Más alivio que algarabía: no podemos desconocer que fue muy escaso el margen del triunfo del humanismo sobre el fascismo.
Bolsonaro nunca tuvo límites desde el poder, da espanto saber que en nuestro país hubo gente y líderes políticos que celebraron su ascenso al poder, desembozadamente. Tampoco ahora ocultaron su preferencia por el continuismo de ese déspota, retardado social, insensible, misógino y delirante. Patético.
Bolsonaro utilizó la maquinaria del Estado para implantar la violencia, que se llevó la vida de miles de militantes políticos y sociales, entre ellos Marielle Franco, mujer negra y lesbiana, defensora de los derechos humanos, concejala del Partido del Socialismo y Libertad; que se llevó la vida del periodista británico Dom Phillips y de Bruno Pereira, mientras trabajaban en defensa de las comunidades nativas y el ambiente en la Amazonía.
Bolsonaro expandió el negocio de armas y de las milicias parapoliciales. Y para muestra de ello está lo que todos vimos horas antes de la segunda vuelta electoral del pasado domingo 30 de octubre: la diputada Carla Zambelli, mano derecha de Bolsonaro, persiguió y apuntó con un revólver a un hombre negro en las calles céntricas de São Paulo. El hombre había osado decirle que ganaría Lula. Fiel reflejo del sentimiento de ciertas clases altas y blancas brasileñas que nunca pudieron aceptar la conquista de derechos de las clases populares.
Bolsonaro y su banda dejan a Brasil con treinta y tres millones de personas que cada día no tienen qué comer. Privatizaron los almacenes públicos de alimentos básicos que contenían los precios: el Estado dejó de intervenir en el alza del costo de la canasta básica.
La derecha y los anti política dicen que todos los políticos son iguales. Pero saben perfectamente que no es verdad. Mientras Lula terminó con el hambre para decenas de millones de brasileños con Bolsonaro el hambre, la miseria y la pobreza extrema se reinstalaron. Mientras Lula redujo la desforestación del Amazonas en un 80%, con Bolsonaro se aumentó la desforestación del Amazonas y las emisiones de carbono.
Lula, a quien encerraron e intentaron enterrar vivo, salió de la cárcel sin odio ni sed de venganza y con el firme propósito de regresarle al pueblo brasileño el derecho a ser feliz: “en lo que a nosotros respecta, no habrá falta de amor. Cuidaremos mucho de Brasil y del pueblo brasileño. Viviremos en una nueva era. De paz, de amor y de esperanza. Un tiempo en el que el pueblo brasileño volverá a tener derecho a soñar. Y las oportunidades de hacer realidad sus sueños”.
El Brasil de Bolsonaro fue devastado por la injusticia social, el fomento del odio y la intolerancia. Lula asumió el compromiso de reconciliar a su pueblo, volver a hacer funcionar las instituciones democráticas, equilibrar la economía, proteger el ambiente y encausar a la gran nación norteña en el mapa mundial. No va a ser tarea sencilla.
Con Lula en Brasil, Boric en Chile, Petro en Colombia, el progresismo vuelve a germinar y avanza en América Latina. Pero no podemos ser ingenuos: la derecha no reconoce los límites institucionales. Ya lo ha demostrado. Los informativos volverán a llenarse de noticias sobre rumores de cada gobierno de izquierda haya en nuestro continente. Así mellan la confianza ciudadana y socavan la institucionalidad. Debemos estar atentos. Debemos estar alertas. Debemos estar unidos. Debemos seguir peleando por los sin voz … por los nadies de Eduardo Galeano, encarnados en Lula y en Francia Márquez, mujer, negra, valiente, peleadora, pacifista, inspiradora.
Nadie está solo y acá no se rinde nadie.
Gracias por devolvernos la esperanza!