Olla a presión

Los conflictos por la alimentación en nuestros días, las ollas como respuesta, resistencia y construcción.

Desde hace unas semanas se instaló con fuerza en nuestro país la discusión acerca la tarea solidaria que llevan cientos de vecino/as desde hace mas de dos años para dar respuesta al acceso a la alimentación de una parte de nuestra sociedad.
Lo primero es reconocer y volver a insistir como lo hemos hecho desde hace varios años (se puede googlear fácilmente) que nuestro país (y buena parte de America Latina) tiene un problema estructural de pobreza. Un problema que es consecuencia en parte de nuestros propios problemas como país, pero también como consecuencia del desarrollo desigual y combinado de un sistema mundo que nos hace vivir la paradoja de estar parados sobre un inmenso granero mundial al tiempo que buena parte de nuestro pueblo no accede al alimento.
Por otro lado, la colonización económica, cultural y del conocimiento que generar los países del norte, ha impedido salvo en contados casos y momentos históricos, que no podamos salir de ser exportadores de materias primas.
Pensarnos como un país viable es antes que nada, pensarnos como una sociedad integrada, antes que al mundo, internamente. Es posible hoy, arriba de la línea 306 de Ucot, recorrer barrios pobres y a los 10 minutos estár mirando por la ventana un barrio lujoso de Alemania. Esa fragmentación, esa desigualdad expresada a simple vista, impide que podamos consolidar una sociedad integrada. Es incocebible un proyecto de país, de Uruguay, donde nos permitamos la existencia de una sola persona en situación de pobreza o de indigencia. Deberíamos cargar con la vergüenza que implica no dar respuestas como sociedad a este flagelo, con la capacidad que tenemos de producir alimentos para 25 o 30 millones de personas.
El caso que se instaló la disputa, David contra Goliat, desde el Estado usando todo su instrumental contra grupos organizados de vecino/as en torno a promover la alimentación de quienes hoy no pueden acceder. Esto quiere decir que estas organizaciones son la diferencia entre que un conjunto de uruguayos coma o no.
Suponemos que con la retirada paulatina de la pandemia, se fueron retirando los tapabocas y a muchos se les vio la cara completa. No hay chance. No se explica.
Entiendo que el ataque tiene que ver también con un posicionamiento claro y fuerte del ministro de desarrollo social. Un posicionamiento que no termina de asumir, que es valido aunque claramente no lo compartimos. Es necesario siempre poder disputar y discutir con las mejores opiniones de los adversarios políticos para no caer en el ring de twitter. Por eso mismo, asumo que al ministro le molestan algunas cosas de la coordinadora popular y solidaria.
Le molesta que utilicen el adjetivo “popular”, no lo asume. Las derechas asumen lo popular como aquello que es masivo y no como sujeto histórico que se conforma más que por el lugar que ocupan en la estructura económica, por la conciencia y el reconocimiento como oprimidos. Lo popular, entonces, no es un slogan ni un atajo para hablar de muchedumbre. Lo popular es un reconocimiento entre quienes están quedando al margen, por no acceder a los alimentos, por no tener trabajo, por no poder continuar los estudios, por tener trabajos precarizados… Esta idea no se puede permitir desde un ministro que asume el acceso a la alimentación en las ollas como un trámite, como una gestión como una respuesta y no como un reconocimiento constructor de dignidad.
Otro elemento central que no puede permitirse el actual ministro es la idea de que la coordinadora de ollas proponga una “vida digna”. Es claro que, para cierto pensamiento alineado a modelos neoliberales de pensar y construir cultura, la vida implica sacrificios, por tanto, quienes no se esfuerzan lo suficiente en definitiva no tienen más que esperar migajas, sobras o vueltos para sobrevivir. La dignidad como mencionaba antes, es un atributo que permite el reconocerse como sujetos de la historia, como protagonistas, entonces como capaces de modificar la realidad, de no aceptarla simplemente. Esta recuperación de la dignidad implica un fuerte proceso de reconocimiento de visibilizar, de construir de manera conjunta respuestas a preguntas que nos acompañan desde hace décadas. ¿Cuál es el motivo que tenga que existir en nuestros países ciudadanos que hagan fila con el tupper para comer? ¿Es un problema individual, de esa madre, de ese padre, de esa familia o es un problema de nuestra sociedad? ¿Cuál es la culpa con la que carga un/a niño/a que nace en un barrio pobre para quedar atado a que su alimento este en una olla y no en la mesa de su casa?
La dignidad, es un atributo de los seres humanos, de las personas, las cosas no tienen dignidad en todo caso pueden ser usadas por personas dignas.
Insisto en que lo mejor es colocar de verdad las opiniones que hacen que hoy, el ministro este usando todo su arsenal en enfrentarse con vecino/as de los barrios que se organizan para gastar el tiempo en ayudar al prójimo, a los más humiles. No hay motivo más grande de vida que disponer de nuestro tiempo para hacer cosas con otros por otros.
Las ollas con las que caceroleó nuestro pueblo para enfrentar la dictadura hoy son usadas por ese mismo pueblo para alimentar a quienes fueron empujados al lado del camino.
Estas ollas son las que alimentan con comida, pero también con sueños y con la convicción de que el valor no nace del coraje sino de la dignidad.
Si el ministro insiste en su estrategia se encontrará con pueblo organizado, que estará dispuesto a defender la posibilidad de asegurar que nadie, en nuestro país, deba dormir con la panza vacía.

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