La selva amazónica se ha degradado mucho más de lo que los científicos creían hasta ahora, con más de un tercio de los bosques restantes afectados por la actividad humana.
Es la conclusión de un nuevo estudio publicado en la revista “Science”, que demuestra que hasta el 38% de la superficie forestal amazónica restante -equivalente a diez veces el tamaño del Reino Unido- se ha visto afectada por algún tipo de perturbación humana, lo que ha provocado emisiones de carbono equivalentes o superiores a las de la deforestación.
El trabajo es fruto del proyecto AIMES (Análisis, Integración y Modelización del Sistema Tierra), vinculado a la iniciativa internacional Future Earth, que reúne a científicos e investigadores que estudian la sostenibilidad.
Las conclusiones son el resultado de una revisión analítica de datos científicos publicados anteriormente, basada en imágenes de satélite y en una síntesis de datos publicados que esbozan los cambios en la región amazónica entre 2001 y 2018.
Los autores, de varias instituciones científicas brasileñas y británicas, definen el concepto de degradación como cambios transitorios o a largo plazo en las condiciones de los bosques causados por el hombre. La degradación es diferente de la deforestación, en la que el bosque se elimina por completo y en su lugar se establece un nuevo uso de la tierra, como la agricultura. Aunque los bosques muy degradados pueden perder casi todos los árboles, el uso de la tierra en sí no cambia.
Los autores evalúan cuatro perturbaciones clave que provocan la degradación de los bosques: los incendios forestales, los efectos de borde (cambios que se producen en los bosques adyacentes a las zonas deforestadas), la tala selectiva (como la tala ilegal) y la sequía extrema. Diferentes zonas forestales pueden verse afectadas por una o varias de estas perturbaciones.
«A pesar de la incertidumbre sobre el efecto total de estas perturbaciones, está claro que su efecto acumulativo puede ser tan importante como la deforestación para las emisiones de carbono y la pérdida de biodiversidad», afirma Jos Barlow, catedrático de Ciencias de la Conservación de la Universidad de Lancaster (Reino Unido) y coautor del trabajo.
Los científicos evalúan que la degradación del Amazonas también tiene importantes repercusiones socioeconómicas, que deberían investigarse más a fondo en el futuro.
«La degradación beneficia a unos pocos, pero impone cargas importantes a muchos -afirma la doctora Rachel Carmenta, coautora del trabajo y residente en la Universidad de East Anglia (Reino Unido)-. Pocas personas se benefician de los procesos de degradación, pero muchas salen perdiendo en todas las dimensiones del bienestar humano, incluidas la salud, la nutrición y el lugar que ocupan los paisajes forestales en los que viven».
Añade que «muchas de estas cargas están ocultas en la actualidad; reconocerlas ayudará a permitir una mejor gobernanza con la justicia social en el centro».
En una proyección realizada por el equipo para 2050, los cuatro factores de degradación seguirán siendo fuentes importantes de emisiones de carbono a la atmósfera, independientemente del crecimiento o la supresión de la deforestación del bosque.
«Incluso en un escenario optimista, cuando no haya más deforestación, los efectos del cambio climático harán que continúe la degradación del bosque, lo que provocará más emisiones de carbono -afirma el doctor David Lapola, líder del estudio e investigador del Centro de Investigación Meteorológica y Climática Aplicada a la Agricultura de la Unicamp-. Sin embargo, impedir el avance de la deforestación sigue siendo vital, y también podría permitir prestar más atención a otros factores de degradación forestal».
Los autores proponen crear un sistema de vigilancia de la degradación forestal, así como prevenir y frenar la tala ilegal y controlar el uso del fuego. Una sugerencia es el concepto de «bosques inteligentes» que, al igual que la idea de «ciudades inteligentes», utilizarían distintos tipos de tecnologías y sensores para recoger datos útiles con el fin de mejorar la calidad del medio ambiente.
«Las medidas y políticas públicas y privadas para frenar la deforestación no necesariamente abordarán también la degradación -señala Lapola-. Es necesario invertir en estrategias innovadoras».