El subtítulo no es antojadizo: toda selección es opinable. Por eso decimos que, a juicio de quien suscribe, uno de los títulos fundamentales que se exhibieron en la pantalla grande fue “Zona de interés” de Jonathan Glazer, un directo a la mandíbula emocional del espectador sobre la denominada “banalidad del mal” en el contexto del holocausto. No menos impactante resultó “Guerra civil” de Alex Garland, una temible (¿y posible?) distopía sobre un enfrentamiento bélico nacional del cual, el país en cuestión tuvo, un triste realidad histórica en su pasado. Siguiendo esa línea de subjetividad crítica continuamos la lista con el filme “Vidas pasadas” una ópera prima de la directora Celine Song que, a través de un tono minimalista, logró conectar cerebro y corazón a las mil maravillas. También “Anatomía de una caída” de Justine Triet presentó una excelente lectura abierta sobre un sospechoso “accidente” en donde la actriz Sandra Hüller marcó la diferencia en un papel protagónico de antología. Ni hablar de “La sustancia” de la directora francesa Coralie Fargeat, que puso nuevamente en el tapete a Demi Moore en uno de sus papeles más descarnados a través de un filme de ciencia ficción metafórico sobre la pretendida eterna juventud. Impresionante y terrible en su desenlace.
Continuando con la selección, nos quedamos -además- con “Hojas de otoño” del finlandés Aki Kaurismaki, un cineasta impredecible que fusiona anacronías, crítica social y una comedia romántica como si estuviera jugando a hacer cine. Igual de extraña pudo resultar a la mayoría de los espectadores un título como “No esperes demasiado del fin del mundo del rumano Radu Jude, una metáfora de la vorágine de los tiempos y la manipulación mediática presentando un final con cámara fija para alquilar balcones. Tampoco “As bestas” del español Rodrigo Sorogoyen recibió el beneplácito de un público masivo pero el tratamiento que el cineasta ofreció sobre el supuesto encontronazo entre “civilización y barbarie” fue para sacarse el sombrero. Otro filme que pudo desconcertar a buena parte de la audiencia resultó “Días perfectos” del alemán Wim Wenders. Un largometraje, filmado en Japón, que repasó la vida de un funcionario estatal dedicado a limpiar los baños públicos de la ciudad a la vez que ocupaba sus tiempos de ocio en leer, escuchar música y sacar fotos. Una historia que descansó en Köji Yakusho a través de una impecable actuación que nos hizo reflexionar sobre el sentido de la vida. Por su parte, Matteo Garrone puso nuevamente las cosas en su lugar con “Yo capitán”, una tremenda denuncia sobre la explotación de los inmigrantes filmada con “sangre, sudor y lágrimas”. Otro italiano conocido, Nanni Moretti, (el de “Caro diario” y “La habitación del hijo”) mostró nuevamente su faceta contestataria arremetiendo, esta vez, contra la industria cinematográfica en “Lo mejor está por venir”. Fuck you. Pero quizás el galardón máximo de la península itálica se lo haya llevado Paola Corteleselli con su filme “Siempre habrá un mañana”, un alegato feminista ubicado a mediados de la década del 40 para aplaudir de pie. Como era de esperar, el británico Ken Loach no pudo con su genio continuando con un polémico cine proletario en el magnífico filme “El último pub”. Una maravilla. Con respecto a “La habitación de al lado” de Pedro Almodóvar podríamos señalar la deslumbrante interpretación de Julianne Moore y Tilda Swinton abordando, de manera frontal el tema de la eutanasia. También Moore se destacó junto a Natalie Portman en “Secretos de un escándalo” sobre la controvertida relación de una mujer con un alumno menor de edad basada en un hecho real que conmocionó a la sociedad estadounidense por la década del 90. (Un filme que recibió tantos premios como rechazos). Otro filme a tener en cuenta resultó “Los que se quedan” de Alexander Payne sobre el receso de fin de cursos en una universidad privada con un estupendo Paul Giamatti en el rol protagónico. Casi finalizando nos atrevemos a darle una nota de aprobación a “El salón de profesores” del alemán Ilker Catak a pesar de sus altibajos sobre tema relacionado con una docente que denuncia a un estudiante por un robo en la institución. (Ya que estamos, podríamos sugerir que tampoco habría de dejar pasar una interesante biopic sobre Donald Trump titulada “El aprendiz y dirigida, ni más ni menos, por el iraní Ali Abbasi, el director de “Holy spider”. Y a modo de epílogo también podríamos decir que “Golpe de suerte en París” resultó una especie de repetición guionística de Woody Allen. Ni fu ni fa).
