Cielo limpio: el nuevo combustible que revoluciona la aviación

Los combustibles sostenibles para aviación prometen reducir hasta un 80% las emisiones de carbono.

Durante décadas, la aviación ha sido una de las industrias más difíciles de descarbonizar. Aunque representa entre el 2 y 3% de las emisiones globales de CO₂, su impacto es desproporcionado debido a la altitud de sus emisiones y al creciente número de vuelos en todo el mundo. En este contexto, surge el “combustible sostenible de aviación” (SAF, por sus siglas en inglés), una alternativa que podría transformar la manera en que surcamos los cielos.

El SAF no es un combustible imaginario ni un concepto futurista. Es una realidad tecnológica que ya se está produciendo y utilizando, aunque en volúmenes limitados. A diferencia del queroseno convencional, derivado del petróleo, el SAF se elabora a partir de fuentes renovables como aceites de cocina usados, residuos agrícolas, biomasa, e incluso dióxido de carbono capturado. Su gran promesa: reducir hasta un 80% las emisiones de gases de efecto invernadero a lo largo de su ciclo de vida.

Empresas como Neste (Finlandia), World Energy (EE. UU.) y TotalEnergies (Francia), ya producen SAF a escala comercial. Incluso aerolíneas como KLM, Lufthansa, United y British Airways han comenzado a utilizar mezclas de SAF en vuelos regulares. En diciembre de 2023, Virgin Atlantic realizó el primer vuelo transatlántico operado completamente con SAF, entre Londres y Nueva York, marcando un hito en la historia de la aviación limpia.

Pero, ¿por qué no todos los aviones están usando SAF si ya existe? La respuesta es compleja. Primero, el costo. El SAF es actualmente entre 2 y 5 veces más caro que el combustible fósil tradicional, debido a las limitaciones de producción y el alto costo de las materias primas sostenibles. Segundo, la infraestructura. Aunque el SAF es compatible con los motores actuales y puede mezclarse hasta en un 50% con queroseno sin requerir modificaciones, aún faltan plantas de producción y cadenas logísticas a gran escala.

A pesar de estos desafíos, la industria aeronáutica y los gobiernos están apostando fuerte. En Europa, el plan “Fit for 55” exige que las aerolíneas usen al menos un 2% de SAF para 2025, subiendo a 70% para 2050. En Estados Unidos, la Ley de Reducción de la Inflación ofrece créditos fiscales a los productores de SAF, incentivando la inversión privada. Incluso en América Latina ya se están dando los primeros pasos: Brasil y Colombia exploran proyectos piloto de producción de biocombustibles para aviación.

Además del impacto ambiental, hay un componente económico estratégico. Las aerolíneas quieren cumplir con sus metas de neutralidad en carbono, pero también reducir su dependencia del petróleo, cuyo precio es volátil y su disponibilidad incierta en el largo plazo. En este sentido, el SAF se perfila como una doble solución: climática y geopolítica.

Por otro lado, las investigaciones continúan avanzando. Una de las tecnologías más prometedoras es la producción de SAF a partir de dióxido de carbono atmosférico e hidrógeno verde, a través de procesos de captura directa y electrólisis alimentada por energías renovables. Este método, aún experimental, podría llevar a un combustible prácticamente neutro en carbono, aunque aún enfrenta barreras tecnológicas y económicas.

No todos están convencidos. Algunos ambientalistas advierten que el SAF, por sí solo, no solucionará los impactos del transporte aéreo. Argumentan que también se deben repensar los modelos de movilidad global, reducir vuelos cortos, y apostar por medios más eficientes como trenes eléctricos. Otros señalan el riesgo de convertir cultivos alimentarios en materias primas para combustible, lo que podría afectar la seguridad alimentaria.

Mientras el debate continúa, una cosa es cierta: la aviación sostenible ya no es una idea lejana, sino una carrera en marcha. El cielo del futuro será más verde, y los motores que lo impulsen podrían estar hechos de residuos reciclados, bacterias modificadas o simplemente aire y sol.

 

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