Las herramientas basadas en inteligencia artificial (IA) cada vez tienen una mayor presencia en todas las áreas del ser humano. Cada día nace una aplicación que es mucho más especializada que la anterior y con funciones distintas. Por lo tanto, el área de la salud no escapa de esta realidad, al punto de que las aplicaciones y herramientas creadas están teniendo un impacto relevante (para bien o para mal) en el presente y futuro de la sanidad mundial.
En la actualidad existen aplicaciones y métodos más precisos que la capacidad individual del ser humano, por lo que no es impensado que en pocos años las personas recurran más a la IA que al conocimiento de las personas. Lo que sí es un hecho es que esta tecnología necesita supervisión y en ese punto son necesarios los especialistas.
También es cierto que, por más que parezca una amenaza para los trabajadores de la salud, el sistema sanitario se puede beneficiar de las aplicaciones de esta tecnología en algunos aspectos, como en la creación de nuevos medicamentos, la detección de eventos cardiovasculares, cánceres o en el procesamiento de ingentes cantidades de datos. Por ello es importante no ver a la inteligencia artificial como un sustituto, sino como una herramienta más del sistema de salud.
La capacidad de la IA para encontrar patrones puede servir para detectar las señales que pueden transformarse en una enfermedad en un futuro y actuar antes de que ocurran. Esto ocurre gracias a la tecnología que utiliza algoritmos y programas para analizar datos de salud, con el objetivo de mejorar la atención médica. Por lo que permite mejorar los diagnósticos, planificación, investigación y tareas administrativas. En definitiva, la IA debidamente implementada podría ahorrar mucho tiempo en tareas repetitivas que representan un problema en el sistema de salud.
