La velocidad del cambio tecnológico en el universo de las comunicaciones ha permitido que en una primera fase, se puedan usar las autopistas de la información digital para hacer posible que cada vez más y mayores contingentes de la población mundial, accedan a fuentes de información de las más diversas especies. Entretenimiento, noticias, información política, información científica, pornografia, literatura y libros en formato digital, recorridos virtuales por museos magníficos, todo fluye entreverado en ese tumultuoso río que día a día se ensancha. Pero en la mayoría de los casos nos limitamos a navegar en pequeños espacios, la mayoría de las veces reiterados.
Pero debemos ser conscientes que además de poder consumir las más variadas clases de información, la ciencia y el desarrollo tecnológico han puesto al alcance de los internautas, es decir, todos nosotros, instrumentos sencillos y accesibles que hacen posible que cada sujeto sea potencialmente una fuente de comunicación, es decir, actuar como emisores alimentando de las más diversas maneras, ese enorme torrente de imagenes, sonidos y mensajes de las máss variadas especies.
Lo tomamos como algo tan natural, que hasta hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante lo impresionante que resulta esa capacidad infinita de emisiones potenciales de todo tipo, a la que hoy accedemos con enorme familiaridad.
Pero que frustrante es constatar de una y mil maneras el inmenso ostracismo al que, a pesar de las bondades potenciales de la moderna tecnología de las comunicaciones, nos llevan las extendidas prácticas de autoconfinamiento en microcosmos tan reducidos como los espacios ínfimos en los que se marcan los límites de la extensión de las pantallas de cada uno de nuestros celulares, pc’s, notebooks, etc.
Tenemos un inmenso poder potencial y no somos conscientes.
Nuestra voz puede circular en esas inmensas avenidas de las plataformas digitales y penetrar potencialmente en los más infimos resquicios de esa intrincada jungla de mensajes e informaciones. Pero continuamente lo hacemos sin la capacidad de superar nuestros micro ámbitos, ya sea por el confort que supone la reiteración de actos pequeños o bien como la manifestación triunfante de la prevalencia de un individualismo más exitoso que nunca, dandonos la ilusión de vivir en la aldea global, pero aislándonos en cascarones digitales que cada vez interfieren en las relaciones interpersonales de una manera muy marcada.
Volvamos a la capacidad de actuar como emisores, como comunicadores. La tecnologia que hoy disponemos, que está en nuesras manos literamente, nos confiere un enorme poder potencial, del cual prácticamente la gran mayoría de nosotros no tomamos consciencia. Porque la potencia está, existe. Y si está, el gran desafío es en encontrar cómo convertirla en energía transformadora real. Pasar de lo virtual a lo real, de lo potencial a lo concreto, del mero amague a la acción.
¿Y cómo hacerlo?. Pues solo es posible si existen elementos convocantes tan poderosos que sean capaces de romper las sólidas paredes de los micro ámbitos individuales en los que estamos confinados y lograr que esa energía comunicacional confluya hacia la construcción de espacios comunes que nos convoquen a todos o a una gran mayoría.
Pero para que ello sea posible, debe existir un factor aglutinante trascendental. ¿Y eso acaso existe? En esa maraña infinita de egoísmos minúsculos, que las ciencias del marketing de todo tipo explotan para inducir consumos pero que a la vez preservan el aislamiento de sujetos que comparten espacios públicos y privados, pero que esencialmente se mantienen aislados en sus micro ámbitos digitales? Es posible romper esa barrera invisible que la cultura dominante ha convertido en jaulas de barrotes digitales tan poderosos??
Claro que es posible!!! O por o lo menos, debemos intentarlo. Es la capacidad que se genera si somos capaces de juntar nuestras energías para que podamos torcer el rumbo de las cosas no deseadas por la mayoria. Y esas cosas, no cualquier cosa, sino aquellas que afectan destinos y vidas de miles y millones de personas, y que terminan imponiéndose por la voluntad de autócratas que disponen del poder que les confiere el manejo de grandes organizaciones y corporaciones e inclusive, estados poderosos dotados de enormes arsenales de instrumentos de poder, multimedios, aparatos de seguridad, armas mortíferas y la capacidad de movilizar compulsivamente contingentes de jóvenes a los que les imponen la obligación de matar a sus semejantes para servir los absurdos designios de la seguridad nacional jaqueada.
