El presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, y el ex mandatario izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva se enfrentan este domingo en las urnas con el liderazgo del gigante sudamericano en juego. Lula lidera las encuestas de intención de voto con alrededor de 4,6 puntos de ventaja media con respecto al actual líder de Brasil, que ha recortado distancias en los últimos días.
En ese contexto de igualdad el voto evangélico será clave para un Bolsonaro que ya logró ser elegido en 2018 con el apoyo del 70 por ciento de los electores que profesan esa fe, al alinear su discurso con el de algunos de los pastores más conservadores e influyentes del panorama religioso brasileño, que han reclamado en numerosas ocasiones el voto para el líder ultraderechista, de forma expresa o tácita, a pesar de que la ley electoral prohíbe hacer propaganda electoral en las iglesias.
«La Iglesia en Brasil es un gigantesco proyecto de poder en su gran mayoría, y la política se percibe como el mejor camino para alcanzar ese poder», comenta Léo Matrapilho, después de participar en un culto evangélico que defiende la libertad de voto, la pluralidad y la diversidad dentro de las iglesias.
Su congregación, Redençao Baixada, se reúne cada domingo en un ‘coworking’ de Nilópolis, un municipio humilde del noroccidente de Río de Janeiro, de calles destapadas, edificios de dos o tres pisos cuyas fachadas están enterradas en cables de electricidad, con grandes bolsas de pobreza y donde ganó el líder ultraderechista en la primera vuelta.
Matrapilho, un afrobrasileño, con el pelo estilo rasta y cuyo cuerpo está tatuado con varios motivos bíblicos, cree que la victoria de Bolsonaro en su localidad tiene que ver mucho con la prédica en las iglesias evangélicas.
«Hoy hay líderes evangélicos muy conocidos que están dentro de ese proyecto de poder y Bolsonaro es el becerro de oro que les va a llevar a ese lugar de ascensión y de riqueza, distante del mensaje de Jesús, que es para los pobres y en pos del acogimiento de quienes son afectados por la sociedad», añade el también miembro del grupo conocido como Nuevas Narrativas Evangélicas. Alrededor del 32 por ciento de los electores se declaran evangélicos y Bolsonaro domina la mayoría de esos sufragios.
La última encuesta de la firma Datafolha, publicada el 20 de octubre, le otorgaba al mandatario ultraderechista un 66 por ciento de intención de voto en ese segmento, frente al 28 por ciento que conseguiría Lula.
El ex mandatario izquierdista es consciente de esa desventaja y ha llevado a cabo varias estrategias en segunda vuelta para intentar reducir la distancia. Hace unos días envió una carta a los fieles evangélicos en la que se compromete a defender la libertad de culto y a la familia, que definió como «sagrada». También dijo en televisión que él personalmente está en contra del aborto, aunque defiende la libertad de elección al respecto, y se ha dejado ver en ambientes religiosos.
Un fuerte respaldo en ese sentido fue el apoyo que le dio Marina Silva, su ex ministra de Medio Ambiente, fiel evangelista, que se había separado del líder progresista hace una década. No ha conseguido, aún así, el apoyo de grandes iglesias, aunque sí es defendido por congregaciones y líderes menores.
Bolsonaro, por su parte, ha seguido fiel a sus lemas «Dios, Patria, Familia y Libertad», así como «Brasil encima de todo, Dios encima de todos», siendo acompañado por pastores tan influyentes como Silas Malafaia, que llegó a viajar con él a Londres para el funeral de la reina Isabel II.
El discurso del presidente es claro: defensa integral de la familia tradicional, oposición al aborto, a la legalización de las drogas y a la introducción de la denominada ‘ideología de género’ en las escuelas. Para asegurar el voto evangelista ha puesto a hacer campaña a su tercera mujer, Michelle, que es intérprete de símbolos en cultos neopentecostales.
Ambos candidatos hacen frente también a las oleadas de ‘fake news’ con trasfondo religioso.
La campaña de Lula tuvo que desmentir que el candidato sea satánico por haber participado en el pasado en celebraciones religiosas de credos afrodescendientes.
También Bolsonaro fue acusado de satanismo por haber acudido a reuniones masónicas.
Lula desmintió asimismo que estuviese pensando cerrar las iglesias o en establecer baños unisex en las escuelas, una preocupación en los chats de WhatsApp evangélicos, mientras el actual presidente fue acusado de canibalismo.