La radio es una gran parte del acompañamiento diario para muchos uruguayos.
Otros sostienen que es un espacio en proceso de cambio y desaparición en su formato convencional.
Puede sonar la afirmación de que la radio tiene un problema algo alejado de la realidad cuando la escuchan de lunes a viernes miles de oyentes en Uruguay (ya quisieran otros medios tener ese ‘problema’), pero convendría que la industria radiofónica no se llamara a engaño.
A la radio le han salido competidores como el podcast, pero, con todo, lo que tiene es un problema de conexión generacional y otro de encaje en una sociedad en la que se multiplican hasta el hartazgo las opciones de información, ocio y entretenimiento, preferentemente a través de los canales de streaming que para estos jóvenes son mucho más atractivas que un programa de radio más o menos convencional.
Basta con tener algunos jóvenes y adolescentes a mano para darse cuenta de que la radio, como vehículo de acompañamiento de nuestras mañanas, tardes y noches, les resulta un artefacto ajeno.
Y ya ni les digo de lo que piensan de las programaciones generales de las emisoras, básicamente porque si les preguntan, la mayoría ya no sabe ni a lo que te estás refiriendo.
Ellos no hablan de radio, sino de audios. Y si escuchan un programa, lo hacen en internet…y en competencia con los streamers que han sustituido en el imaginario popular a los antiguos locutores de las emisoras locales y a los presentadores de los programas deportivos nocturnos.
Hoy en día, la batalla se centra en captar la atención de los lectores, oyentes y televidentes en plena era de la saturación. Y la radio tiene que adaptarse también a este nuevo contexto.
A favor, cuenta con que sigue siendo un formato vivo que, además, tiene la experiencia, el talento y el valor añadido de cientos de profesionales que saben mejor que nadie cómo se presenta un programa y cómo conectar con la audiencia.
Pero corre también el peligro de sufrir el mismo problema que sus hermanos de los periódicos de papel: el de darse cuenta demasiado tarde de que su espacio estaba siendo ocupado por otros competidores que entendieron antes y mejor en qué consistía la industria de las noticias y el entretenimiento en la era de las plataformas de streaming.
Ya sabéis lo que digo siempre por aquí. No se trata de ser bueno en algo, sino de saber adaptarse a lo que pide cada momento para seguir siendo competitivos.
Si la disrupción ha llamado a las puertas de la radio, a largo plazo sobrevivirán quienes se adapten mejor al cambio, no las que quieran seguir vendiendo cuñas radiofónicas como si el mundo no se hubiera transformado a su alrededor.
Y, por cierto, transformarse y adaptarse no significa seguir diezmando las plantillas hasta hacer la misma radio de siempre, pero con la mitad de la mitad de la gente que la hacía antes. Si quieres transformarte, tienes que invertir. A ver si se enteran algunos directores que sólo son buenos a la hora de recortar.