Sin lugar a dudas existen causas aglutinantes con suficiente poder de convocatoria. Claro que existen. Defender el medioambiente es una causa que moviliza y aglutina crecientes contingentes de población, que de diversas maneras han llegado a instalar en las agendas de muchos estados y gobiernos principios de acción y defensa de nuestro maltratado planeta. Y esa noble tarea seguirá y se profundizará, pero la noción prevalente de falta de inminencia convierte esta práctica en una lucha noble pero no lo suficientemente masiva. Entonces que otro tema puede convocar en forma exitosa a millones de ciudadanos del mundo para romper sus aislamientos y poner en juego un poder comunicacional disperso que hoy no se ejerce.
Ese factor de convocatoria claramente existe y es frenar la guerra. Ser capaces de usar el poder ciudadano, debidamente canalizado de manera conciente y deliberada en las redes y plataformas sociales para a través de nuestra capacidad de comunicar, hacer sentir la voz de un actor poderoso, hoy dormido por la falta de conciencia de su enorme poder. Tener la capacidad de incidir y marcar a los actores convencionales representados en las grandes corporaciones y especialmente en los bloques de poder como lo son los los norteamericanos, los rusos, los chinos, la comunidad europea, etc., la entrada en acción de un nuevo gran poder: el de los ciudadanos del mundo que en esta primera gesta levantan una única gran bandera: no queremos la guerra, pero no esta guerra sino todas las guerras!
¿Cómo hacerlo?
Hay un territorio del cual nos podemos y debemos apropiar: las comunicaciones en las plataformas digitales. El desafío no es menor: forjar la voluntad de utilizarlas para condenar algo que una gran mayoria de ciudadanos de todos los paises no queremos. Pero podría argumentarse que ya estamos todos ahí, en las redes y usamos as plataformas y sin embargo seguimos siendo micro emisores anónimos, dispersos e intrascendentes.
Estamos, pero no estamos. Estamos dispersos, enfrascados en micro ámbitos .
Se trata de ser capaces de ocupar un espacio en forma colectiva para imponer la fuerza de este gran actor ausente que somos los hombres y mujeres del mundo, jóvenes y adultos, de todas las razas, edades, ideologías pero que coincidimos en condenar el uso de la fuerza para imponer razones de seguridad nacional por sobre el derecho a la defensa de la vida.
Y en esta causa no seamos tan necios de no darle un espacio de privilegio a los ciudadanos de las naciones agresoras, como lo son los ciudadanos rusos, que hoy en su gran mayoría también son víctimas de los delirios de su clase dirigente que para sostener la guerra contrata ejércitos de mercenarios como el grupo Wagner y manda al frente de batalla a los presos y amenaza a los jóvenes de su tierra con el terror de obligarlos a calzarse un fusil.
Ahí está ante nuestros ojos un marco de acción concreta que potencialmente puede ser el factor aglutinante: frenar la guerra fratricida como práctica obsoleta, inmunda y propia de seres que deben ser repudiados de la manera más total y categórica por el poder que representamos y podemos ejercer los ciudadanos del mundo apropiándonos de las plataformas comunicacionales en torno a un principio colectivo esencial.
Y de este modo no estamos condenando solo a la autocracia rusa. Tambien estamos condenando las prácticas absurdas de todos los belicistas que hacen de la guerra una mega oportunidad de negocios para traficar con las vidas de nuestros pueblos.
Todo esto puede arrancar si somos capaces de organizar una primera jornada a nivel global, a ser convocada a través de todas las redes y plataformas para demostrar que el poder de la comunicación en manos de los ciudadanos es un factor real de poder.
Ese primer gran día de condena debe ser el inicio de una campaña que no se agote en un evento único sino que debe ser punto de partida para una serie de acciones, que a medida que sucedan, nos darán la pauta del poder potencial convertido en poder real.
Y de esa primer jornada, debe desprenderse la capacidad de convocar eventos en todos los países donde residen continguentes significativos de poblaciones de los países enfrentados, rusos y ucranianos, alentando la concreción de gestos de tolerancia y respaldo explícito de la paz, tales como festivales musicales, marchas conjuntas con consignas comunes, ferias con manifestaciones culturales en donde haya mesas de debate en las que se condene el uso de la fuerza.
Realizar eventos de acción conjunta reclamando el cese del fuego en lugares de maxima visibilidad a fin de lograr una presencia global.
Alentar a las iglesias de todos los credos a que acompañen esta cruzada mundial y organizar jornadas internacionales de plegarias por el cese del fuego. Pero por sobre todo, hacer sentir en una única consigna global en todas las redes y plataformas y en todos los países el clamor unánime que exija: NO A LA GUERRA