A lo largo de la historia, los perros han sido utilizados por los seres humanos para realizar diversos oficios. Algunos han sido usados como guardianes o policías, otros como valientes exploradores, algunos como rastreadores y, los más fuertes y peligrosos, como temidos perros de combate. El tipo de entrenamiento que recibían estos animales variaba mucho dependiendo de sus características físicas y de las funciones que debían realizar.
Algunas razas tenían una mejor complexión física para desempeñar acciones de ataque y defensa, mientras que otras poseían un olfato privilegiado que les facultaba para seguir rastros o desempeñar trabajos de guardia. De este modo, la función del perro en los conflictos bélicos se adaptó a las necesidades de las distintas civilizaciones a lo largo del tiempo.
Existen registros que en el antiguo Egipto, el uso del perro fuera introducido por los hicsos procedentes del Próximo Oriente cuando se establecieron en el país del Nilo, hacia 1530 a.C. Existen testimonios que confirman el uso bélico del perro durante el reinado de Tutankamón (h. 1334-1325 a.C.). Siglos después, el ejército del rey Ptolomeo II (285-246 a.C.) llegó a utilizar 2.500 perros en sus efectivos.
Persas, griegos y macedonios también se beneficiaron de los servicios de los perros en sus guerras. El moloso, un can con un hocico corto y un cuello poderoso, al igual que sus mandíbulas, fue una raza adiestrada para la lucha. Procedente de Persia, este tipo de perro ya aparece en algunos relieves del palacio del rey asirio Asurbanipal en Nínive. Se cuenta que cada soldado iba al combate acompañado por su perro de ataque, al que soltaba para romper las líneas enemigas.
En tiempos más cercanos, durante la Primera Guerra Mundial, las razas caninas utilizadas para las operaciones militares fueron diversas: el Airedale Terrier, el Pastor Alemán Alsaciano, el Rottweiler o el Schnauzer gigante. Los alemanes y los rusos fueron los primeros países en utilizar a los perros en primera línea de combate, empezando por adiestrarlos en tareas de mensajería, aunque estaba prohibido manifestarles cariño ni acariciarlos.
Los alemanes establecieron dos escuelas caninas que podían albergar a más de dos mil perros, donde eran entrenados como centinelas, guardianes o mensajeros. Incorporados en una nueva unidad llamada K-9, los animales recibían entrenamiento como cualquier otro miembro de la infantería.
Durante la Segunda Guerra Mundial varios perros destacaron por sus actuaciones en ambos bandos, como un Pastor Alemán llamado Bob que llegó a localizar a más de dieciséis soldados heridos que tras un bombardeo se arrastraban perdidos en el campo de combate. Cuando Bob descubría a un soldado herido, se acostaba a su lado para que el herido pudiera agarrar algo de lo que llevaba en un botiquín adosado en su lomo.
Otro caso es el de Ricky, que a pesar de estar herido siguió llevando a cabo sus labores como detector de minas. Otros perros como Belleza, Peter, Irma, Jet o un pequeño fox terrier llamado Beauty resultaron fundamentales para localizar supervivientes durante los bombardeos alemanes en Londres.
Para premiar tanta valentía y fidelidad se creó en 1943 la medalla Dickins, galardón que a día de hoy sigue vigente y que pretende rendir tributo a aquellos animales que con su esfuerzo, y en muchos casos con su vida, han ayudado al ser humano en épocas de conflicto.