VIAJE con Mi Padre – Ptes. C.A. Perez y Echeverría, Kennedy…

A fines del 75, mi exilio había comenzado, simplemente, no lo sabía. Tampoco era tan tonto como para creer que el viaje que emprendíamos con mi padre me iba a permitir regresar enseguida. Si era exitoso, como esperamos, y realmente lo fue, habría que esperar un poco que las aguas se clamen. Pero cuando finalmente pongo fecha y hora para volver, ocurre lo más trágico de nuestro exilio. Y en vez de regresar, nos íbamos a alejar, primero juntos. Luego en vez de un Río, nos separaría un Océano. 

Pasajes en mano mamá nos despidió en el Aeropuerto de Ezeiza. Primera escala: Caracas, a donde ni siquiera habíamos podido avisar la demora en partir, y había ya entrevistas concedidas. Lo haríamos situ para reagendarlas. La solidaridad recibida por todas las fuerzas políticas y sociales sin excepción facilitó todo. 

El Presidente Carlos Andrés Perez, nos recibió el mismo día de la llegada. Bastó dejar una esquela en la garita de custodia del Palacio Miraflores explicando lo ocurrido. La respuesta llegó antes que yo al Hotel donde nos alojábamos, frente al Congreso Nacional. Papá me esperaba con la noticia. Un edecán militar nos esperaba. Ni llegamos a sentarnos, que se abrió la puerta del despacho presidencial y nos recibió en presencia de un fotógrafo. Comenzar así nos dio mucho ánimo.

Al otro día vimos, nos dedicamos al Congreso. Vimos a su Presidente Gonzalo Barros de Acción Democrática, entonces Partido de Gobierno. También a Jaime Lussinchi, sería él mismo Presidente, durante el retorno a la democracia en Uruguay, donde llegare de visita en el 1986. Conversamos con los Senadores y ex líderes guerrilleros Teodoro Petkoff y Pompeyo Marquez. 

De regreso al Hotel, papá estaba… raro. Contento, sí, pero algo le daba vuelta en la cabeza:. Abrió la ventana y miró al Palacio del Congreso rodeado de palmas. Suspiró y dijo “fueron guerrilleros… Son Senadores electos por el pueblo…¿Qué hicimos tan mal en Uruguay que no pudimos lograrlo?”.

Faltaba COPEI, sigla conque ocultaba su extraño nombre la Democracia Cristiana, por entonces principal partido opositor. Al otro día, (¡todo fue en tres días!) nos recibo Rafael Caldera en su casa. Había sido Presidente del 69 al 74 y volvería a serlo, mucho después, y fuera de su partido, del 94 al 99 para ser sucedido por Hugo Chavez. Lo visitamos en su casa. 

Había que rearmar la agenda de Mexico. Durante mi prisión, papá había hablado con Enrique Iglesias, (Srio. de CEPAL) quien estaría, en un seminario en Mexico, sobre fin de año y le había invitado. Llamé a CEPAL, (Santiago de Chile), y así dimos con él. El tiempo nos daba justito para llegar al encuentro ya en curso. No era en la Capital, sino en Oaxtepec. (Hora y media de viaje)

Llegamos, el día antes de la clausura, en un auto del Centro de Investigación y Docencia Económica, (CIDE) una ONG mexicana donde estaba el chileno Miguel Insulza, años después, Secretario General de la OEA. En esos dos días conocimos a Mark Schneider, Secretario del Senador Kennedy; Orlando Letelier, que dirigía una ONG en Washington y al Lic Francisco Javier Alejo, Secretario del Patrimonio de México. 

Oaxtepec nos ayudó a armar un brevísima pero del más alto nivel en México, pero también nos abrió puertas en lo menos trabajado previo al Viaje: EEUU. De regreso a la Mecido DF (Capital), el Lic Alejo nos consiguió la entrevista con el Presidente Luis Echeverría Alvarez.

Echeverría era un personaje muy pintoresco. Recibía en la Residencia Oficial (Los Pinos), caminando. Bordeaban su trayecto Ministros, Embajadores, Asesores, Militares… y nosotros. Nos tomó a cada uno con un brazo. Agradecí la ayuda del Embajador Vicente Muñiz y .. reaccionó diciendo: “Hoy me comunicó que ingresaron dos uruguayos asilados a su residencia”. Leyó sus nombres: “Carlos Borches y Martín Puchet”. Los dos primeros, luego fueron cientos y cientos de cientos. La entrevista concedida por 20 minutos duró casi dos horas.

