A los 91 años, murió en Múnich el bajo-barítono neozelandés Sir Donald McIntyre, uno de los cantantes wagnerianos más importantes de la segunda mitad del siglo XX y figura central del Festival de Bayreuth durante casi tres décadas.
Nacido el 22 de octubre de 1934 en Auckland, McIntyre no pensó inicialmente en la ópera. Estudió para maestro de escuela y solo a los 24 años, mientras cantaba en un coro amateur, un profesor descubrió su voz de bajo-barítono de timbre oscuro y extraordinario volumen. En pocos años pasó de las aulas a los grandes escenarios.
Su debut profesional tuvo lugar en 1959 en la Welsh National Opera. En 1967 llegó a Bayreuth invitado por Wieland Wagner y, desde entonces, su nombre quedó indisolublemente ligado al “cerro sagrado”. Entre 1967 y 1990 interpretó prácticamente todos los grandes roles wagnerianos de su cuerda.
Fuera del repertorio wagneriano, fue un temible Scarpia (Tosca), un Iago (Otello) de escalofriante maldad, un Kaspar (Der Freischütz) inolvidable y un Pizarro feroz. Cantó en el Metropolitan Opera, Covent Garden, la Staatsoper de Viena, la Ópera de París, la Scala, Chicago y Sídney, entre muchas otras casas.
Su voz combinaba potencia granítica con una expresividad casi hablada y una dicción de cristal, cualidades que lo hicieron ideal para los largos monólogos wagnerianos y para la revolución teatral de Chéreau-Boulez, donde el dios Wotan dejó de ser una estatua para convertirse en un ser humano vulnerable, en crisis, casi contemporáneo.

