Las poblaciones afrodescendientes de la trata transatlántica y las africanas actuales migrantes forzadas por hambre y desesperación, padecemos el imperio de la colonización mental e ideológica racista, machista, xenófoba y aporofóbica que domina las sociedades actuales basadas en desigualdades estructurales y sistémicas, además de la opresión económica de los grandes capitales y los capitalistas que se adueñaron de las economías del mundo con las fortunas robadas durante las invasiones monárquicas, las que hasta hoy se alimentan de la subalternidad provocada por ese hecho político, crímenes que exponen a desigualdad a la mayoría de los habitantes del planeta que; atravesados por la piel oscura; siempre sufren peores perjuicios y prejuicios.
Clasismo que se sirve de los oprimidos para mantener sus riquezas y por eso no quieren equidad social más que en el discurso, como mucho enarbolan alguna limosna estilo “cooperación” de vez en cuando, supervisando minuciosamente cada proyecto afirmativo afro o indígena que pida ayuda económica, así es conveniente a los “donantes” y no como necesitamos. Ya que junto a la “ayuda”, van lineamientos acordes a intereses políticos privados, que hacen como que buscan justicia mientras se ocupan de preservar sus lugares de poder.
Nada de reparar seriamente, nada de juicios que habría que hacerlos porque son crímenes contra la humanidad imprescriptibles; el tráfico humano, las invasiones genocidas, la apropiación de tierras y robo de riquezas naturales invaluables que perpetró casi toda Europa en África y las llamadas américas del siglo 15 en adelante, con consecuencias nefastas perpetuas e irreversibles. Los mismos tribunales hipotéticos si fueran integrados por magistrados procedentes de países imperialistas, estarían viciados de nulidad o al menos de sospecha.
Todo un tema.
El Día Internacional de Eliminación de la Discriminación Racial es los 21 de marzo porque ese día en 1960 y en la Sudáfrica del Apartheid sucedió la Masacre de Sharpeville. La policía mató a 69 personas con armas de fuego a quemarropa en una manifestación pacífica contra la ley de pases, medida impuesta por el régimen racista blanco que impedía la circulación de población africana libremente. Muchas veces quedaban separados de hijos o parejas, porque no tenían libertad de entrar a zonas sólo para blancos si no tenían ese permiso, que casi siempre era solamente para criadas negras o africanos que ocupaban tareas de servicio.
Se proclamó por eso esa fecha en la ONU en 1966 y la Asamblea General instó a la comunidad internacional a redoblar esfuerzos para eliminar toda forma de discriminación racial.
Hay logros, se han hecho declaraciones, convenciones, compromisos internacionales, acciones afirmativas, leyes que luchan contra el racismo y la discriminación racial y la realidad también es que se ha avanzado muy poco, continúa el sufrimiento de las comunidades afrodescendientes por injusticia racial, estigmas y estereotipos que desprecian a las personas por su origen étnico o color de piel. Aún somos esclavizados por la permanencia de regímenes excluyentes blanco patriarcales y negrofóbicos solapados en las democracias modernas.
Nos ha llegado la hora de llamar a las cosas por su nombre.
No estamos para quedar bien con el racismo institucional, con los racistas que lo llevan adelante, ni con los que hacen como que no ven o se benefician haciendo humo sin aportar algo verdaderamente transformador.
Hay demasiado odio en el mundo como para disimular la presencia de odiadores y sus estrategias centenarias de mantenimiento de privilegios.
Somos diferentes porque fuimos trasplantados con la infame dispersión provocada por la esclavización africana. Estamos en tiempo de destruir relatos mentirosos acerca nuestra identidad y procedencia y con ello, la razón política de la desigualdad histórica que nos hace ser repelidos normalizadamente por el racismo estructural. Estamos cansadas y cansados de querer acomodar el cuerpo a una realidad ajena que nos eyecta por naturaleza. Estos estados por más republicanos que se llamen, no fueron hechos para negros ni para indios.
Somos distintos y nuestra historia de esclavitud nos marcó para siempre.
El universo africano en su diversidad, es predominantemente espiritual con componentes mágicos, se guía por el animismo, lo simbólico, la danza, los toques, la oralidad, los oráculos, el espiritismo, el valor de lo comunitario, el culto a la ancestralidad y la veneración a la naturaleza, donde las creencias tienen sustancial importancia en el desarrollo de la vida. Nuestra visión es diferente y es otra nuestra filosofía. Ni mejor ni peor ES OTRA.
Para que el reclamo sea fiel; en los procesos de revisión de los sistemas de exclusión las investigadoras, relatoras y protagonistas; debemos ser las víctimas.
Ya habló mucho la academia y está bien, ahora es necesario que nos pensemos y nos escuchen a nosotras; las personas portadoras de la cultura. ¡Axé!