Los pobres recuerdan al Padre Carlos Mugica,esa noche del asesinato tenía cuarenta y tres años , como era habitual en él, vestía todo de negro, siempre elegante: campera de fibra sintética, polera de algodón, pantalón de cordero; llevaba mocasines color marrón oscuro; nunca usaba sotana, la camisa especial de los curas que termina en un cuello redondo y blanco.
La noche era fría y una leve llovizna mojaba mientras caminaba por el pasillo de la casa parroquial de San Francisco Solano, en Villa Luro, un tranquilo barrio porteño de casas bajas.
Había oficiado la misa de los sábados y se dirigía a la salida para cruzar la calle Zelada,buscaba subirse a su traqueteado Renault 4S verde oliva metalizado y llegar lo más rápido posible a la casilla de su amigo Drácula Serrano, que lo esperaba con un asado en la villa miseria de Retiro, el lugar elegido por el cura como centro de su intensa tarea pastoral en favor de los pobres.
Otras dos personas acompañaban a Mugica aquel lúgubre 11 de mayo de 1974 a las ocho y cuarto de la noche: Carmen Judith Artero de Jurkiewicz, más conocida como María del Carmen, treinta y nueve años, separada, y Ricardo Rubens Capelli de treinta y siete años, soltero; ambos colaboraban con él en la villa de Retiro en sus ratos libres.
Al menos 4 de los disparos darían en el cuerpo del sacerdote con balas de 9 milímetros, según surgiría de la autopsia posterior. Los fogonazos de la encerrona iluminarían por segundos la escena del crimen. Mugica empezaba a desmoronarse sobre la pared de una de las casas contiguas a la parroquia San Francisco Solano, en Zelada 4771, en Villa Luro, casi en la frontera con Mataderos, zona de casas bajas y viviendas populares.
Un poco de historia.
El párroco fue uno de los que estuvo en el avión de Alitalia que aterrizó en Ezeiza el 17 de noviembre de 1972 para traer de regreso a Peron tras largos años de exilio. En las elecciones del año siguiente estuvo a punto de integrar la lista del FreJuLi como candidato a diputado nacional.
Ya con Perón en el Gobierno, las diferencias internas en el oficialismo se incrementaron. Desde el ala derecha del peronismo se impulsó la creación de Alianza Anticomunista Argentina (AAA), que se encargó de perseguir y asesinar a dirigentes de los sectores vinculados con la Tendencia Revolucionaria: políticos, artistas, intelectuales, militantes y curas.
La decisión de renunciar a la asesoría que brindaba al Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega, en medio de una multitudinaria asamblea villera, lo terminó de enfrentar con los sectores reaccionarios del peronismo y se convirtió en blanco de la Triple A. Distanciado también de los integrantes de la cúpula de Montoneros, Mugica sabía que su vida corría peligro y que una bala podría encontrarlo en cualquier momento.
«Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición», supo pronunciar el Padre Carlos, luego de que el 2 de julio de 1971 una bomba explotara frente al edificio de Gelly y Obes 2230 donde vivía su familia.
La noche de la ejecución sobrevivió unos minutos,fue ingresado al hospital a las nueve de la noche muy mal herido, con el rostro “pálido, sudoroso, frío”, en un “intenso estado de shock hipovolémico” o hemorrágico por la pérdida de muchísima sangre debido a los cuatro balazos que habían impactado en su cuerpo: uno en la parte derecha del abdomen, que le perforó el estómago y salió por el flanco lateral izquierdo; los otros dos en el hemitórax izquierdo, sin orificios de salida, y el último en el antebrazo izquierdo, por debajo del codo, donde le fracturó el cúbito y el radio.
Horas después desde el hospital donde se lo asistió anunciaban su fallecimiento.
Un faro para los barrios pobres era el asesinado.
Los curas villeros fueron a buscar a Jesús en donde siempre se encuentra, entre los últimos de la fila.
Mugica vive en el Hogar de Cristo.
Vive en la comunidad organizada.
Mugica vive en el corazón del pueblo.
Y hace cincuenta años que sus asesinos continúan impunes, mientras unos y otros, culpables POR IGUAL de la violencia desatada en el país se acusan mutuamente por la muerte del padre Múgica. Conclusión, era una molestia PARA TODOS.