La crisis en Ucrania y la rusofobia

La internacionalización de la crisis en Ucrania mostró con más evidencia que anteriormente, de forma muy clara la esencia profunda y los orígenes de la rusofobia, su continuidad y desarrollo. La demonización de Rusia en el mundo occidental salió a un nuevo nivel sin precedente. Esto se debe a una dura reacción de Rusia al acercamiento peligroso de la OTAN a sus fronteras, a los juegos políticos alarmantes de Occidente con EEUU al frente en torno al ingreso de Ucrania en la Alianza Atlántica, lo que crea una amenaza directa a la seguridad nacional de Rusia. EEUU nos escucha en los circuitos del poder, pero no oye. Los líderes estadounidenses están acostumbrados a lo que es fácil encontrar una fórmula de compromiso con ellos a los que callan. La ventana de oportunidades para mantener un diálogo equitativo y equivalente disminuyó hasta una ventanilla rechinadora, hablando metafóricamente. La actividad conflictiva de EEUU se basa en la estrategia de disuasión de Rusia. Su objetivo es “cortar la cola al perro hasta el cuello”, según dice un refrán chino. 

No vayamos a simplificar: la rusofobia es un fenómeno sistémico, es decir, valorativo, conceptual, político, económico, sociocultural. Es un trato con Rusia hostil desde el inicio, preconcebido a priori, reflejamente malévolo, sospechoso y despectivo siempre. No se puede percibir la rusofobia de otra manera que una antítesis sistémica a la importancia geopolítica de Rusia. Es necesario distinguir entre dos aspectos de este problema: las manifestaciones pequeñas, exclusivamente externas, propagandísticas de su demonización dirigidas, ante todo, al consumidor interno en los países occidentales, a la conciencia de las masas en que desde hace mucho se impone la percepción de Rusia como un mal inevitable; y los fundamentos de la rusofobia, sus elementos básicos, sus características y rasgos propios para la reflexión antirrusa occidental y las acciones concretas conjuntas. En la cadena “desconocimiento – semiconocimiento – conocimiento secundario parcial” que se alimenta con un rechazo duro por los medios de comunicación occidentales de todo lo que está vinculado con Rusia todos los eslabones contribuyen a mantener y reproducir los ánimos y manifestaciones rusófobos. Así las cosas, varios altos cargos de los países de la OTAN mostraron su ignorancia, al declarar que la Alianza del Atlántico Norte se fundó en respuesta a la creación de la Organización del Pacto de Varsovia, aunque en la realidad todo fue al contrario. 

Las autoridades estadounidenses tuvieron que prestar la atención hace unos 25 años a un aviso perspicaz del diplomático y experto con peso, George Kennan, conocido por su aporte a la elaboración del concepto de disuasión de Moscú, quien tenía conocimientos únicos de sus capacidades. “La expansión de la OTAN será un error fatal de la política estadounidense en toda la época después de la Guerra Fría”, advirtió. Cuando tenía 94 años, puso todos los puntos antirrusos sobre las íes geopolíticas, al declarar perspicazmente: “Creo que es el inicio de una nueva guerra fría. Creo que los rusos reaccionarán negativamente con el paso del tiempo, y esto influirá en su política. Se hizo un error trágico. No hubo fundamentos para la expansión de la OTAN”. Y saca la principal conclusión pronosticando el desarrollo de los acontecimientos: “Naturalmente, Rusia reaccionará de forma negativa y posteriormente [los países de la OTAN] dirán que hemos dicho siempre que los rusos son tales. Pero esto no será verdad”. 

En el contexto de la internacionalización de la crisis en Ucrania, la retórica a nivel cumbre de EEUU se hizo rusófoba sin precedente, con la personalización. Joe Biden se permite llamar al Presidente de Rusia como “ criminal de guerra”, “ dictador sangriento”, lo que no le impide mantener contactos con Vladímir Putin. El Ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmitri Kuleba, le hace eco con adulación, instando a aniquilar al Presidente ruso. Lo hace en los días, cuando los representantes de Rusia y Ucrania sostienen las negociaciones bilaterales. 

Una nueva tendencia es el uso de la retórica abiertamente antirrusa por los diplomáticos de alto rango que se manifiesta en muchos países occidentales. Por ejemplo, en la imagen elocuentemente significativo de amazona contemporánea se presentó ante la comunidad internacional la jefa de la diplomacia británica, Liz Truss, que en Estonia, cerca de la frontera de Rusia estuvo en una pose agresiva sobre un carro blindado vestida de un chaleco antibalas. 

Es evidente que los temores de Occidente ante Rusia que se pulsaron durante muchos siglos se preservarán a largo plazo. Parece que los dolores fantasmas de la rusofobia no son inevitables también. 

El contrapeso principal de la demonización rusófoba de Rusia, el macrorregulador de la resistencia a este país solo puede ser el desarrollo innovador de Rusia, su estatus geopolítico y económico realmente importante, la capacidad de reaccionar de forma adecuada y eficaz a las nuevas amenazas y desafíos de la actualidad.

(*) Doctor en Historia, profesor titular de la Academia Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia

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