Vienen siendo tiempos complicados para el cine independiente. La pantalla comercial de las megadistribuidoras han apostado al espectáculo de los superhéroes y el terror en forma agotadora y redundante. Frente a este circo -que ya comienza a cansar un poco- los filmes que intentan una propuesta artística de calidad, salvo honrosas excepciones, apenas logran un breve pasaje por las salas, descontando a Cinemateca, el Auditorio Nelly Goitiño y otros sectores como Life 21 o el Cultural Alfa y Beta, que otorgan generosos espacios para películas que van más allá del simple pasatiempo.
En este sentido -y a nivel estrictamente personal- este cronista se atreve a sugerir cuáles haber sido los mejores filmes que han circulado en estos tiempos que corren. Uno de los títulos que debería figurar en primer lugar sería “Las cosas que decimos, las cosas que hacemos”, del francés Emmanuel Mouret, una estupenda radiografía de los contradicciones sentimentales, motivadoras de conductas, donde el corazón y la razón colisionan sin remedio. Magistral de principio a fin, con un elenco para aplaudir de pie. No menos importante fue “La peor persona del mundo” del noruego Joachim Trier, otro análisis brillante que también circuló por esos laberintos de la complejidad sentimental, on la notable actuación de la protagonista Renate Reinsve (Premio Mejor Actriz en el festival de Cannes 2022). Continuando con la lista, resulta inexcusable agregar “Yo acuso” de Roman Polanski, otra lección de cine que el cineasta realizó sobre el polémico caso Dreyfus, captando la atención de la crítica especializada en todos lados donde fue exhibida.
También parece imprescindible incluir a “El hombre del norte”, de Robert Eggers, un salvaje retrato épico, ubicado en el Siglo X de Islandia, con una atmósfera shakespereana sobre la traición y la venganza. Impresionante. No menos cautivante resultó “Fue la mano de Dios” de Paolo Sorrentino, un filme de carácter autobiográfico, ubicado en la ciudad de Nápoles durante los ochenta, que homenajeaba a sus padres a la vez que rendía tributo a Antonio Capuano, uno de sus referentes cinematográficos.
Otra película que bien valió la pena fue “El buen patrón”, de Fernando León de Aranoa con una impecable caracterización de Javier Bardem como un inescrupuloso empresario. Excelente labor protagónica para el aplauso. (Bardem es un animal escénico, sin dudas).
Tampoco dejó dudas la excelencia del documental “Ennio, el maestro” , de Giuseppe Tornatore sobre la vida y obra del célebre compositor Ennio Morricone. Un placentero recorrido por su música y los filmes a los que le dio una banda sonora para el mejor de los recuerdos.
Un valioso filme que rompió todos los esquemas fue “Sexo desafortunado o porno loco” del rumano Radu Jude, donde una profesora es sometida al juicio público por la filtración de un video pornográfico amateur. En resumen, una sátira formidable sobre la hipocresía social que condena sin mirarse al espejo. Mientras tanto, en un tono absolutamente distinto, de Japón vino la entrañable “Drive my car” dirigida por Ryusuke Hagamuchi, una soberbia muestra sobre la memoria del corazón y la necesidad de recobrar la confianza en el prójimo, cancelando remordimientos y culpas. (Renglón aparte para la impresionante escena del ensayo de “Tio Vania” con una actriz hipoacúsica).
No menos importante resultó “Retrato de una mujer en llamas” de la francesa Céline Sciamma, una impactante denuncia sobre el patriarcado en medio de una relación que enfrentaba insalvabes barreras de la sociedad del Siglo XVIII. Hablando de denuncias, el filme animado “Flee. Huyendo de casa” del danés Jonas Poher Rasmussen también aportó lo suyo a través de un tono documental sobre el tráfico de refugiados politicos. Otro título imprescindible.
Ya que hablamos de filmes necesarios, “Argentina 1985” de Santiago Mitre supuso un sacudón enorme que hizo vibrar a la platea. La historia de juicio a los militares argentinos que participaron de la sangrienta dictadura del país hermano resultó impactante y refrescó la memoria de muchos. (Que personaje Strassera y qué actorazo Darín).
Otra labor a destacar es la del director chileno Pablo Larraín en la semblanza cinematográfica de Lady Di titulada “Spencer” con la notable personificación de Kristen Stewart. Un trabajo actoral fuera de serie. Por último no estaría de mas recordar a “Coda. Señales del corazón” de la estadounidense Sian Héder sobre remake del filme galo “La familia Bélerer. Con todos los condimentos hollywoodenses que le valieron un Oscar, la película retrató la singular vida de una parentela sordomuda con una hija cantante que debe enfrentar la toma de importantes decisiones. Sí, fue un poco sensiblera pero funcionó.
Un filme sobrevalorado: Otra opinión personal
Quien suscribe no puede evitar opinionar sobre una película que recibió elogios varios pero que, a juicio personal, resultó algo sobrevalorada en su calidad cinematográfica. Me refiero, específicamente a “Licorice y pizza” de Paul Thomas Anderson donde una pareja atípica (un adolescente de quince y una mujer de veinticindo) se relacionaba sentimentalmente a principios de la década del setenta. Como si nadie se animara a criticar al realizador de “Magnolia”, la prensa especializada le otorgó diferentes condecoraciones a un filme que se hizo largo (133 minutos) y con un desarrollo inestable, a pesar de su correcta ambientación temporal y excelente música. En resumen, una narración dispersa que, a lo mejor, se salvó por la frescura de los actores y cierto espíritu pseudo nostalgioso. Me animo escribir, una vez más, que “dime cuántos años tiene el crítico y te diré qué película le va a gustar. O no”. Obvio que aquí entramos todos.