La cadena de montaje

“Vidas encajonadas”. Reensamblajes conceptuales de Claudio Rama

La cadena de montaje es la serie articulada continua del mundo del trabajo como un electrocardiograma colectivo entre todos. Esta empieza en una canilla de donde sale el flujo y la energía del trabajo, pasa por máquinas con trabajadores y al final concluye en un péndulo donde un obrero lo mueve y lo ajusta a otra máquina donde termina su largo movimiento. Unos ojos desde arriba miran y vigilan que se cumplan el ciclo continuo del trabajo mientras un reloj nos marca el tiempo para todos en nuestras estaciones de producción. 

La vida es también una cadena de producción en serie, media y vigilada, donde un flujo como un electrocardiograma marca la electricidad que pasa entre nosotros mientras trabajamos. La cadena de montaje, la fábrica industrial, la producción en serie, estas formas dominantes de la división del trabajo nos articulan y atan entre personas desde el siglo XX. La electricidad nos fija el ritmo, y la cadena nos agrupa y da un sentido colectivo que anula nuestra individualidad. 

Somos el eslabón en esa larga cadena de creación de valor y de trabajo colaborativo, de trabajo dependiente y de vida colectiva que nos da sentido y unidad, y a la vez nos esclaviza y deteriora.

Juntos somos más productivos, pero a la vez nos preguntamos si esta línea continua nos hace más o menos personas. Es la libertad individual que va quedando perdida ante el colectivo. Tenemos mayor riqueza, colectiva e individual, las cuales van de la mano en estos trabajos tecnológicos y sociales colectivos. 

Es una cadena que nos da vida y sentido y a la cual nos debemos y adoramos. Pero en este engranaje no podemos dejar nuestro trabajo sin afectar a todos y a cada uno de los otros, y somos sólo un eslabón por allí perdido. Los otros no nos sostienen a nosotros, es el flujo continuo nuestra cárcel. 

En ella nos miden los tiempos y los ritmos para ser más colectivos en la creación de beneficios. Más unidos somos más productivos, y a la vez más esclavos y menos individuos libres se pudiera afirmar. Ya no estamos solos con la cadena. Incluso transferimos a los sindicatos nuestras decisiones individuales. Nos afirmamos como colectivos, pero a la vez somos más débiles solos, más intercambiables como personas. La producción en serie, el gran avance de la humanidad con sus tecnologías y modelos organizacionales para producir más y sin duda beneficiarnos de ello, es una cárcel que nos une y nos encierra con su cadena. 

Estamos enlazados en un trabajo continuo para vivir mejor en sociedad. Horarios, tiempos, ritmos, capacidades y colaboraciones obligadas son parte de un industrialismo productivista que nos da de comer y sufrir. Cientos de tareas encadenadas, cada una con su importancia y las competencias y capacidades necesarias para ser acometidas. La serie es el electrocardiograma que pauta nuestra vida midiendo nuestros ritmos. Si se para el flujo eléctrico, es la vida que se nos va. 

Es la muerte de todos los que estamos agarrados a la cuerda que nos une. La cabeza está puesta en estos actos continuos y articulados. Es un panel de abejas que marca el ritmo de nosotros, zánganos u obreros. A él nos debemos y sin él no tenemos vida. Quedaríamos a la suerte de cada uno en forma aislada, y tal vez sin esperanzas ni incluso logros. ¿Juntos sin objetivos colectivos, miradas vigilantes y serie articulada volveremos a una vida egoísta de individualismos ineficientes y desordenados?.

Tal vez más felices, más solos, más pobres. No hay camino mientras estemos en este tiempo histórico de hierro, máquinas y mecanismos. Somos todos iguales, intercambiables, prescindibles a pesar de ser parte de una cadena que nos une y nos relaciona, pero donde a la vez que somos necesarios somos cambiables. Y además necesitamos que nos vigilen para que cada uno cumplamos con nuestra propia función, con nuestro grano de arena. ¿La sociedad solidaria es producción igualitaria, vigilancia colectiva y servidumbre individual ?. Pero somos humanos antes que seres colectivos. Todos finalmente somos distintos y libres, pero necesitamos ese control y vigilancia para ser un ente colectivo de trabajo.

¿Valdrá la pena ser esclavo para ser más libre?

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