El fenómeno del anti héroe es parte del discurso que los cansados de los políticos clásicos pero no de la política apuntaron como opción.
Javier Milei se alimenta de la palabra y acción devaluada de la clase política que no acierta una en Argentina. Desde la brutal trituración de «la casta»(término que usa para referirse a los políticos), supo generar el fenómeno político contemporáneo.
Hablando la semana pasada con periodistas en Madrid se referían a Milei usando el término aporteñado, «El Loco mide».
Milei entre amontonamientos de reportajes televisivos, escaló hasta instalar los alaridos del mensaje libertario.
Lo impuso en Brasil, Chile o España, pegado a antihéroes como Bolsonaro, o Abascal (puntal de Vox que marca el retroceso de España).
Privilegiado por la audiencia, inspirado en la empatía, Milei expresa reacondicionadas ideas libertarias.
Aquí la contundencia se confunde con el desborde emocional, sigilosamente controlado.
Sustancial para captar la súbita adhesión de los sectores fervorosamente hartos. Representados por la virulencia del discurso,jóvenes prematuramente descreídos, abrumados por la caravana de fracasos.
Milei logra la proeza intelectual de transmitir, con copia nueva, ideas viejas.
Resignifica el liberalismo que sirve como canal contestatario. Para condenar responsables de fácil identificación.
Los «políticos ladrones»
Entre tanta algarabía, Milei es prisionero de la contradicción básica que lo hizo crecer. Y le advierte con un cartel. Calle sin salida.
Multiplicación de adeptos colman los recitales y las caminatas. Pero en los distritos se debe sumar lo que se puede. Lo que esté disponible y pueda sobre todo financiarse.
Pero Milei, el milagroso, hoy blanquea más que la cal.
En el bolso está asegurado el 15% de votos , acaso el 20%. Dato que tienta al PRO, movilizados no solo por cuestiones aritméticas. Quisieran hablar como él.
Pero arrastran la carga ética de los radicales prejuiciosos y de los transparentes de la estancada Coalición Cívica que también se cree parte del progresismo.
Alcanzar, al menos, un entendimiento en la provincia de Buenos Aires .
Porque Axel Kicillof puede volver a quedarse con el gobierno de la provincia de Buenos Aires.
El capital de Milei también entusiasma al Frente de Todos. En el peronismo compraron la chicana accesible del Milei funcional.
La retórica matemática contrasta con la constatación racional que atormenta a sus rivales.
Tienen en el bolso, en efecto, el 20% imaginario. Pero dista de estar asegurado. Lo conserva siempre y cuando no decidan aproximarse a nadie de «la casta».
En cuanto asoma el hilo de algún acuerdo, se le baja a Milei de inmediato, la adhesión.
La epopeya solitaria le alcanza para mojar diputaciones y concejalías.
Las ambiciones institucionales persisten. Pero si para llegar se acuerda, el fenómeno se debilita. Así sea con el referente menos ofensivo de la casta que él mismo en el término de comunicación despectiva construyó.
Para consolidar la fuerza propia, resulta aconsejable continuar con los gritos de los «políticos corruptos que se enriquecieron».
Con la burla hacia «el Larreta socialista, o la camarada María Eugenia». Hacia «los zurdos de la Coalición Cívica». Palomas «de Juntos por el Cargo».
Para elevarse en la liga superior, Milei necesita persuadir a quienes lo siguen. Pero los hartos ni consideran la idea de un acuerdo político.
Su crecimiento a través de la denostación que contiene el discurso parece ser su límite.