Mantener la familia unida es fundamental para el tratamiento de trastornos alimenticios

Los tratamientos para los trastornos de la alimentación incluyen terapia, educación y medicamentos.

Hand of a professional family psychotherapist writing notes in front of a couple with a child in a blurred background during a consultation

Los trastornos mentales pueden tener un impacto significativo en las familias, generando tensiones y desafíos adicionales. Por ejemplo, la pérdida de un ser querido debido a un trastorno de salud mental puede desencadenar un profundo dolor y afectar la dinámica familiar. Los problemas de pareja asociados a la depresión o la ansiedad pueden llevar a situaciones de divorcio y separación, impactando tanto a los adultos como a los hijos involucrados.

Entre todos los trastornos existe el trastorno alimenticio, que puede afectar a cualquier persona. El tratamiento de un trastorno de la alimentación depende del trastorno en particular y de sus síntomas. Por lo general, comprende una combinación de terapia psicológica, educación sobre alimentación, supervisión médica, terapia familiar y, algunas veces, medicamentos.

El caso de la terapia familiar ofrece numerosos beneficios para todos los miembros de la familia. Proporciona un espacio seguro y estructurado donde los individuos pueden expresar sus preocupaciones, emociones y perspectivas. A través de la terapia familiar, se fortalecen los lazos familiares, se mejora la comunicación y se fomenta la comprensión mutua.

Los miembros de la familia aprenden a trabajar juntos como un equipo, desarrollando estrategias de apoyo y solidaridad. Además, la terapia familiar puede promover la resiliencia y fortalecer la capacidad de afrontamiento de todos los involucrados. Existen diferentes enfoques terapéuticos utilizados en la terapia familiar, cada uno de ellos con sus propias características y objetivos.

La terapia sistémica se centra en la interacción y las relaciones entre los miembros de la familia, identificando patrones disfuncionales y promoviendo cambios positivos. Esta modalidad terapéutica ayuda a los miembros de la familia a comprender cómo sus acciones y comunicaciones afectan a los demás, y cómo pueden trabajar juntos para lograr cambios constructivos en el sistema familiar.

En este caso se ha demostrado que la familia y sus relaciones son elementos claves en el funcionamiento de sus miembros, en el surgimiento de sus problemas y en sus soluciones. Cuatro pilares determinan la funcionalidad o disfuncionalidad de un sistema familiar: sus actuaciones, la estructura, el ciclo vital familiar e individual de sus miembros, el tipo de comunicación y el clima emocional dominante.

En el caso de los trastornos de conducta alimentaria, no se debe atender sólo a los síntomas más visibles (pérdida de peso, restricción alimentaria, atracones, entre otros) como un patrón de conducta disfuncional, sino también le van a servir a la persona para expresar “gritar” que algo del sistema no funciona bien.

Expertos aseguran que si solamente se incidiera en los síntomas más superficiales como hacen otras terapias, se quedaría reducida a una de las partes, y no al todo, lo que mantendría el problema, aunque los síntomas se vieran reducidos durante un tiempo. Por ello, la terapia familiar en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria es imprescindible, ya que ayuda a entender la globalidad del problema, atendiendo a cambios más estructurales y profundos que la simple conducta sintomática que se podría considerar como la punta del iceberg.

La participación activa de todos los miembros de la familia es crucial en el proceso de tratamiento. La terapia familiar reconoce que cada miembro de la familia tiene un papel importante en el bienestar y la recuperación del individuo que enfrenta un trastorno mental. Es fundamental que todos los miembros de la familia se sientan escuchados y validados en el proceso terapéutico.

La terapia familiar empodera a las familias al involucrarse en la toma de decisiones y alentarlas a asumir un papel activo en la recuperación del individuo. Los miembros de la familia aprenden a comprender mejor el trastorno mental, a manejar los síntomas y a brindar apoyo mutuo. La terapia familiar también educa a la familia sobre los recursos y servicios disponibles, y les proporciona herramientas para abordar el estigma y la discriminación asociados con los trastornos mentales.

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