En un mundo donde la tecnología avanza a un ritmo acelerado, analizar cómo nos interpela socialmente y en nuestro estilo de vida el uso de la misma no parece un camino errado, sino uno que deberíamos emprender. El especialista argentino en Tecnología y Seguridad Informática, Sebastián Bortnik planteó a Diario La R que la tecnología no es ni buena ni mala en sí misma, pero sí exige un uso crítico: ¿Me sirve? ¿Me hace bien? ¿Lo necesito? Este desafío no solo se trata de educar a los niños, niñas y adolescentes en el uso consciente de la tecnología, sino también a nosotros como adultos.
Bortink enfocó su pasión hacia el lado de la educación y la divulgación del buen uso de las tecnologías en la niñez y en la adolescencia, pero entiende que hay un tema macro que lo convoca constantemente y que es el eje de su trabajo y es “pensar cómo la tecnología impacta nuestras vidas”. Un término que parece muy amplio pero que está presente en nuestro día a día. “Vivimos en un contexto donde pareciera ser que todo lo nuevo hay que usarlo, y su valor se reduce a que es nuevo y no a sus beneficios”, expresó.
Una de las reflexiones que hace en su libro Guía para la crianza en un mundo digital, es que “por el rol que tiene el ejemplo y la acción en la crianza y en la educación en general, es imposible no pensar en cómo nos interpela a nosotros”. En ese sentido, considera que “no hay una capa reflexiva respecto al uso de la tecnología” y si está presente la idea de que “hay algo nuevo y lo tengo que probar, porque si no lo pruebo me quedo afuera”. Si bien su pasión es la tecnología no está de acuerdo con esa mirada “simplista” de cómo nos tenemos que relacionar con la tecnología, “tan poco crítica, tan poco reflexiva y tan poco pensante”.
Como ejemplo para analizar recordó cuando WhatsApp se actualizó y permitió como nueva funcionalidad acelerar los audios. “Hoy parece algo trivial pero en su momento fue el tema del día y las personas lo celebraron”, sin embargo a su entender, “parece bastante inhumano no escuchar a alguien a la velocidad que habla”. Desde el día uno, Bortnik fue crítico con la funcionalidad e incorporó esta herramienta para usos con propósitos, como reproducir para refrescar la memoria.
“El problema detrás de estas situaciones es que pareciera que venimos de unos cuantos años de ignorar los efectos colaterales. Un concepto que está instalado en otras áreas, como la medicina, pero un chip que no logramos incorporar en el mundo tecnológico”, analizó. Observando el comportamiento social ante el avance tecnológico, lamentó que “estamos todo el tiempo mirando el beneficio e ignorando los efectos colaterales, incluso cuando esos efectos colaterales de a ratos pareciera ser mucho más nocivos que los beneficios”.
Bortnik nos invita a pensar ¿cuáles son los beneficios de acelerar audios de WhatsApp?. Sin responder que ganamos tiempo, porque “nadie puede demostrar que desde que acelera los audios ganó un montón de tiempo libre”. Sin embargo, lo que sí sucede es que estamos “autosustentado nuestra propia ansiedad patológica y social que estamos viviendo, con un beneficio que no está tan claro”, producto de “cómo nos venden y cómo consumimos la tecnología”.
Este mundo lo atraviesa un amplio abanico de áreas que se podrían tratar en específico, pero la finalidad de esta nota no es ahondar en una causa y efecto en especial, sino en el criterio con el que deberíamos elegir la incorporación de cada avance tecnológico a nuestra vida diaria. “El chip de que hay que usar, es muy nocivo porque hace que muchas veces se potencien los efectos colaterales, pero además no se usan las cosas buenas de la tecnología”, consideró.
En ese sentido, informó que como padre uno de los temas que se discuten en la familia es el tiempo de uso de las pantallas, pero Bortnik decidió implementar un hábito que trasciende más allá y que consta en preguntarle a su hijo qué tiene ganas de ver. Algo que impacta directamente en la sobreoferta que brinda y que nos lleva a saltar de un video a otro. Como anécdota, recordó que en una ocasión le respondió que quería mirar algo sobre Egipto, tras haber visto un capítulo de Scooby-Doo; en esa búsqueda encontraron un canal que los conectó con la mitología egipcia y después con mitología griega, que despertó su interés en contar con un libro al respecto, que hoy relee y relee. Antes esto, reflexiona que “el uso de la pantalla nos ayudó a tener un espacio analógico y que mi hijo se interese por un tema”.
