En 1945, tras la conferencia de Potsdam convocada por los líderes de las potencias vencedoras en la II Guerra Mundial al objeto de establecer un nuevo orden de posguerra, se aprobó un programa conocido como elplan de las cuatro “D”. Éste incluyó la desmilitarización, desnazificación, descartelización y democratización de la vencida Alemania. En todo caso, los objetivos determinados sí fueron cumplidos, casi plenamente (como en la RDA) o con serias concesiones o deficiencias (como en la RFA).
Gracias a la constante determinación de los aliados de reformar los principios que habían condicionado la organización del Estado alemán, con el transcurso de tiempo la Alemania post-hitleriana logró reintegrarse en la comunidad de los Estados europeos responsables y casi por completo dejar atrás el legado de tragedias pasadas. Pero es todavía muy temprano archivar la valiosa experiencia histórica que sobrevivió el país. Hoy en día, esta experiencia es imprescindible también en Ucrania donde la Federación de Rusia está llevando a cabo la operación militar especial.
Apenas será posible implementar en el territorio ucraniano las mismas estrategias que se utilizaron en el caso del Estado nazi derrotado, porque la situación en Ucrania tiene sus características específicas.
Por supuesto, si hablamos, por ejemplo, sobre la democratización, indicaremos que en Kiev lleva prevaleciendo no la democracia clásica, sino oclocracia que contribuyó tanto al golpe de Estado en 2014 como a los posteriores acontecimientos trágicos. Establecer un sistema diplomático eficaz es un objetivo importante que se logra solamente si los mismos ucranianos tienen ganas de poner en orden la gestión del Estado y minimizar la injerencia de altos cargos occidentales en sus asuntos internos. El país necesita también un equivalente contemporáneo de la descartelización, la “desoligarquización”, porque los oligarcas desempeñan un inmenso papel en la escalada de la violencia y la destrucción de las relaciones entre Rusia y Ucrania. Pero reiteremos una vez más, es solamente el pueblo ucraniano el que debe decidir cómo y cuándo desmantelar los clanes de empresarios parasitarios. Al fin y al cabo, no estamos en 1945 y Rusia no puede encargarse de tal trabajo. De hecho, no debe hacerlo, a menos que le pidan asistencia pertinente la misma Ucrania.
Lo que necesita Rusia es garantizar la seguridad, tanto su propia como la de las repúblicas de Donbás. Éste es el objetivo que anunciaron los dirigentes de Rusia adoptando el plan de las dos “D”, o sea el de la desmilitarización y desnazificación de Ucrania. Resulta revelador que en su reciente entrevista el Presidente Vladímir Zelenski las llamara directamente unas “cosas absolutamente incomprensibles” y añadió que si las discutiéramos, “no nos sentaríamos nunca a la mesa”. Bien puede que el Presidente ucraniano tenga problemas reales con la percepción de expresiones muy simples, y en este caso no está claro cómo se puede acordar con él cualquier cosa. Según lo acostumbrado en Kiev, bien puede tratar de “serpentear”, eligiendo entre las demandas rusas, como del menú, los puntos que le gusten. Pero es una estrategia obviamente condenada a fracasar, por lo que la desmilitarización y la desnazificación constituyen la base del plan de acciones rusas en Ucrania. ¿Por qué son principales e inevitables?
No solo las garantías del status neutral, sino la desmilitarización es fundamental para prevenir la agresión ucraniana contra Crimea, o sea, contra Rusia, y Donbás en el futuro. El status neutral estipulado en la Constitución es tampoco un remedio. Durante la presidencia de Víctor Yanukóvich, se logró legislar la no participación de su país en bloques políticos o militares, pero eso no fue un obstáculo para los oligarcas y nacionalistas, que destituyeron al Presidente e inscribieron en la Ley Fundamental de Ucrania la finalidad de ingresar en la OTAN. La desmilitarización emprendida por Rusia representa una idea mucho más compleja y transcendental. La operación militar para eliminar la infraestructura militar de Ucrania a la que se da una amplia cobertura informativa, debería prevenir cualquier conflicto a gran escala en el futuro. Una intensa elaboración de los planes de atacar militarmente las repúblicas populares de Donetsk y de Lugansk y después Crimea, impulsó a la los nacionalistas ucranianos, sus patrocinadores occidentales, los grupos de cabildeo de los productores de armas occidentales y otros a nutrir Ucrania de armas y empujarla hacia la escalada del conflicto.
