En Uruguay, donde la memoria histórica es una pieza clave del pacto democrático, cada gesto político que toca el terreno sensible de los derechos humanos tiene un peso que supera lo circunstancial. Por eso, el movimiento que realizó en junio de este año el presidente Yamandú Orsi —explorando caminos para que lo asesorara la suprema corte de justicia con la forma de flexibilizar la situación de torturadores y represores condenados por crímenes de lesa humanidad— cayó como un baldazo de descreimiento entre quienes, durante décadas, sostuvimos la lucha por verdad, justicia y nunca más.
Para muchos ciudadanos, especialmente para aquellos que dedicaron su vida a la defensa de los derechos humanos durante y después de la dictadura, este giro se siente como una traición a las causas que sostienen la legitimidad moral de la democracia uruguaya. No porque se espere perfección de ningún líder político, sino porque hay fronteras que no deberían cruzarse nunca. Entre ellas, la de otorgar beneficios, atenuaciones o salidas políticas a quienes cometieron delitos imprescriptibles, amparados en el terrorismo de Estado.
La propuesta de revisar la situación de los represores no surge en un vacío. Llega en un contexto político de micro acuerdos no escritos entre Cabildo Abierto y el MPP que es público y notorio donde cada sector busca mostrar “sensibilidad” con demandas diversas. Sin embargo, cuando la búsqueda de equilibrios políticos se hace a costa de principios esenciales, el daño excede cualquier ganancia electoral. La democracia no es un territorio negociable, y menos aún los derechos básicos violados por el aparato represivo del Estado.
Orsi, que se proyecta como una figura moderada dentro del progresismo,porque es difícil catalogarlo izquierdista a este gobierno , parece haber querido enviar una señal de apertura hacia sectores que reclaman “reconciliación” sin justicia. Pero esa palabra, tan manipulada a lo largo de las décadas, vuelve a colocarse en un terreno peligroso. Reconciliar no es olvidar; reconciliar no es blanquear; reconciliar no es torcer el brazo de las garantías constitucionales para quienes nunca mostraron arrepentimiento ni aportaron verdad alguna sobre los crímenes cometidos.
Las organizaciones de derechos humanos lo han dicho con claridad durante casi medio siglo: no hay democracia plena si los crímenes de la dictadura se relativizan, se flexibilizan o se usan como moneda de cambio. Los represores no están presos por motivos ideológicos; están presos por secuestros, desapariciones, torturas, asesinatos, apropiaciones de menores y la sistemática violación de la dignidad humana. Son delitos probados, juzgados y reconocidos internacionalmente.
La crítica que hoy cae sobre Orsi no es simplemente política: es ética. Para amplios sectores de la sociedad, su iniciativa rompe una línea de continuidad histórica que el Uruguay cuidó con paciencia, dolor y un compromiso institucional que muchas veces lo distinguió en la región. Ajustar la justicia a conveniencias del presente abre un precedente que erosiona décadas de construcción democrática.
Uruguay no necesita “gestos humanitarios” con torturadores; necesita más verdad, más memoria y más garantías de no repetición. Lo que está en juego no es el trato a unos pocos ancianos en prisión, sino el sentido profundo de lo que el país decidió ser después del horror.
En un momento en que los discursos negacionistas reaparecen, y donde ciertos sectores buscan relativizar el terrorismo de Estado bajo la excusa del paso del tiempo, el liderazgo político debería ser más firme que nunca en defender las bases morales de nuestra convivencia democrática. Ceder en esa frontera no es reconciliar: es retroceder.


Buenas tardes. Totalmente desilucionado con este FA. Después que no se quejen cuando aparecen los MILEI de la vida
Que verguenza. No es gobierno del FA. Es mpp puro y duro. Traicionan los postulados mas sensibles como son los DDHH.
Es el FA, con sus diferencias y anuencias. 15 años de gobierno desgastaron la pequeña dosis de «radicalismo» que pudo haber habido alguna vez el FA. Se decantó su esencia y ahora el FA, como conjunto, un partido socialdemócrata de corte Europeo. De esos que dicen sí y puede ser un no.
Los arreglos y componendas en un «ámbito democrático» esa es la pauta que esta Democracia, ya no es más el poder del pueblo, sino del Partido delegado a gobernar…
Para los que nos « fueron » hace más de 50 años, es extraño escuchar esos postulados de « pacificación » y acuerdos políticos entre los que piensan que eran los actores de de aquellas contiendas.
Muchos sufrieron las consecuencias sin pertenecer al MPP pero que lucharon por la democracia, la libertad, la igualdad de todos los orientales. La ley es la ley para todos y se aplica por igual.
Los jueces condenaron, que se aplique la ley.
Tengo 73 años y veo éste : MI FRENTE AMPLIO TOTALMENTE DESCONOCIDO. MUY DESCEPCIONADO ESTOY .
Y lo peor es que después aparecen los libertarios como MILEI y se «pudrira» todo .
Después se lamentarán y esto será » TIERRA ARRASADA» DE LA DERECHA y les damos «vía libre» a los torturadores .
Nuestros hijos pagaran las consecuencias.
Creo que la función de la Justicia No es tomar represalias Si fuera así no se puede dejar libres a asesinos seriales como Goncalves Se trata de que en la cárcel estén solo los que representan un real peligro para la sociedad De lo contrario no tiene objetivo