Es así que el especialista recomienda no sumergirse en el ecosistema digital o analógico, sino permanecer en un espacio híbrido “en donde uso la tecnología, pero para que me ayude a hacer algo más”. Esto explica cómo se potencia su uso cuando es criterioso. “Tenemos incorporado el chip de que hay que manejar con cuidado para que los beneficios sean mayores a los efectos colaterales, que podrían ser tener un accidentes de tránsito”, reiteró, sin embargo “pasamos de una vida completamente analógica a estar más de 10 horas por día mirando una pantalla, sin reflexionar al respecto”.

Desconexión y conexión
Por otra parte, Bortink, destacó que actualmente se está instalando cada vez más reflexionar sobre bienestar digital y de encontrar esos espacios donde me doy cuenta que estar sin tecnología me hace bien. “La palabra desconectados es parte de que nos ganaron la batalla, porque es algo que suena negativo. En lugar de pensar que estoy conectado con otros elementos, ya desde la semántica nos vendieron que es bueno estar conectado y malo estar desconectado de la tecnología. Eso es lo que hay que romper”, reflexionó.
En ese sentido, expresó que no le gusta usar el término de estar desconectado, cuando está conectado con otras cosas. “Cuando me pongo a leer un libro, no estoy desconectado. Quizás estoy más conectado que nunca. Cuando estoy jugando con mi hijo en el piso, armando rompecabezas, no estoy desconectado, estoy conectadisimo con las cosas importantes de la vida”, agregó. La idea de que la tecnología captó nuestra atención plena en términos de usabilidad, de productividad, entendiendo que “si estoy conectado funciono y si estoy desconectado no funciono”, tiene que romperse con la consciencia de que tenemos que encontrar espacios donde, por ejemplo, el celular no esté conmigo.
“Cuanto más yo tenga eso presente, cuanto más yo encuentre esos espacios y cuanto más me de cuenta que son positivos, automáticamente voy a empezar a bajar el tiempo en pantalla y automáticamente mi tiempo en pantalla va a ser más productivo, porque al reducirlo yo voy a empezar a buscar que sea útil”, reflexionó. Es ahí donde “empezamos a ganarle la batalla a la tecnología, cuando encontrás un momento donde va a ser ganancia y no pérdida”.
Continuando con el concepto de conexión, mencionó que en las personas suelen estar con su atención puesta en las pantallas perdiéndose la posibilidad de conectar con quienes están presentes o incluso, con lo que está sucediendo a su alrededor. En ese sentido, entiende que la interrogante no es cuánto tiempo hay que habilitar el uso de pantallas, sino cómo interactuamos con el mundo analógico cuando no la usamos.
Por ejemplo, “solemos los sábados en la mañana ir a la plaza y mi hijo está 2 horas jugando e interactuando. Al regresar a casa si quiere ver una peli, no importa, porque pudo conectar con el mundo analógico y no le generó ansiedad por volver al mundo digital”. Es decir, el foco no está en demonizar el uso de pantallas, sino fortalecer la experiencia analógica. Retomando así, el concepto de espacio híbrido anteriormente mencionado.

A la medida justa y de la forma justa
En marco a una conclusión, Bortink aconseja que el primer paso es salir de la hipnosis, mediante la reflexión de sí nos está haciendo bien o no y de si es útil o no nuestra relación con el mundo digital. En segundo lugar, explicó que es informarse y el tercero no buscar hacer un cambio drástico de un día para el otro, “porque nos vamos a frustrar y vamos a seguir en el mismo lugar de siempre”. La idea es crear espacios de bienestar con la tecnología mediante la elección de desafíos que progresivamente te lleven a una meta. Una vez se haya creado el hábito, se suma otro paso y así.
Por otra parte, hizo un vistazo de su recorrido en esta área, y destacó que no solo se trata de tener presente los efectos colaterales sino también observar cómo impactan positivamente en nuestras vidas. En ese sentido, nombró a la empresa que pertenece, TecnoKids, analizando que “la educación digital es con sentido o no es educación, es simplemente uso”. Una idea que aplica junto a sus compañeros, el “preguntarnos para qué” tal como lo hacen los niños.
“Soy un convencido de que el punto es la tecnología en su medida justa y de la forma justa”, expresó. En ese sentido, admite que hay enfrentamos problemas, pero que se deben resolver evitando la dependencia a la tecnología, porque “es buena o mala, según como la usemos”.

