El tesoro de las hermanas Masilotti

El barrio Palermo encierra muchas historias, entre ellas una que involucra a la necrópolis capitalina.

Clara y Laura Masilotti, de origen italiano, arribaron a Montevideo desde los Estados Unidos en 1951 en búsqueda de un tesoro oculto aparentemente en el Cementerio Central, ubicado en la avenida Gonzalo Ramírez entre las calles Carlos S. Viana y Domingo Petrarca, en el Barrio Palermo.

Comenzados los trámites para la excavación con el gobierno uruguayo, la sociedad entera y sobre todo la iglesia estuvieron muy cerca de los sucesos. La prensa se mantuvo activa viendo los pasos de las hermanas y el pueblo uruguayo se dividió en dos, aquellos que apoyaban a las hermanas Masilotti y quienes no estaban de acuerdo en que se realizaran las excavaciones en camposanto junto con la iglesia católica.

Clara Masilotti, había llegado con un mapa muy viejo que se lo había dejado su padre, donde el mismo había anotado donde estaba ubicado el tesoro, figurando los nombres de las calles Gonzalo Ramírez, Yaguarón y Ejido. Marcando el tesoro más precisamente en un costado del Panteón Nacional, en la entrada del camposanto. A su vez, contaban con un inventario de lo que contenía el tesoro, como piedras preciosas, diamantes, oro, coronas de reyes, obras de arte, pinturas de Miguel Ángel, documentación histórica valiosa e incluso objetos provenientes de los incas.

Era incalculable el valor de todas esas reliquias que se hallaban bajo el piso de la necrópolis montevideana, plagada de túneles y catacumbas. La seguridad de dichas hermanas era tanta, que buscaron el apoyo de reconocidos abogados, entre ellos el ex presidente Juan José de Amezaga y movilizaron al país hasta lograr la aprobación para excavar.

La primera excavación se realizó el 21 de mayo de 1951, sobre el lado oeste del cementerio. Fue tanta la concurrencia del pueblo que decidieron realizar los trabajos en la noche, para permitir tranquilidad a quienes fueran a visitar a sus difuntos y no se sintieran rodeados de máquinas, prensa y espectadores. Pasadas dos semanas, no lograron encontrar rastros de dicho tesoro y esto desencadeno diversas teorías de su origen.

Algunas personas afirmaban que Don José María Mastai Ferretti, posteriormente nombrado Papa Pio IX, visitó Montevideo donde mantuvo un romance del cual surgió un niño, él mismo habría enviado el tesoro como obsequio para su decendencia. Ese niño, sería el padre de las hermanas Carla y Laura. Por otro lado, se dice que fue el quien lo dejo escondido en la casa de Manuel Ximénez Gómez, donde Mastai vivió un tiempo.

Otra de las historias afirma que el abuelo de las hermanas era un cardenal italiano, que fue excomulgado por la iglesia católica en 1750 y posteriormente, engaño a la gente pidiendo donaciones en varios lugares hasta lograr un enorme tesoro; al levantar sospechas, huyó a Uruguay. Para pasar desapercibido, se alistó en el regimiento de Garibaldi y fue en su casa donde escondió el tesoro hasta que falleció una de sus hijas, Rosa y decide enterrarla con el tesoro en el Cementerio Central. La intención fue mantener el tesoro seguro durante muchos años.

El padre de las hermanas Masilotti, viaja en dos ocasiones a nuestro país en búsqueda del tesoro enterado junto a Rosa, sin tener suerte. La primera, en 1874 durante el gobierno de José Ellauri, cuando termina preso por ser considerado sospechoso. Treinta años después, en 1904 decide volver a Uruguay cuando nos encontrábamos en plena Guerra Civil; donde recibe un disparo en el momento que intenta abrir la tumba donde se encontraría el tesoro y escapa a Estados Unidos sin haber logrado su cometido.

El segundo intento de hallazgo por Laura y Clara, se da en el año 1956, también dentro del cementerio. Las hermanas Masilotti ya estaban algo impacientes al ver que no se lograban resultados positivos. Hay registros que dicen que, en ese mismo año, un periodista de “El Diario”, Humberto Dolce, para avivar la llama de los acontecimientos, tiraba monedas en los pozos para realizar notas sobre los primeros hallazgos del tesoro y así mantener a la sociedad comprometida e interesada en el caso.

El tercer y ultimo intento, fue en 1971, donde tampoco tuvieron éxito.  20 años de búsqueda agotaron a las hermanas que decidieron dejar de buscar el famoso tesoros que no solo les había llevado tiempo, sino mucho dinero invertido.

Existen varias teorías sobre el porque nunca se encontró el tesoro en el cementerio, una de ellas alude al temporal de julio de 1923, donde gran parte de la rambla montevideana se vio azotada por olas de 3 metros de altura y vientos de 150 km / h, que probablemente, la naturaleza se haya hecho cargo del tesoro o sigua enterrado en algún túnel por debajo de nuestra rambla.

Otra de las teorías, es la puerta de acceso al cementerio, se cree que las hermanas se confundieron al leer las coordenadas ya que la puerta de entrada principal no era por la Av. Gonzalo Ramírez, sino por Carlos S. Viana.

También se rumora, que los cuerpos podían haber sido trasladados debido a obras realizadas en el cementerio, perdiendo allí la ubicación del tesoro.

Otra de las posibilidades es que las hermanas nuevamente al interpretar mal el mapa no tuviesen en cuenta que “Cementerio Central o Municipal” hay en todos los departamentos del país, y el de Salto, es muy similar a los dibujos que ellas presentaron.

Pero la teoría que más popularidad gana es la de la Fábrica Strauch & CIA, ubicada en la vereda de enfrente del cementerio Central de Montevideo, donde excavaron muy profundo para construir una fábrica, donde encontraron túneles y en ellos el tesoro. Agradecidos por esto, crearon una marca de jabones de creolina que llamaron “La buena estrella” con un logo de una estrella de cinco puntas (que se puede vincular a la masonería, Garibaldi y Masilotti). A su vez, el hermano del dueño de dicha fábrica, tenia una joyería ubicada en la calle 25 de mayo.

Hay un sinfín de teorías, entre ellas se rumoró que Clara y Laura Masilotti hallaron el tesoro en sus 20 años de búsqueda, pero no quisieron que la prensa se enterara por lo cual nunca lo hicieron público.

Nunca sabremos si el tesoro existió, si las hermanas pudieron encontrarlo o si fue la inversión que necesitaba una fábrica para volverse millonarios. Lo que, si nos consta, es que se convirtió en una de las historias más contadas y seguirá pasando de generación en generación.

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