Según datos estadísticos del National Bureau of Statistics of China, una agencia del Consejo de Estado de la República Popular China, la población de China disminuyó después de décadas de crecimiento vertiginoso; entre otras cosas debido a la política del hijo único y el envejecimiento de la población. Pero no se trata de un caso particular sino de una tendencia cada vez más pronunciada en muchos países del mundo.
Aunque para algunos la caída de las tasas de natalidad y el envejecimiento de la población pueden tener efectos negativos en el crecimiento económico (para algunos economistas «menos bebés significa menos trabajadores y consumidores que impulsan el crecimiento económico»), esto es una buena noticia considerando que ninguna otra población de animales grandes creció tanto, tan rápidamente o de manera tan devastadora para otras especies como la nuestra.
En este sentido, Stephanie Feldstein, directora de población y sostenibilidad del Centro para la Diversidad Biológica, sostiene que la disminución de la población aliviará la presión que ocho mil millones de personas ponemos sobre el planeta.
«Hay más en la historia que solo dinero. En un modelo actual de crecimiento interminable y ganancias a corto plazo sacrifica a las personas vulnerables y el futuro del planeta, la disminución de la población podría ayudar a crear un futuro con más oportunidades y un mundo biológicamente rico y saludable», señala.
No es un cambio fácil: requiere una transformación en nuestra mentalidad respecto al crecimiento económico y la prosperidad; pero es un cambio necesario si deseamos construir un mundo justo y sostenible para todos.
Las Cifras
A nivel global, durante los últimos 50 años, la población humana se duplicó y, como resultado, la población de vida silvestre disminuyó en un promedio del 69%. En otras palabras, terminamos alterando casi el 70% de la superficie terrestre del planeta (algunos informes estiman que este número podría llegar al 97%) y, en consecuencia, fuimos desplazando la fauna de sus hogares y destruyendo ecosistemas irremplazables.
Feldstein argumenta que la pérdida de la biodiversidad es trágica en sí misma. «Un mundo sin elefantes, salamandras gigantes y millones de otras especies en riesgo de extinción en las próximas décadas sería profundamente empobrecido», lamenta. «La fauna y flora silvestre enriquecen nuestras vidas y sostienen los ecosistemas vitales. El agua dulce que necesitamos para sobrevivir, las plantas que utilizamos para alimentarnos y medicarnos, y los bosques que dependemos para obtener aire limpio y para la absorción de carbono, son todos productos de complejas interacciones entre diversas formas de vida, desde microbios y polinizadores hasta carnívoros y carroñeros. Cuando se desenreda incluso un solo hilo de ese tapiz, todo el sistema puede desmoronarse», agrega.
Asimismo, pese a la creencia popular de que una disminución en la población perjudicaría la economía, investigaciones muestran que una tasa de fertilidad más baja no solo reduciría las emisiones de carbono para el año 2055, sino que también aumentaría el ingreso per cápita en un 10%.
Conclusiones
Para la especialista, hay otro factor relacionado con el ambiente y la población: mujeres mejor educadas tienden a tener menos hijos y, cuando ocupan puestos de liderazgo, es más probable que impulsen iniciativas para luchar contra el cambio climático y proteger la naturaleza que los hombres.
Entonces, continúa, hay dos escenarios posibles. En el primero, una economía que dependa del crecimiento demográfico ilimitado determinará el destino de nuestro planeta. Abordar la crisis climática (sequías, clima extremo, huracanes, incendios, etc.) será cada vez más difícil, los ecosistemas serán dañados de manera irreversible, la capacidad de adaptarse a los desastres naturales será cada vez menor menor, y el riesgo de amenazas como pandemias, desertificación del suelo y pérdida de biodiversidad irán aumentando.
En el otro escenario, será necesario, en muchas otras cosas, prepararse para una población que envejece, invertir en atención médica, rediseñar las comunidades para satisfacer las necesidades de vivienda, transporte y servicios de las personas mayores; administrar el consumo, formular políticas la planificación familiar y para poder decidir con libertad si tener hijos y cuándo.