Durante el desarrollo de una guerra armada o conflicto bélico, los civiles son los que más sufren y tienen daños irreparables, pero desde el 2001 se comenzó a concientizar sobre el daño que sufre el medio ambiente que sirve de escenografía de estos bombardeos o peleas cuerpo a cuerpo.
Algunas causas de los conflictos armados internos pueden ser: desigualdades sociales, crisis económica interna, movilización de sectores descontentos de la población, pugna por el control de los recursos económicos y hasta desacuerdos ideológicos.
Ajeno a los conflictos armados y la guerra, el medio ambiente paga una factura muy alta por el desarrollo de esos enfrentamientos: pozos de agua contaminados, cultivos quemados, bosques talados, suelos envenenados y fauna aniquilada, todo lo cual pone en peligro la paz y la seguridad a largo plazo.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), advierte que en los últimos 60 años el 40% de los conflictos internos se relacionan con la explotación de los recursos naturales: madera, diamantes, oro, minerales, petróleo, tierra fértil y agua. Algunos conflictos armados actuales son: guerra entre Israel y Gaza, guerra de Rusia en Ucrania, conflicto en Oriente Próximo.
Por ejemplo en la Franja de Gaza, la PNUMA informa que los impactos ambientales de la guerra en esa zona no tienen precedentes; según una evaluación preliminar, la contaminación del suelo, el agua y el aire va en un rápido aumento y a riesgos de daños irreversibles en sus ecosistemas naturales. El PNUMA reitera el llamamiento a un alto el fuego inmediato para proteger vidas y, en última instancia, ayudar a mitigar los impactos medioambientales del conflicto.
Durante décadas, el medio ambiente de Gaza se enfrentó a la degradación y la presión sobre sus ecosistemas, consecuencia de los conflictos recurrentes, la rápida urbanización, la alta densidad de población, las condiciones políticas y la vulnerabilidad de la región al cambio climático. Se calcula que el conflicto ha generado 39 millones de toneladas de escombros, y por cada metro cuadrado de la Franja de Gaza hay ahora más de 107 kg de escombros.
Esta cantidad es más de cinco veces superior a la generada por el conflicto de 2017 en Mosul (Irak). Los escombros plantean riesgos para la salud humana y el medio ambiente, por el polvo y la contaminación con artefactos explosivos sin detonar, amianto, residuos industriales y médicos, así como otras sustancias peligrosas.
Los restos humanos enterrados bajo los escombros deben tratarse con sensibilidad y de forma adecuada. La limpieza de los escombros será una tarea masiva y compleja, que debe comenzar lo antes posible para permitir que se lleven a cabo otros tipos de recuperación y reconstrucción.
Para preservar el ambiente, es necesario tener estrategias para la prevención de los conflictos y la preservación de la paz y su consolidación, porque no puede haber paz duradera si los recursos naturales, que representan la sostenibilidad de las comunidades y los ecosistemas, son destruidos.
Por el contrario, ecosistemas saludables y recursos naturales gestionados de manera sostenible reducen el riesgo de conflictos armados. Proteger el medio ambiente en tiempos de conflicto armado representa la subsistencia y la resiliencia de las sociedades, la prevención de nuevos conflictos y la obtención de paz.