Milei ha hecho bandera de la «flexibilidad comercial» y del liberalismo económico, defendiendo que abrir la economía a productos de mejor calidad o precio sería beneficioso para los consumidores. Sin embargo, esta visión simplista no toma en cuenta los efectos que la apertura indiscriminada de la economía podría tener sobre la industria nacional, especialmente en un contexto de alta dependencia de importaciones. El argumento de que «si una empresa quiebra, el consumidor tiene más dinero» parece ignorar las complejidades de la economía real, donde la pérdida de empleos y la desindustrialización son consecuencias claras de una apertura sin protección a sectores vulnerables.
Además, al enfocarse exclusivamente en los beneficios inmediatos para los consumidores, Milei omite las consecuencias a largo plazo de un modelo que favorece la competencia desleal y la pérdida de soberanía económica.
El nuevo acuerdo que Milei pretende firmar con el FMI también genera inquietud. Si bien el presidente asegura que no aumentará la deuda bruta y que los fondos necesarios provendrán de un ajuste fiscal, esto podría traducirse en una mayor austeridad económica que afectaría a los sectores más vulnerables. En el pasado, los acuerdos con el FMI han implicado recortes en el gasto público, la eliminación de subsidios y ajustes en la inflación, lo que ha tenido un impacto negativo en la calidad de vida de los argentinos. A pesar de las promesas de «solvencia» fiscal, el enfoque de Milei parece no reconocer que la deuda externa de Argentina es una consecuencia de políticas de largo plazo y que, sin una reforma estructural profunda en el país, los acuerdos con el FMI simplemente perpetuarán el ciclo de deuda y ajuste.
En cuanto a la inseguridad, la propuesta de Milei de reformar el Código Penal y bajar la edad de imputabilidad para menores a 13 años también ha sido objeto de críticas. Si bien el problema de la inseguridad en Argentina es grave y necesita una solución, la medida propuesta es una respuesta superficial y punitiva que no aborda las causas subyacentes del crimen, como la desigualdad social, la pobreza y la falta de oportunidades. Bajar la edad de imputabilidad no garantiza que se resuelvan los problemas estructurales de la criminalidad, sino que podría llevar a un incremento en el encarcelamiento de menores sin un enfoque rehabilitador, lo que perpetuaría un ciclo de exclusión y violencia.
El tono confrontativo de Milei, especialmente hacia el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, al pedirle que «se corra del camino» para que el gobierno nacional intervenga, refleja una tendencia autoritaria que preocupa a muchos analistas. En lugar de buscar consensos y trabajar de manera cooperativa con las autoridades locales, Milei opta por un enfoque de confrontación, que no solo divide al país políticamente, sino que también pone en peligro la estabilidad social y política. La centralización del poder en manos del Ejecutivo podría debilitar el sistema democrático y disminuir la capacidad de las instituciones locales para abordar los problemas específicos de cada provincia.
En resumen, las propuestas de Javier Milei en su discurso abren un debate importante sobre el rumbo económico y social de Argentina. Sin embargo, su enfoque radical y simplista ante problemas complejos, como la salida del Mercosur, el ajuste fiscal y la inseguridad, presenta riesgos considerables para el país. En lugar de promover soluciones sostenibles y de largo plazo, Milei parece centrarse en medidas que podrían exacerbar las desigualdades y profundizar las tensiones políticas y sociales. La falta de una estrategia coherente y de un enfoque inclusivo en sus políticas podría tener efectos perjudiciales para la estabilidad económica y social de Argentina.
Un total y absoluto desequilibrado. Hitler o Torquemada lo rechazarían por fanático.