A nivel rioplatense nos quedamos con “Puan” de María Alche y Benjamín Naishtat, que pasaba revista a ciertos egocentrismos académicos en clave de humor. También resultó destacable el documental “Continuará” de Fermín Rivera y Emiliano Penelas que informó rigurosamente sobre los peligros de la sustitución del material fílmico y el riesgo que -presuntamente- corre todo material digitalizado que pretende conservarse como patrimonio audiovisual. No querríamos finalizar la nota sin destacar que Argentina eligió al filme “El jockey” de Luis Ortega para que que represente al país en una posible nominación al Oscar como Mejor Película Extranjera. Uno de esos filmes aclamados por la crítica y rechazados por el público que aquí pasó como ráfaga en pocas salas y horarios acotados.
Cine uruguayo ¿Y pór casa cómo andamos?
A nivel autóctono el género documental predominó en la pantalla (Más de una docena frente a cuatro filmes de ficción). En este sentido -y nuevamente apostando un juicio personal- entendemos que “Jorge Batlle: Entre el cielo y el infierno” de Federico Lemos ganó por lejos en el marco de dicho formato. Un mirada rigurosa que quedará como legado histórico para futuras generaciones. A su vez “Hay una puerta ahí” de Facundo y Juan Ponce de León generó cierto ruido por su postulación al Oscar por Uruguay -postulación que luego fue retirada por los propios directores para no generar suspicacias- abordando un tema espinoso sobre los denominados “cuidados paliativos” frente a una terrible enfermedad terminal. (Una propuesta que se enfrentó a la visión de Almodóvar, dicho sea de paso). Por su parte “Mala reputación” de Marta García y Sol Infante Zamudio mostró una interesante radiografía sobre las trabajadores sexuales y “Los sueños de Pepe: Movimiento 2052” de Pablo Trobo dejó un mensaje para el futuro de la humanidad. Finalmente “Volver a la luz” de Marco Bentancor y Alejandro Rocchi abordó una temática dolorosa sobre ceguera y maternidad en plan de resiliencia con estricto rigor.
Ahora, a nivel de largometrajes de ficción, “Agarrame fuerte” de Ana Guevara y Leticia Jorge, sin dudas resultó el mejor filme uruguayo del año. Una brillante propuesta sobre el dolor por la partida de un ser querido, que manejó una visión poéticamente onírica a partir del “encuentro” de tres mujeres en un balneario. Excelente. Menos entusiasmo declara el suscribiente para otros filmes como la ópera prima “Naufragios” de Vanina Spataro, a pesar de una depurada fotografía que puso marco a varias historias de personajes aisados y complejos. Tampoco el filme “Una luz afuera” de José Luis Elizalde (y siempre dentro del estricto territorio subjetivo de quien redacta esta nota) logró mayor intensidad en un delicado tema sobre la violencia doméstica, esbozado a pesar de un guión bien elaborado que no logró instalarse con fuerza en la pantalla. Más interesante resultó “Todos quieren dominar al mundo” de Adrián Biniez sobre los entretelones egocéntricos de ciertos círculos teatreros. Una comedia, muy a la uruguaya, que tuvo sus aciertos en el trazado de una determinada idiosincrasia autóctona. Por último desearíamos hacer una mención especial al cortometraje “La escondida” de Victoria Pérez con una brillante actuación de Laura Schneider; producción que ya ha obtenido el galardón a Mejor Corto Nacional en el Tercer Festival Internacional de Cine de Verano en el pasado mes de febrero.