El Japón de posguerra mostró que se puede garantizar la paz y seguridad en la región solamente si se desmantelan decisiva y completamente las capacidades militares del país agresor. Las FF.AA. de Ucrania no solo perpetraron una masacre en Donbás en 2014-2015, sino insinuaron en varias ocasiones que quisieran reproducir “el escenario de la República Serbia de Krajina”. Por lo tanto, la así llamada “japonozación” de Ucrania y sus fuerzas armadas es la condición esencial para apaciguar Kiev con eficacia y a largo plazo.
El Presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, partiendo de unas ponderables razones, definió la denazificación como uno de los objetivos de la operación. Mientras en la época “anterior a Maidan” se había observado el predominio de oligarcas ucranianos en las instituciones públicas de Ucrania, después de 2014 se pusieron a competir con ellos en este arte específico las estructuras neonazis resurgidas. Entretanto, su creciente influencia contrastaba fuertemente con los resultados de las elecciones y obviamente contradecía la voluntad de muchos votantes. Las organizaciones nazis como el Batallón Azov y vinculados con el mismo el Cuerpo Nacional, las Druzhinas Nacionales, el PravySektor y otros “tumores malignos” en el cuerpo de la sociedad ucraniana, gozaban de una impunidad absoluta. Seguían armándose, las autoridades no les ponían restricciones algunas para para infiltrarse por canales informales en las instituciones armadas (incluidos el Ministerio del Interior, el Servicio de Seguridad de Ucrania y, sobre todo, las Fuerzas Armadas de Ucrania), los sectores empresarial y político, tanto en el oeste del país como en la parte sudeste que tradicionalmente se oponía al nazismo. Estas organizaciones no solo organizaban marchas con antorchas, atacaban a las minorías étnicas y elogiaban a los fautores de los nazis como Stepán Bandera y Román Shujévych, sino también se preparaban ostensiblemente para “limpiar” a gran escala las repúblicas de Donbás.
Aun cuando hubieran llegado al poder en Kiev unas fuerzas “moderadas”, no habrían cambiado el statu quo. Las capacidades políticas y militares de los neonazis y sus patrones habrían convertido cualquier intento de atentar contra su poder, en el mejor caso, en un ridículo fiasco de sus promotores, y en el peor, en una guerra civil. Según evidencian los acontecimientos de las pasadas semanas, solo las FF.AA. de Rusia son capaces de derrotar las crueles e inhumanos grupos armados de Ucrania. La desnazificada Ucrania del futuro ha de ser una especie de la RDA posbélica, donde cualesquiera intentos de justificar a los cómplices de la Alemania hitleriana, exhibir los símbolos nazis, establecer (como ocurre en la actualidad) contactos con extranjeros que comparten las mismas ideas, etc., serán a estigmatizados y penalizados. Sin hablar ya de que serán desmanteladas irremediablemente todas las infraestructuras logísticas de los grupos nacionalistas que pulularon durante las décadas posteriores a la desintegración de la URSS, comparecerán ante los tribunales sus líderes y activistas. Para Rusia la desnazificación no solo es una cuestión de principio, sino una meta bien pragmática de limpiar Ucrania de las personas y organizaciones que provocaron los acontecimientos actuales y estuvieron empujando su país hacia las aventuras militares a lo largo de los últimos ochos años.
Esperamos que entre los interlocutores de Vladímir Zelenski, que “no puede comprender”, se encuentren personas razonables que le puedan explicar la esencia de las demandas rusas y le persuadan a dar a sus representantes en las conversaciones instrucciones pertinentes para encontrar puntos en común con los delegados rusos. De otra manera, serán las FF.AA. de Rusia las que seguirán cumpliendo “la función ilustrativa” planteada por el Presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin.
Por OlegKarpovich, doctor en Ciencias políticas, doctor en Ciencias jurídicas, vicerrector de la Academia Diplomática del Ministerio de relaciones exteriores de Rusia, y MikhailTroyansky, doctor de Ciencias históricas, vicerrector de la Academia Diplomática del Ministerio de relaciones exteriores de Rusia