Bolsonaro da permiso para asfaltar una carretera que cruza la Amazonia brasileña

Los ecologistas advierten de que la pavimentación derivará en un aumento de la deforestación, que está en el máximo de los últimos 15 años

El trecho central y sin asfaltar de la carretera BR319 que ahora podrá ser pavimentado

Pocas carreteras existen en la Amazonia brasileña, pero la BR319 es probablemente la más controvertida de todas ella. El mayor bosque tropical del mundo, en el que los ríos son las grandes vías de transporte, es territorio de barcos y avionetas. Ahora el Gobierno de Jair Bolsonaro ha dado un paso crucial para completar el asfaltado de la carretera BR319, que cruza de norte a sur una de las partes mejor conservadas de la selva. Los ambientalistas alertan desde hace años de que convertir esa vía en transitable durante todo el año aceleraría el aumento de la deforestación con consecuencias nefastas para el medio ambiente. El ministro de Infraestructuras brasileño, Marcelo Sampaio, anunció este jueves en un tuit la concesión de la licencia ambiental a la polémica carretera. “¡Día histórico!”, celebró.

Bolsonaro aprovechó horas después su retransmisión semanal en directo por redes sociales para celebrar el paso, informa Reuters. El mandatario expresó su deseo de que “las licitaciones y los trabajos de pavimentar la BR319 empiecen pronto”, como prometió en la campaña. La autorización implica que el Gobierno ya puede licitar las obras de asfaltado. La empresa ganadora deberá presentar un plan que a su vez requiere de otro permiso para que los operarios puedan comenzar a trabajar.

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La BR319, que este diario recorrió completa en 2021 para contar su potencial impacto en la crisis climática global, enlaza las ciudades de Manaos (la gran metrópoli de la región amazónica) y Porto Velho (en el Estado de Rondonia) a lo largo de casi 900 kilómetros. Es prácticamente una línea recta que cruza áreas de vegetación amazónica bien preservadas.

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Solo los extremos están asfaltados, y ahí las reparaciones están permitidas. Y justo al sur de la vía, los cultivos de soja se extienden veloces donde antes hubo árboles y vegetación, de manera que configuran lo que se denomina el arco de la deforestación.

Transitable solo en la época seca

Construida hace décadas para incorporar Amazonia al resto de Brasil, los efectos del clima y la falta de mantenimiento han ido deteriorando la BR319. Ahora, el trecho central (más de 500 kilómetros) es una pista de arena que solo es transitable, y con dificultades y mucha paciencia, durante la mitad del año, en la época seca.

El biólogo Philip Fearnside, un estadounidense asentado en Amazonia hace décadas que ganó el premio Nobel de la Paz en 2007 como miembro del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), es uno de los científicos que más ha estudiado el impacto de esta polémica carretera. El científico comenta, por correo electrónico, la decisión gubernamental: “Aprobar la licencia es un grave error. Primero, va en contra de los intereses nacionales de Brasil. La carretera, junto con las vías de conexión existentes y las planificadas, expondría una vasta área de selva amazónica a la presión del arco de la deforestación”. Añade Fearnside que esa región amazónica “es vital para suministrar agua a São Paulo”, la ciudad más poblada de Sudamérica, y que la autorización gubernamental “es ilegal porque ninguno de los pueblos indígenas afectados ha sido consultado”.

La decisión sobre la BR319 es simultáneamente un gesto de Bolsonaro a los locales cuando quedan poco más de dos meses para las elecciones presidenciales en las que el ultraderechista buscará la reelección frente Luiz Inácio Lula da Silva. El izquierdista se mantiene como claro favorito.

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Saca al presidente 18 puntos de ventaja en primera vuelta, según la encuesta de Datafolha difundida este jueves.

La prioridad de Bolsonaro para Amazonia, una de las regiones más pobres del país, es el desarrollo económico. El impacto medioambiental de sus planes le parece secundario. Desde que llegó al poder hace casi cuatro años, ha ido desmantelando sistemáticamente la política ambiental de los gobiernos precedentes mediante el debilitamiento de las instituciones encargadas de las inspecciones, colocando a militares en puestos de dirección y negándose a ampliar las reservas ecológicas o las tierras indígenas. Todo ello se ha traducido en los niveles de desforestación más elevados de los últimos 15 años.

Expertos en medio ambiente sostienen que las carreteras suponen uno de los instrumentos claves para que avance la deforestación porque —además de facilitar la vida, el transporte y el comercio a los locales— permite a los criminales que explotan ilegalmente Amazonia llegar a lugares más aislados con vehículos para extraer las riquezas naturales.

La BR319 es una del puñado de carreteras creadas durante la dictadura para desarrollar, vertebrar e integrar la Amazonia, que abarca la mitad de la Brasil en un territorio del tamaño de la Unión Europea. Que esta vía amazónica sea transitable también en la época de lluvias es una antigua reivindicación de los vecinos de estas remotas tierras.

Ya en la campaña electoral, hace casi cuatro años, Bolsonaro prometió completar el sueño de los militares de la dictadura que quisieron integrar la Amazonia mediante colonos que explotaran aquellas vastas tierras. Construyeron asentamientos, ciudades y carreteras. El plan para la BR319 es pavimentar ese tramo central para que los camiones y camionetas pudieran circular por la vía durante todo el año. Es un asunto con claras implicaciones prácticas y simbólicas, además del impacto medioambiental del que alertan los especialistas. Manaos, capital del Estado de Amazonas —inmenso, poco poblado— es la única de las 27 capitales de los estados brasileños que no está conectada por vía terrestre al resto del territorio.

Por tanto, este permiso inicial es un paso crucial del Gobierno del ultraderechista hacia el cumplimiento de ese compromiso. La licencia es fruto “de la valentía y el trabajo técnico” de las autoridades, según el ministro de Infraestructuras. “Alineando la ingeniería y el medio ambiente, vamos a sacar a la sociedad de [el Estado de Amazonas] del aislamiento”, añadió en su tuit.

El ritmo al que aumenta la deforestación en la Amazonia, alertan los científicos que estudian el clima y los ecologistas, es peligroso para la región y el planeta porque el bosque tropical, que se extiende por otros ocho países, es ahora parte de la solución al calentamiento global. Pero, a medida que pierde vegetación, se acerca más al punto en el que su clima dejará de ser tropical. Y entonces, en vez de absorber carbono, lo emitirá. Y pasará a ser parte del problema.

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