La solidaridad es el motor de toda gestión vinculada al ámbito público. Cuando camino por las calles de mi departamento lo hago tranquilamente pudiendo ver a los ojos y estrechar la mano de todos quienes están pasando por un mal momento. Ante las necesidades sociales, nuestra respuesta nunca va a estar dirigida hacia que sea el mercado el que rija los destinos de nuestros vecinos. Desde quienes defendemos posiciones políticas progresistas entendemos que la acción de gobierno per se debe incluir esfuerzos categóricos y permanentes por poder reducir todo tipo de brecha de desigualdad ya sea económica, social, ambiental o cultural. Cuando recibí la noticia de que la Intendencia de Salto y particularmente la gestión que me toca liderar fue premiada con el galardón “Intendente Solidario e Incluyente de Latinoamérica 2022”, de inmediato pensé que este reconocimiento estaba precisamente asociado al trabajo que desarrollamos en oposición a la teoría del derrame que hoy nos gobierna a nivel nacional.
Como un viaje rápido a los noventa, hoy escuchamos las mismas respuestas a las preguntas respecto a cómo se están atendiendo las problemáticas sociales más urgentes. El mercado supuestamente a través del crecimiento económico tendrá la capacidad de dar oportunidades a quienes están viviendo hambre, desempleo y desesperanza. Cuando pensábamos que esos enfoques habían quedado atrás, hoy escuchamos a un importante jerarca de gobierno, decir que no sabe por qué los datos de la pobreza infantil seguían incrementándose y ubicándonos en los rankings más vergonzosos.
La solidaridad no puede ser entendida como un enfoque de carácter residual de la política pública, como lo entienden los enfoques neoliberales que hoy nos gobiernan. La solidaridad está asociada a la inclusión está asociada a la inclusión y con ello a políticas de desarrollo que tienen a la persona humana en el centro de toda la acción de gobierno. Eso no lo puede hacer el mercado, eso es tarea de la acción de gobierno, sin dejar a nadie atrás. La solidaridad no se trata tampoco de acciones de responsabilidad social empresarial, sino precisamente de cumplir con el rol social que tenemos quienes estamos en espacios de gobierno de garantizar el acceso a derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. No se trata de asistencialismo, se trata de respetar los derechos humanos que todos los uruguayos merecemos y una base de dignidad a la que todos debieran acceder. Eso, en los tiempos que corren, a muchos les cuesta entenderlo.
La iniciativa “Plato Caliente” fue por la que recibimos el Premio Solidaridad 2022. Este programa es parte de los sistemas de apoyo a las personas en situación de pobreza, enfocado en la asistencia alimentaria. Detrás de este programa está la oposición al enfoque neoliberal. Decidimos entregar mil platos de comida diarios durante el peor momento de la pandemia, y eso lo asumimos como parte de las responsabilidades y tareas del gobierno departamental. Y esto no lo hicimos solos, la solidaridad requiere de coordinación. Cuando hay que atender situaciones sociales como ésta se requieren sumar y coordinar manos, como lo hicimos entre la Intendencia, el Ejercito Nacional y el INDA.
Este “Plato Caliente” no es solamente la alimentación que requería el cuerpo. También era la oportunidad de estar en un lugar cálido, de compartir con asistentes sociales, incluso de informarse sobre otros programas sociales de la Intendencia. La solidaridad se multiplica cuando se ejerce, pero no comprendida como una acción residual para quienes no alcancen a ser beneficiados por el mercado, sino como un componente central de derechos: todo el mundo como ser humano debe tener una vida en dignidad. Y la dignidad debe hacerse costumbre y no un privilegio para unos pocos.
No es solo un plato caliente, se trata de reconocer la dignidad y con ello reconocer los derechos que los ciudadanos merecen. Eso está detrás de un plato caliente, aunque algunos no lo entiendan.