 70, que ayudó a acercar a China y Estados Unidos, reforzó su papel como herramienta de reputación nacional. Eso consolidó un apoyo estatal sostenido que mantiene al deporte como una prioridad estratégica.

Equipo masculino de China en los JJ.OO de Río 2016.

El conjunto de estos factores explica por qué China es tan fuerte en el tenis de mesa. No se trata solo de tradición o talento, sino de un modelo integral: masividad, disciplina, innovación, una competencia interna feroz y una cultura que celebra y exige excelencia. Mientras este sistema siga funcionando, el dominio chino difícilmente encuentre rival.

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