Un nuevo estudio ha revelado que los anticuerpos producidos en la nariz disminuyen nueve meses después de la infección por COVID-19, mientras que los que se encuentran en la sangre duran al menos un año, según publican los investigadores en la revista ‘eBioMedicine’.
Los anticuerpos presentes en el líquido nasal, conocidos como inmunoglobulina A (IgA), proporcionan una defensa de primera línea contra el COVID-19 al bloquear el virus SARS-CoV-2 cuando entra por primera vez en las vías respiratorias. Estos anticuerpos son muy eficaces para impedir que el virus penetre en las células y provoque la infección.
Sin embargo, los investigadores descubrieron que los anticuerpos nasales sólo estaban presentes en los recién infectados y eran especialmente efímeros frente a la variante ómicron, en comparación con las variantes anteriores.
Estos nuevos hallazgos pueden explicar por qué las personas que se han recuperado del COVID corren el riesgo de volver a infectarse, y especialmente con ómicron y sus subvariantes. El estudio también descubrió que la vacunación es muy eficaz para crear y potenciar anticuerpos en la sangre, que previenen la enfermedad grave, pero tuvo muy poco efecto sobre los niveles de IgA nasal.
La primera autora del estudio, la doctora Felicity Liew, del Instituto Nacional del Corazón y los Pulmones del Imperial College de Londres (Reino Unido), recuerda que antes del estudio no estaba claro cuánto duraban estos importantes anticuerpos nasales.
«Nuestro estudio reveló respuestas inmunitarias duraderas tras la infección y la vacunación, pero estos anticuerpos nasales clave duraban menos que los de la sangre –explica–. Mientras que los anticuerpos sanguíneos ayudan a proteger contra la enfermedad, los anticuerpos nasales pueden prevenir la infección por completo. Esto podría ser un factor importante detrás de las infecciones repetidas con el virus SARSCoV-2 y sus nuevas variantes».
Los investigadores señalan que se necesitan estudios que estudien directamente estos anticuerpos nasales y las reinfecciones para confirmar sus resultados.
La investigación, dirigida por equipos del Imperial College de Londres y la Universidad de Liverpool, estudió a casi 450 personas que habían sido hospitalizadas con COVID-19 entre febrero de 2020 y marzo de 2021, antes de la aparición de la variante ómicron y antes del despliegue de la vacuna.
Vacunas y resultados
El estudio también descubrió que, aunque las vacunas actuales son eficaces para aumentar los anticuerpos sanguíneos que pueden prevenir enfermedades graves y la muerte, no aumentan significativamente los anticuerpos IgA nasales.
Los investigadores piden que la próxima generación de vacunas incluya aerosoles nasales o vacunas inhaladas que se dirijan a estos anticuerpos con mayor eficacia. Afirman que las vacunas capaces de potenciar estos anticuerpos podrían reducir las infecciones de forma más eficaz y prevenir la transmisión.
El coautor principal del estudio, el profesor Peter Openshaw, del Instituto Nacional del Corazón y los Pulmones del Imperial College de Londres, asegura que sus resultados «ponen de manifiesto la necesidad de vacunas en aerosol nasal que puedan potenciar estos anticuerpos locales en la nariz y los pulmones».
«Estas vacunas podrían evitar que las personas se infectaran con el virus del SRAS-CoV-2 y reducir la transmisión del virus entre personas –asegura–. Esto podría ayudarnos a controlar mejor la pandemia e impedir la aparición de nuevas variantes».
Añade que «las vacunas actuales están diseñadas para reducir la enfermedad grave y la muerte, y son espectacularmente eficaces en este objetivo. Ahora es esencial desarrollar también vacunas en aerosol nasal que puedan proporcionar una mejor protección contra la infección –asegura–. Es brillante que las vacunas actuales permitan que menos personas enfermen gravemente, pero sería aún mejor si pudiéramos evitar que se infecten y transmitan el virus».
En el estudio se analizaron los anticuerpos de los participantes para saber cuánto duraban los anticuerpos nasales, en comparación con los que se encuentran en la sangre. También estudiaron el efecto de vacunas COVID-19 posteriores sobre los anticuerpos en la nariz y la sangre.
Se tomaron muestras cuando las personas fueron hospitalizadas y a los seis meses y un año después. Dado que la mayoría de las personas fueron vacunadas durante el estudio, también se tomaron muchas muestras antes y después de la vacunación.
Se midió la eficacia de los anticuerpos para neutralizar el virus del SRAS-CoV-2 original y las variantes Delta y ómicron, para comprobar durante cuánto tiempo eran eficaces los anticuerpos tras la infección o la vacunación.
En el estudio participaron 446 personas ingresadas en el hospital en la fase inicial de la pandemia, 141 de las cuales proporcionaron muestras al inicio del estudio y seis y 12 meses después. En el caso de los participantes a los que sólo se tomó una muestra durante el periodo de 12 meses de estudio, los investigadores utilizaron modelos para estimar cómo cambiaban las respuestas medias de los anticuerpos con el paso del tiempo.
De los que confirmaron si habían sido vacunados (323 personas), el 95% (307 personas) recibió su primera vacunación durante el periodo de seguimiento del estudio. Esto provocó aumentos en todos los anticuerpos nasales y sanguíneos, pero el cambio en los anticuerpos nasales de primera línea de defensa (IgA) fue pequeño y temporal.