EXPLOTACIÓN ANIMAL

Tres semanas de encierro y sufrimiento: las casi 3.000 vacas uruguayas varadas en Turquía terminaron en Libia, símbolo de un sistema brutal

Cuando los animales se transportan como carga, cualquier imprevisto los convierte en víctimas invisibles de un sistema que no está diseñado para protegerlos, sino para moverlos y venderlos, cueste lo que cueste.

Las casi 3.000 vacas uruguayas que pasaron más de tres semanas atrapadas en un carguero frente a Turquía (sin poder pisar tierra, sin luz natural suficiente, respirando amoníaco y sometidas al estrés constante del encierro) fueron finalmente descargadas en Libia. El viaje, que comenzó el 20 de setiembre y terminó en un destino que ni siquiera figuraba en la documentación enviada desde Uruguay, se convirtió en una radiografía brutal del comercio de animales vivos.

Animales atrapados en un limbo comercial y logístico

Durante más de 20 días, las vacas quedaron confinadas en un barco que no contaba con las condiciones mínimas para sostener un encierro tan prolongado. El buque Spiridon II permaneció detenido por falta de documentación sanitaria válida para 469 animales: sin caravanas, sin chips y sin certificados reconocidos por Turquía. Ese vacío burocrático bastó para convertir a miles de seres vivos en rehenes de un conflicto entre empresas.

Mientras las autoridades estatales y los privados negociaban responsabilidades, los animales pasaban día tras día acostados sobre sus propios desechos, con movilidad reducida y expuestos a golpes, caídas y estrés térmico. Ninguna negociación comercial puede revertir el daño causado.

Un negocio que prioriza la carga y desprecia la vida

El director de Ganosam, Fernando Fernández, aseguró que la operación cumplió con los requisitos del MGAP. Pero el resultado fue otro: un barco con animales exhaustos, rechazado en Turquía, sin destino claro durante semanas y finalmente redirigido a Libia sin aviso previo.

El importador pidió silencio, cambios repentinos de destino y certificados que no coincidían con el rumbo real del carguero. Durante ese proceso, la prioridad jamás fueron los animales, sino destrabar un negocio. La vida quedó subordinada a los papeles.

Una práctica que el mundo ya cuestiona y que Uruguay sigue defendiendo

Aunque Presidencia manifestó “preocupación”, el gobierno insistió en que se trató solo de un diferendo comercial. Pero este episodio vuelve a mostrar lo que tantas veces denuncian expertos en bienestar animal: el transporte de ganado vivo es inherentemente cruel. Incluso cuando no hay fallas, implica hambre, sed intermitente, hacinamiento, fracturas, muertes silenciosas y un estrés que deja secuelas permanentes.

Países como Nueva Zelanda ya prohibieron estas exportaciones por considerarlas éticamente inaceptables. Uruguay, en cambio, sigue defendiendo un negocio que, como prueban estas 3.000 vacas, puede convertir un viaje de exportación en una travesía de sufrimiento extremo por puertos donde los animales son descartables y donde el bienestar animal es apenas una nota al pie.

El Spiridon II solo volvió a ponerlo en evidencia: cuando los animales se transportan como carga, cualquier imprevisto los convierte en víctimas invisibles de un sistema que no está diseñado para protegerlos, sino para moverlos y venderlos, cueste lo que cueste.

