El 24 de febrero de 2025 se cumplen tres años desde el inicio de la operación militar especial en Ucrania. Es importante destacar que el conflicto ucraniano no es un conflicto regional, sino uno de los elementos del enfrentamiento geopolítico entre Rusia y Occidente.
En términos globales, surgió como resultado de la agresiva oposición de los países occidentales a los procesos objetivos y naturales de formación de un orden mundial multipolar. El deseo de Occidente de perjudicar a Rusia como uno de los centros de un nuevo orden mundial justo se tradujo, en primer lugar, en un intento de crear un «cordón sanitario» alrededor de nuestras fronteras de Estados leales a ellos que aplican una política rusófoba. Washington y sus satélites ignoraron deliberadamente los intereses de seguridad de Rusia, destruyeron los sistemas de tratados de desarme y control de armamentos, siguieron una línea de expansión constante de la OTAN hacia el Este.
Con el apoyo activo de Estados Unidos y la UE, en 2014 se llevó a cabo en Kiev un golpe de Estado armado que llevó al poder a fuerzas nacionalistas radicales. Su objetivo era destruir el espacio histórico, económico y espiritual común de Rusia y Ucrania. Desde 2014, el régimen totalitario de Kiev ha estado violando sistemáticamente los derechos humanos, incluidos los de los rusos étnicos y los residentes de habla rusa de Ucrania, sembrando la rusofobia, falsificando la historia a gran escala, glorificando a los criminales de guerra nazis y llevando a cabo agresiones contra civiles en Donbás. En el transcurso de 8 años la gente de esta región sufría de bombardeos que cobraron la vida de 15 mil personas civiles, entre ellos niños, mujeres y ancianos. A la luz de estas acciones agresivas, agravadas por el acercamiento peligroso de la infraestructura militar de la OTAN hacia las fronteras rusas, no nos quedó otra opción que iniciar la operación militar especial para desmilitarizar y desnazificar la junta criminal de Kiev, proteger a los habitantes rusoparlantes de Donbás, así como eliminar las amenazas existenciales a la seguridad de nuestro país.
En el transcurso de los últimos 3 años hemos sido testigos de numerosas atrocidades y ataques terroristas cometidos por los nacionalistas ucranianos contra la población civil rusa, así como de una campaña occidental de mentiras y desinformación sin precedentes. Los países de la OTAN en realidad se han convertido en parte del conflicto militar en Ucrania, suministrando en grandes cantidades armas ofensivas a Ucrania, así como compartiendo con Kiev datos de inteligencia y participando en la planificación y ejecución de operaciones militares, reclutando a los mercenarios por todo el mundo, enviándolos junto con sus instructores militares en esperanza de alcanzar la derrota estratégica de Rusia. Desde los inicios de la operación militar especial, la ayuda total del Occidente Colectivo a Kiev ha superado los 350.000 millones de dólares.
A pesar de que las negociaciones de paz realizadas en Turquía en abril de 2022 tenían perspectiva real de alcanzar los acuerdos mutuamente aceptables entre Rusia y Ucrania, estos contactos políticos fueron interrumpidos por la orden de los patrones occidentales de Kiev que optaron por la escalada del conflicto. Siguiendo sus instrucciones, el señor Zelenski (cuyo mandato presidencial terminó el 20 de mayo de 2024) suscribió el decreto que le prohíbe entrar en negociaciones con Moscú.
La parte rusa, al revés, nunca ha rechazado una solución política y diplomática a la crisis ucraniana, como se ha declarado en múltiples ocasiones. El 14 de junio de 2024, el Presidente ruso Vladimir Putin presentó propuestas concretas para alcanzar una solución definitiva del conflicto. Sus elementos clave incluyen la retirada de las formaciones armadas ucranianas de las nuevas regiones rusas de la República Popular de Donetsk, la República Popular de Lugansk, las regiones de Zaporozhie y Jersón, el reconocimiento de las nuevas realidades territoriales, la retirada de la solicitud de ingreso de Kiev en la OTAN, la cancelación de todas las sanciones occidentales contra Rusia y la garantía de los plenos derechos de los ciudadanos rusoparlantes de Ucrania. La esencia de la posición rusa no es un alto el fuego temporal que pueda ser usado para rearmar al régimen de Kiev y prepararlo para una nueva ofensiva, sino lograr el fin definitivo y duradero del conflicto. El principal resultado del proceso de negociación debería ser el establecimiento de la paz en Europa, la creación de un nuevo sistema de seguridad regional y la formación de relaciones no conflictivas entre Rusia y la OTAN.
Como es bien conocido, el 12 de febrero se realizó una conversación telefónica entre el Presidente de Rusia Vladímir Putin y el Presidente de EE.UU. Donald Trump para abordar el tema del arreglo en Ucrania. Donald Trump habló en favor de un rápido fin de las hostilidades y una resolución del problema por medios pacíficos. Vladímir Putin, por su parte, mencionó la necesidad de eliminar las causas profundas del conflicto y coincidió con su homólogo norteamericano en que se puede lograr una solución a largo plazo mediante negociaciones pacíficas. En desarrollo de esta conversación, el 18 de febrero en Arabia Saudita se celebró el encuentro entre las delegaciones de ambos países, encabezadas por el Canciller de Rusia Sergey Lavrov y Secretario de Estado de EE.UU. Marco Rubio. Como resultado de estas negociaciones, las partes han acordado designar sus representantes para empezar en un futuro próximo un “proceso de arreglo ucraniano”. Según lo declaró el Canciller Sergey Lavrov, a medida que avancen los procesos relacionados con el arreglo del conflicto en Ucrania, se crearán paralelamente las condiciones para que nuestra cooperación se reanude en su totalidad y se amplíe a diversos ámbitos. EEUU han mostrado un gran deseo, que compartimos, de reanudar las consultas sobre cuestiones geopolíticas, incluidos diversos conflictos en distintas partes del mundo en las que tanto EEUU como Rusia tienen sus propios intereses. Las partes también han confirmado la voluntad recíproca de eliminar los obstáculos artificiales que impiden el desarrollo de una cooperación económica mutuamente beneficiosa.
Por lo tanto, tres años después del inicio de la operación militar especial, están surgiendo condiciones reales para una solución política del conflicto ucraniano. Esperemos que estos planes se hagan realidad.