La China que conocemos

El secreto del éxito chino está en su disciplina, valores sociales, y unidad.

La semejanza a veces indistinguible que mayoritariamente le adjudicamos a la población asiática, es un prejuicio que viaja y se consolida en el mundo occidental. Asia Oriental es una subregión donde comparten fronteras marítimas o terrestres, países como China, Japón, Corea del Sur, Corea del Norte, Mongolia… cada comunidad, aunque con ojos rasgados, dista de la otra en culturas, idiomas, tradiciones, organización social e historia.

La República Popular de China, estado multiétnico y con una población que supera a los mil millones de habitantes, es tan grande en extensión como en peculiaridades; aspectos que recorren desde el enigmático idioma y su forma de comportarse, hasta el vertiginoso avance y consolidación de su mercado, al punto de liderar varios renglones, y en unos años, muchos apuestan porque será “la primera economía mundial”.

¿Cuál es el secreto para tanto éxito?

Esto sería un poco ambicioso responderlo, sin embargo, identifico tres factores, basados en la convivencia, análisis y experimentación de sus rutinas: disciplina, valores socioculturales y unión de fortalezas. A mi juicio, estas tres características han hecho a este pueblo lo que es hoy. China ha transitado desde la prehistoria por sucesiones de dinastías, imperios, batallas por la independencia, rebeliones, unificación y finalmente la fundación de “la nueva república”, que ya cumple 75 años. Luchas que han encontrado en el socialismo “muy a su forma”, el mejor camino para sustentar la igualdad, el desarrollo y la erradicación de la pobreza.

Si bien son diferentes las culturas orientales, dentro de la propia China, existen un total de 56 comunidades étnicas, esto significa que aunque el chino mandarín esté establecido como idioma oficial, cada etnia cuenta con su propio idioma, costumbres y escritura. Es asombroso entonces comprender la sinergia entre ellas, y aunque la “han” es la más abundante (incluso la mayor del mundo), convergen en un ambiente de paz y respeto; el Gigante Asiático es un país que venera sus símbolos e inculca su preservación.

Este país ha pasado de ser una región eminentemente agrícola, a convertirse en una potencia tecnológica y científica en las últimas décadas. En el ranking de la Academia de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de China, se ubica entre los 10 países más innovadores del mundo. El Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI) indica que China dominó la investigación científica mundial en 57 de las 64 tecnologías identificadas como «críticas» y es líder en energía nuclear comercial, vehículos y baterías eléctricas. La tecnología protagoniza la vida de personas de todas las edades, quienes sin hacerse dependientes a ella, la dominan para hacer más fáciles y cómodas sus vidas. Cada lugar se hace acompañar de un matiz tecnológico, convirtiendo museos, parques, escuelas, centros comerciales, calles, estaciones… en todo un espectáculo que embriaga.

Sí, son ciertos los indicadores de contaminación, que por supuesto, no tienen valores constantes, varían. Sin embargo las ciudades son verdes, y la cantidad de árboles plantados y protegidos, asombra. El cuidado ambiental acá no lo rige las leyes o disposiciones jurídicas, el ciudadano común decide cuidar su entorno y preservar la salud e higiene de las ciudades por el simple hecho de tener conciencia social compartida.

De la mano al crecimiento económico del país, la esperanza de vida en la población china ha llegado a los casi 80 años, esto, sumado a políticas como la del hijo único, que estuvo en vigor durante más de tres décadas han ocasionado un efecto acumulado evidente: número creciente de personas mayores y número relativamente bajo de nacimientos. Este y otros retos como la creciente apertura turística que elimine tabúes y estigmas falsos, están en la agenda que el país tendrá que afrontar con soluciones innovadoras y sostenibles.

El pueblo chino a lo largo de los años se ha superado a sí mismo, entendiendo que la fortaleza más estratégica es la unidad. Son un reflejo de su milenaria historia y la convergencia entre tradición y modernidad; fusionan lo antiguo con lo nuevo, evolucionan, innovan y se adaptan.

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