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1 Comentario

  1. Es absolutamente imperdonable que se permita el sufrimiento de animales, considerado ilegal al menos en el mundo regido por leyes que se cumplen, con una finalidad de un lucro que no siente ni pena ni culpa, ni acepta responsabilidad.
    Y es absolutamente inconcebible también que no esté prohibida la exportación de ganado en pie, sobre todo en un país ganadero por excelencia como lo es el nuestro, que debería apuntar totalmente hacia una industria manufacturera de última generación y orientada hacia los mercados fuera de fronteras.
    Esta política de mentalidad medieval, que sigue centrada en vivir a costa de «las lanas y los cueros» no sólo tiene como resultado el sufrimiento de los animales transportados sino que también frena el desarrollo industrial del sector agropecuario.
    En vez de exportar ganado en pie –sobre todo de calidad superior como el nuestro (en el Reino Unido £19/Kg, corte «picanha»)– podría exportarse el «churrasquito listo para el fuego», porque mercado hay, la gente lo paga, y generar así no sólo un ingreso superior sino más fuentes de trabajo, y sobre todo evitar el sufrimiento de animales que se venden a us$ 4.70 por kilo (de sufrimiento!)
    El principio de exportar ganado en pie es como un suicidio de la industria cárnica misma.
    Muchos podrán argüir que si uno no vende, otros países llenarán el cupo. Y bueno, pues que lo llenen, lo que nunca podrán llenar será la calidad de la carne, un avanzado proceso de manufactura, un seguimiento de crianza, una historia fitosanitaria individualizada.
    Es, sin duda alguna, otro nivel del mercado, es sin duda otro cliente que opera en un círculo diferente. No son transacciones «de estancia aquí al matadero o granja de allá», es un vínculo entre frigoríficos de nivel casi científico y verdaderos profesionales del marketing orientados hacia cadenas hoteleras internacionales y restaurantes de cinco estrellas alrededor del mundo.
    No, no es una utopía o un sueño estúpido, es una realidad que se ve reflejada en otras industrias; por ejemplo la del vino chileno cuya presencia es notoria en toda Europa compitiendo con viñedos franceses, españoles e italianos.
    Y como ese hay muchos otros ejemplos. Todo es un marketing especializado con un buen producto a vender. Promoción de una marca, de un país. En el ramo mismo de la carne tenemos el ejemplo de lo que es una marca reconocida «Fray Bentos» –estúpida y criminalmente vendida (debería ser parte del patrimonio nacional) por incompetentes burros a una multinacional extranjera– la cual hoy en día llena las gòndolas de supermercados europeos con diferente productos tradicionales, desde el famoso corned beef hasta pasteles diversos. El proceso de llegar a los mercados fue no por un marqueting avanzado sino por circunstancias históricas de necesidad, pero la marca quedó bien establecida y perdura hasta hoy en dia con gran éxito comercial. Ahora mismo la gente está haciendo acopio de enlatados, entre ellos el corned beef, debido a «recomendaciones en caso de guerra…!» emitidas por diferentes gobiernos europeos.
    Creemos que el gobierno debería legislar al respecto y prohibir la exportación de ganado en pie y al mismo tiempo instrumentar un incremento en incentivos para expansión y modernización de infraestructura fabril, y al mismo tiempo también capacitar profesionales de marketing y ventas a un nivel internacional. Y si no hay en el medio instituciones que puedan brindar el nivel requerido para competir en la arena fuera de fronteras, pues enviar al exterior, a universidades o instituciones especializadas a quienes tengan la máxima capacidad de aprender lo necesario para defender y hacer triunfar nuestros productos en el extranjero. Europa es una cuna de sabiduría en ese aspecto. Holanda, el Reino Unido, ltalia, España, Francia, Alemania… fuentes de un aprendizaje tradicional y respetuoso donde cualquier egresado triunfa con sus conocimientos.
    Existen otras partes del mundo también, famosas y viejas, pero su cultura no es tradicionalmente «respetuosa», y su acento y uso del inglés no es precisamente muy internacional, más adecuado a films llenos de armas de fuego que a ámbitos académicos. Esto es una opinión personal, claro, pero hemos visto que en general un acento británico inspira más «credibilidad y confianza».
    Obviamente que para toda esta clase de proyectos de despegue de rutinas mercantilistas tradicionale s, pues se necesita dinero y un plan de desarrollo e implementación que requiere entre 3 y 5 años para «salir a la calle».
    Material humano hay, ejemplos a estudiar hay, mercados donde competir y crear hay, dinero hay –dónde está, será la pregunta, pues, el gobierno lo tiene, que invierta un poco del oro que tiene en sus arcas, es una inversión de las «reservas» y estamos en un momento de invertir sabiamente un poco de esas reservas para evitar caer aún más en una pobreza y subdesarrollo que hace que hasta uno tenga que vender vacas para poder seguir en una rutina desgastante y sin futuro.

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