El reuma deformante

Conocido en términos médicos como artritis reumatoide (AR), es una enfermedad autoinmunitaria crónica.

Se estima que afecta a aproximadamente el 1% de la población mundial, siendo más común en mujeres que en hombres, con una relación de 3:1. La AR puede aparecer a cualquier edad, aunque es más frecuente en personas de mediana edad.

La causa exacta de la artritis reumatoide no se conoce, pero se considera que es el resultado de una combinación de factores genéticos, ambientales e inmunológicos. En individuos predispuestos, el sistema inmunitario ataca por error el revestimiento de las articulaciones, conocido como membrana sinovial, lo que lleva a una inflamación crónica. Este proceso inflamatorio puede dañar el cartílago y el hueso subyacente, resultando en la deformidad de las articulaciones afectadas.

Los síntomas de la artritis reumatoide incluyen rigidez matutina que dura más de una hora, hinchazón en las articulaciones, fatiga, fiebre y pérdida de peso. La rigidez y el dolor son típicamente simétricos, afectando ambas manos, muñecas, rodillas y pies. A medida que la enfermedad progresa, puede haber deformidades visibles, como los dedos en forma de «martillo» o «cuello de cisne». El diagnóstico de la artritis reumatoide se basa en una combinación de síntomas clínicos, exámenes físicos, análisis de sangre (como el factor reumatoide y anticuerpos anti-péptidos cíclicos citrulinados) y estudios de imagen, como radiografías o ecografías, que ayudan a evaluar el daño articular.

El tratamiento de la artritis reumatoide se centra en controlar los síntomas y prevenir el daño articular. Los medicamentos antiinflamatorios no esteroides (AINE) son frecuentemente utilizados para aliviar el dolor y la inflamación. Sin embargo, los fármacos modificadores de la enfermedad (FAME), como el metotrexato, son fundamentales para ralentizar la progresión de la enfermedad y reducir el riesgo de deformidades. En algunos casos, se pueden usar medicamentos biológicos que actúan sobre el sistema inmunitario para mejorar los síntomas y la calidad de vida de los pacientes. Además del tratamiento farmacológico, la fisioterapia y la terapia ocupacional son esenciales para mantener la movilidad y la función de las articulaciones. Los ejercicios suaves y la educación del paciente son cruciales para manejar la enfermedad de manera efectiva. La cirugía puede ser considerada en casos severos donde hay un daño significativo en las articulaciones.

Es importante que los pacientes con artritis reumatoide trabajen en estrecha colaboración con su equipo de atención médica para establecer un plan de tratamiento personalizado. La detección temprana y el tratamiento adecuado son clave para mejorar el pronóstico y la calidad de vida de quienes padecen esta enfermedad.

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