En su discurso, el embajador Santana agradeció a todos los presentes, con mención especial a los funcionarios del estado uruguayo, senadores, diputados, colegas embajadores y a la comunidad dominicana residente. Asimismo, recordó el hecho central del 27 de noviembre de 1925, cuando el abogado, escritor y diplomático dominicano Tulio M. Cestero presentó sus cartas credenciales ante la Cancillería uruguaya. Este acto inauguró una etapa de relaciones formales, tras un período previo caracterizado por el intercambio de cartas entre presidentes (algunos de corta permanencia en el poder) y la designación de cónsules honoríficos.
El diplomático se remontó al documento más antiguo localizado en los archivos dominicanos: una carta fechada el 15 de junio de 1876. Este escrito fue firmado por Manuel de Jesús Galván, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno del presidente Ulises Francisco Espaillat, y estaba dirigido al presidente uruguayo Pedro Varela, a través del canciller Ambrosio Velazco. Una vez despejadas las amenazas inmediatas, se redactó la carta de 1876. En ella, el gobierno de Espaillat proponía “la más pronta celebración de un tratado” entre ambos países, basándose en la identidad de origen, raza e historia, y en la “vecindad natural” de las naciones del continente.

La respuesta del canciller uruguayo Ambrosio Velazco, fue positiva. Comunicaba que el gobierno uruguayo estaba animado por los mismos sentimientos y deseaba negociar el tratado “sobre las bases generales del derecho público internacional”, para lo cual invitaba a enviar un plenipotenciario a Montevideo.
Sin embargo, los gobiernos de Espaillat en República Dominicana y de Varela en Uruguay no tuvieron la duración suficiente para concretar el acuerdo. No obstante, Santana destacó que el interés mutuo manifestado en aquella correspondencia “servirá por siempre como punto de inicio de una amistad”.
El Rol de Uruguay
El contexto de 1924 guardaba similitudes con el de 1876: la República Dominicana recuperaba su soberanía tras ocho años de ocupación militar norteamericana. Santana subrayó el papel de Uruguay durante ese período. Citó un telegrama del gobierno uruguayo de Baltasar Brum al secretario de Estado estadounidense, Robert Lansing, en el que Uruguay expresaba su simpatía “por las gestiones tendientes a restablecer en República Dominicana un Gobierno Civil” que devolviera al país “el goce de su soberanía”. “Restablecida la soberanía dominicana por la que Uruguay abogó con mucha firmeza e inteligencia, es cuando se produce la designación de Tulio M. Cestero”, afirmó Santana.
Santana contextualizó este nuevo salto cualitativo en la representación. Ocurrió tras un período de inestabilidad en República Dominicana: la desaparición de la dictadura de Trujillo, el breve gobierno de Juan Bosch, su derrocamiento, la guerra civil de abril de 1965 y la posterior invasión militar estadounidense. El embajador destacó que Uruguay “rechazó participar” en la Fuerza Interamericana de Paz que secundó la intervención, votando en contra de las resoluciones que la avalan en organismos multilaterales y expresando “duras críticas contra la intervención extranjera”.
“Como puede observarse, Uruguay siempre ha estado al lado de la República Dominicana, tanto en los buenos momentos como en las dificultades”, afirmó Santana. El embajador identificó como el último eslabón en la fortificación de la amistad la etapa de la “diplomacia entre presidentes”.

Santana señaló que la visita más reciente del presidente dominicano Luis Abinader, para asistir a la toma de posesión del presidente uruguayo Yamandú Orsi, constituye “el más reciente capítulo de la hermandad”. Según sus palabras, ambas naciones “apuestan a seguir escribiendo un camino de fortalecimiento democrático, de acompañamiento cotidiano a los esfuerzos mutuos por alcanzar mayores niveles de bienestar para los ciudadanos, de intercambio cultural y de ampliación del comercio”.
Como parte integral de la conmemoración, se circuló una revista que recopila de manera estructurada la historia del vínculo bilateral. La publicación incluye secciones dedicadas a la historia, actos protocolares, cultura, tradición, turismo, economía de la República Dominicana, ofreciendo una visión panorámica de los pilares de la nación caribeña y de los hitos más relevantes de la relación con Uruguay en los últimos años.
La comunidad dominicana en Uruguay
Asimismo, el embajador agradeció la presencia de la comunidad dominicana, en el mosaico multicultural que conforma la sociedad uruguaya, pues se erige como un componente demográfico, social y cultural de primer orden, constituyéndose en la diáspora más numerosa entre las residentes en el país. La relevancia de esta colectividad no solo reside en su número, sino en la profundidad de su integración, la vitalidad de sus tradiciones y el papel de puente cultural que desempeña entre el Caribe y el Cono Sur.

En el plano socioeconómico, sus miembros han contribuido activamente a diversos sectores de la sociedad uruguaya, inyectando talento, capacidad emprendedora y una ética de trabajo resiliente. Más allá de la contribución laboral, su impacto cultural es innegable. Eventos que celebran festividades tradicionales se han convertido en espacios de intercambio y convivencia, donde uruguayos y otras comunidades migrantes pueden experimentar y apreciar esta herencia caribeña.
El acto de conmemoración del centenario sirvió, para repasar una relación forjada a lo largo de un siglo de diálogo formal, precedida por décadas de contactos y apoyos fundamentales en momentos históricos decisivos. La narrativa expuesta por el embajador Santana delineó un vínculo que, desde una propuesta de tratado en 1876 hasta la diplomacia presidencial del siglo XXI, se ha consolidado sobre principios de respeto a la soberanía, solidaridad y una visión compartida de desarrollo y cooperación.

