En el mismo sitio, en junio del año pasado, se habían hallado los restos de la militante comunista Amelia Sanjurjo Casal, los cuales fueron identificados un año después. Con anterioridad, el 21 de octubre de 2011, se descubrieron los restos del maestro Julio Castro.
Asimismo, a solo unos metros del lugar donde se encontraron los restos de Castro, el 15 de marzo de 2012 se hallaron los restos de Ricardo Blanco, militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR) y miembro de la Agrupación de Usinas y Teléfonos del Estado (AUTE) y del Plenario Intersindical en Mercedes.
“Compañeros nos acaban de comunicar que después del mediodía se produjo un nuevo hallazgo de un cuerpo en el Batallón 14 de Toledo, está trabajando todo el equipo de Antropólogos, no se sabe más nada aún, van informar Familiares y la INDDHH”, dice otro mensaje que circula a través de grupo de DDHH en WhatsApp.
Primero dijeron que no había desaparecidos. Luego, que no habían desaparecido acá en Uruguay. Después que eso sí, jamás habían secuestrado un niño. Cuando se acumulaban las evidencias, que nunca, nunca había desaparecido un niño en nuestro país. Hasta llegaron a decir que los secuestrados y desparecidos esaban veraneando desde hacía 50 años en Europa. Y de frutilla en la torta, que los pariente y sobrevivientes se hicieron detener y torturar para reclamar, medio siglo después una indemnización. Pero la verdad está ahí, incambiable, insobornable. Aparecieron niños hijos de desaparecidos, aparecen restos desaparecidos, y los genocidas y sus allegados siguen alegando inocencia. Y pidiendo prisión domiciliaria. Parece que a los 65 un carpintero, albañil o panadero puede seguir trabajando porque todavía es joven. Pero si es un militar genocida es un viejito que no puede estar preso, ni siquiera en una cárcel VIP como la que tienen los represores uruguayaos.