Al día siguiente fuimos a ver a un tío abuelo Aldunate, exiliado republicano español. Justo ese día murió Franco. Papá no había ido a España mientras viviera. De regreso supo que Lacalle de Herrera había ido a firmar las condolencias a la Embajada Española, cantando Cara al Sol, el himno fascista, le mandó mando una dura duras cartas. Nunca recompusieron del todo aquel enfrentamiento. 

En una semana habíamos hecho ya dos países. Faltaba EEUU. ahí íbamos medio en blanco. Pero Letelier, y Mark, el secretario de Kennedy iban cumplir la promesa de ayudarnos. Oaxtepec había significado ver al Presidente de México y armar la visita a EEUU.

Por eso, en EEUU todo fue cortito y al pie. Tuvimos entrevista con foto con el Senador Kennedy. Este nos sugirió ir a la Washington Office on latín America (la WOLA), frente a su oficina, la misma que nos había recomendado en Buenos Aires el Obispo Armstrong.(Cto.I- 7). Allí conocí a Joe Eldridge y la ONG en la que un par de años después trabajaría (Cto. III. 21).

Visitamos también al Senador Abourezk, de Dakota del Sur, A Tom Quigley, contacto clave: Encargado de América Latina en la Conferencia Católica (USCC en su sigla en Inglés) en la 1312 de la Avenida Pensilvania NW. ¡Impresionante todo lo que con tiempo hizo por Uruguay!

En la WOLA conocimos a su director, Rev. Joe Eldridge (metodista) y al Sub Director Bill Brown. No sabíamos que además de Directores, eran los únicos integrantes de la misma. Joe con los años iba a ser mi gran amigo de la vida. ¡Quién hubiera dicho! (Cap. IV- 28)

Obvio, fuimos a ver a Letelier en Instituto de Estudios Políticos (IPS) en1901 de la calle Q NW. Allí conocimos también a la politóloga Roberta Salper. en su Instituto para el Estudio de Políticas. En medio d e la intensa jornada entre políticos y organismos religiosos, papá, con incontenible humor, le da la mano un anfitrión de tantos y me pregunta “¿Este es cura o Senador?”

De regreso hicimos escala en Miami. Allí tomamos un ida y vuelta a Atlanta donde el Obispo Armstrong, como prometió en Buenos Aires, había coordinado una cita con Jimmy Carter, que 16 meses sería Presidente de EEUU.

Se manejó la posibilidad de cortar la ayuda militar a Uruguay. Más que sueño, en ese momento, era una utopía. Sin saber lo que nos depararía el destino, en el vuelo de regreso, papá dijo “habría que tener una oficina una presencia más permanente en Washington”. 

Fue una alegría el encuentro con mamá. Habíamos llegado justo para las fiestas. Mamá fue desde el La Panchita a Buenos Aires, a buscar a mi hermana y su familia que venían a pasar Navidad. Yo bromeaba “disfrútenme, que apenas pase la bronca del éxito del viaje vuelvo…” No iba a volver. 

Mientras que mamá viajaba de regreso con el resto de la familia, llegaron al tambo dos coches Falcon blancos. Los que llegaron en ellos, se identificaron como integrantes de la Policía Federal. Papá los recibió de muy mal modo. El oficial se sentó en el patio donde estábamos. El lo miró fijo y le dijo “no lo invité a sentarse”. Se paró.

Papá no contestó sus preguntas. Le dijo “soy un asilado. No puedo hacer política en Argentina. Pero ·usted tampoco me puede interrogar por lo que hago en otros países.” Apenas se fueron, mi viejo me clavó la vista y me dijo: “NI UNA PALABRA A TU MADRE”. A las tres horas ella estaba de regreso con la familia de mi hermana. Intuyo o se dio cuenta de todo. Así era. No se le engañaba fácilmente. 

Pasamos la cena de Nochebuena que cocinó mi padre (le encantaba), con una mezcla de alegría de estar todos juntos y cierta tristeza que causaba la duda de cómo serial futuro. Pero no nos engañábamos unos a otros. Reinaba una gran incertidumbre sobre que pasaría en el año que recibíamos, 1976. 

Y yo, no sabía que había empezado mi exilio.

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