Con su criterio excéntrico, visceral, ofensivo, disruptivo y pragmático. Esa es la imagen que nos brinda el presidente argentino dentro de las más destacadas . Javier Milei se expresa en público por fuera de cualquier protocolo emanando insultos como «zurdos de mierda», «hijos de puta», «rata» o «excremento humano»; tal como mucha gente lo hace, aunque solo en privado…
Mientras tanto, los argentinos observan entre mates, empanadas, dulce de leche y asados, cómo las medidas que va tomando su presidente cambian rápidamente el cuadro de situación en su país, el cual estaba tan solo un año atrás, en caída libre hacia un abismo profundo. Es que en ese lapso han ocurrido eventos hasta hace poco allí inimaginables, a decir:
Se ha disminuido la inflación anual de un 254,3% a un 25,5%. Las reservas del Banco Central Argentino han pasado de un saldo negativo de 10.000 millones de dólares a un positivo de 32.550 millones. Se ha recuperado el autoabastecimiento energético. Se ha revalorizado la moneda, se redujo la deuda externa, el riesgo país se encuentra a la baja, ha aumentado la inversión privada y la producción. Se ha suprimido el déficit fiscal mediante la reducción del gasto público. Crece el mercado inmobiliario que se hallaba paralizado merced a una ley de alquileres nefasta, se equilibra la balanza comercial con la suba de exportaciones. Y muy importante: la pobreza baja de un 52,9% al 38,9%.
Un muy breve resumen que parece bastante, para solo un añito de gestión.
A lo enumerado debe agregarse la eliminación de cortes y piquetes en las calles que generaban tanta convulsión en la ciudadanía, el reposicionamiento en política exterior saliendo del grupo BRICS, la tendencia a la disminución de índices de delincuencia, la eliminación de algunos impuestos nocivos, y nuevas estrategias en varios ámbitos como el recientemente anunciado Plan de Energía Nuclear.
Parece milagroso, pero no lo es. Argentina es un país que no deja de sorprender, entre caídas y ascensos, entre fuertes pasiones y un casi constante caos.
Las inapelables mejoras en la economía encuentran su contraparte en una recesión que se profundiza como producto del fuerte ajuste. La disminución en el consumo afecta mayormente a las clases más vulnerables. Esto impacta en la imagen presidencial que está a la baja, como el dólar y el euro; una imagen que se ve empujada hacia la deriva por el deseo de inmediatez en la recuperación de una buena y justa calidad de vida. Hay importantes temas que están todavía pendientes, como la eliminación definitiva del «cepo cambiario», la reforma laboral y tributaria, la reforma electoral y la baja de impuestos.
Argentina ha avanzado rápidamente, con logros significativos y difíciles de conseguir en una sociedad que se había acostumbrado, en parte, a la gratuidad de las subvenciones; luchando a su vez contra personajes y grupos que ven tocados sus intereses personales por las reformas que se ejecutan.
Por sobre todo lo enunciado la ciudadanía espera algo más que importante, no solo en lo económico sino en lo moral: La eliminación de los privilegios de aquellos que Javier Milei llama «la casta», ya sea política, sindical o de cualquier ámbito; cuestión que por ahora parece reposar sobre un aletargado silencio, a la espera de que esta vez esos eternos favorecidos sean quienes paguen el tortuoso ajuste.
Lo cierto es que una enorme mayoría de los 47 millones de argentinos desean que su país pueda salir adelante de manera sostenida; que tantas promesas de tantos políticos por tanto tiempo se concreten y queden fijas como marcas en cemento, transformándose en políticas de estado. Los argentinos quieren que se terminen prebendas y trampas; que regrese la educación de excelencia y la tolerancia en las calles, para poder así disfrutar con mayor placer de los mates, los asados, las empanadas, el dulce de leche, los alfajores, el tango y el fútbol. Aunque la difícil tarea la lleve adelante un equipo que está liderado por un presidente excéntrico, disruptivo e iracundo.